4.13. Por los Teatros

  • José Carlos Mariátegui

En el Municipal1  

María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza
         La actriz doña María Guerrero de Díaz de Mendoza —castizo nombre, castellano linaje y antigua celebridad, —reapareció anoche en el escenario del Teatro Municipal, el mismo teatro que triunfalmente estrenara.
         Nuestro público guardaba recuerdo favorable de la afamada actriz y evocaba sus interpretaciones inteligentes de varios tipos del teatro español.
         Y era muy justo que llenara anoche la sala en que vibraran hace siete años entusiasmados aplausos en honor de la protagonista de La Niña Boba, de Locura de Amor, de Amores y Amoríos y de otras obras de análogos géneros.
         Hace siete años la visita de María Guerrero y de sus compañeros hizo algún bien a la cultura teatral del público de Lima. No habíamos pasado casi del teatro romántico. Ignorábamos mucho las nuevas, firmes y victoriosas orientaciones naturalistas. Nos enamoraban la declamación y la sensiblería.
         María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza intercalaron entonces entre su repertorio, un poco rancio y otro tanto caduco, algunas otras de moderna factura.
         Ocioso es rememorar en mayores lineamientos la pasada campaña artística de María Guerrero entre nosotros.
         Basta que le reconozcamos títulos para que quedara de ella memoria simpática y afectuosa en las gentes limeñas.
         Hasta la aristocracia y los blasones de los esposos Díaz de Mendoza y Guerrero, eran motivo para que esta metrópoli guardara devoción a los nombres de los artistas que reaparecieron anoche en el Teatro Municipal.
         María Guerrero quiso elegir para su reaparición el drama de los Álvarez Quintero El duque de Él.
         El duque de Él es un drama en el cual se siente en todo instante la habilidad de los Álvarez Quintero para entretener al público. Presenta un episodio de un aventurero y trapisondista a quien, después de muchos lances romancescos, hace huir de Sevilla la justicia.
         Ni la hora ni el espacio permiten hacer crítica detenida de la obra de los Álvarez Quintero.
         Los aplaudidos autores andaluces se han apartado en esta obra de su manera habitual, aunque no lo bastante para suprimir de ella sabrosos tipos y cuadros de sainete pintoresco y regocijado.
         María Guerrero dio una interpretación apasionada y talentosa a su papel. Fue en todo momento la artista que conocíamos. Hizo una morisca vibrante, enamorada e intensa. Y demás está decir que el público la celebró con entusiasmo y sinceridad.
         Cuando la afamada actriz se presentó en la escena, una gran ovación la saludó.
         Para Fernando Díaz de Mendoza que tuvo inteligente actuación fue también el público pródigo en aclamaciones y aplausos merecidos. El protagonista de los Álvarez Quintero encontró en él encarnación arrogante y sonora.
         Se distinguieron entre los demás artistas la señorita Ladrón de Guevara y los actores Santiago, Valenti y Palanca.
         La interpretación tuvo un conjunto disciplinado, armonioso y plausible.
         Fue suntuosa la mise en scène.
         Y hubo franco aplauso del público para la obra y para los intérpretes.
         Hoy se pondrá en escena El Duque de El en matinée.
         En la noche, en segunda función de abono, se representará la obra de Eduardo Marquina En Flandes se ha puesto el Sol, uno de los mayores triunfos del insigne poeta.

J.C.

 
En el Municipal2  

En Flandes se ha puesto el Sol
         La hermosa obra de Eduardo Marquina En Flandes se ha puesto el Sol, fue puesta anoche en escena por la compañía de María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza con gran armonía de interpretación y notable suntuosidad escénica.
         Los versos sonoros, fáciles, elegantes y musicales de En Flandes se ha puesto el Sol son de los que más agradan y entusiasman a nuestro público, igual que a todos los públicos hispanos e hispanoamericanos.
         Y tiene este drama tan grande belleza poética, tan acendrada emoción, tan delicada y evocadora galantería y tan noble sabor legendario, que será siempre una de las obras dramáticas españolas que más aplauden, celebran y alaban los públicos de España y de América.
         En Flandes se ha puesto el Sol culminó el teatro de Eduardo Marquina, hidalgamente empeñado en llevar a la escena española los episodios caballerescos y bizarros de la historia heroica del reino.
         El gran poeta ha forjado con augustos relieves las figuras del capitán de los tercios de España y de su dama y ha sabido crear para estas dos figuras una vida llena de pasión y sentimiento.
         La concurrencia numerosa que asistió anoche al Teatro Municipal aplaudió entusiastamente la hermosa obra que tan arraigadamente vive en su recuerdo desde la época de su estreno por don Miguel Muñoz y de su reprise por Barrás.
         Marquina fue ovacionado entusiastamente.
         María Guerrero estuvo acertadísima en su papel. Dio a la protagonista todo el caudal de su sentimiento y de su ternura y supo impresionar profundamente a los espectadores.
         Fernando Díaz de Mendoza hizo también una interpretación inteligente. Dijo los versos de la obra con donaire, elegancia y gallardía majestuosas.
         El conjunto fue irreprochable.
         Hubo ovaciones calurosas y merecidas del público, el cual aclamó con singular cariño a María Guerrero y a Fernando Díaz de Mendoza.
         –La matinée fue suspendida por motivos de enfermedad de uno de los artistas.
         –Esta noche subirá a escena la afamada obra Mancha que limpia.

En el Colón  

         Continúa viéndose el teatrito de la plaza Zela muy favorecido por una numerosa concurrencia que va a gozar con la compañía de comedias y variedades que dirige el aplaudido primer acto Rafael Arcos.
         Las funciones de ayer se han visto muy concurridas y en ellas el público ha aplaudido con gran entusiasmo a Maruja Tubau, Manolita Ruiz y Arcos, los que se distinguieron en su variado trabajo.


 
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Doña María, La Brava
         La compañía de María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza llevó anoche a la escena una página impresionante y dramática de la historia de España, dicha en versos sonoros y elocuentes por el poeta Eduardo Marquina.
         Ha sido el segundo estreno de la temporada mucho más interesante que el primero. Podíamos habernos quedado ignorando El Duque de Él y nuestro conocimiento de la personalidad artística de los señores Álvarez Quintero no habría sufrido nada. Los Álvarez Quintero habrían seguido siendo para nosotros entremesistas brillantes y saineteros sabrosos. Pero Doña María la Brava sí nos es útil en cambio para ampliar y completar nuestro conocimiento de la personalidad del celebrado poeta Marquina.
         No supera esta obra a En Flandes se ha puesto el Sol. Marquina ha querido hacerla grandiosa y se ha olvidado de poner en ella toda la poesía y todo el sentimiento que laten en las escenas evocadoras y románticas de la vida y el amor del capitán don Diego Acuña de Carbajal.
         En el tercero y en el cuarto actos la dramaticidad del Doña María la Brava culmina intensamente.
         Y en general la obra es hermosa y emocionante.
         Dentro de los apremios de la hora no cabe un juicio detenido de Doña María la Brava.
         Apenas si es posible decir que tuvo anoche un éxito sonoro en el teatro Municipal.
         María Guerrero hizo una interpretación inteligente de la protagonista. Le dio toda su pasión y toda su gracia y toda su sinceridad. Y las gentes la ovacionaron apasionadamente.
         Fernando Díaz de Mendoza estuvo acertado en su rol. El marqués de Fontanar y Grande de España tenía que imprimir a la caracterización del condestable Don Álvaro de Luna, la aristocracia y la arrogancia de su estirpe.
         La presentación de la obra, en conjunto, notable.
         Marquina fue ovacionadísimo y obligado a salir a la escena muchas veces.
         Al terminar la función recitó brillantemente una hermosa composición a Lima, que el público interrumpió varias veces con frenéticas demostraciones de aplauso.
         Sentimos que la falta de espacio nos impida ofrecer a nuestros lectores la inspirada poesía.
         –Esta noche se pondrá en escena Malvaloca de los Álvarez Quintero.

En el Mazzi  

         Como lo anunciamos, mañana deberá debutar en este teatro la Compañía de Comedias, Vaudevilles y Variedades que dirige el aplaudido actor teatral y poeta señor Ignacio Otero Balado.
         El conjunto de la Compañía, ensaya con esmero y entusiasmo las obras que ha de presentar y nos hacen esperar será del agrado del público este nuevo espectáculo con que contará la capital.
         Aparte de las Comedias y Variedades, el poeta señor Otero dará a conocer la poesía sudamericana en general con la recitación de las mejores producciones de los vates de nuestra patria, Chile, Nicaragua, Ecuador, etc.
         Esperamos ver el debut de esta compañía para emitir nuestro sincero juicio sobre su actuación.


 
En el Municipal4  

Malvaloca
         Es muy sensible que el público de Lima se muestre indiferente y frío con los espectáculos de elevada categoría artística, y complaciente y solícito con los de mediocre estofa.
         El nombre y el arte de Tórtola Valencia no supieron llevar al Teatro Municipal todo el gentío a que tenía derecho. Las danzas maravillosas de la bailarina de los pies desnudos tuvieron un público culto pero limitado.
         Y María Guerrero, Fernando Díaz de Mendoza y sus dramas no han conseguido todo el favor público debido a un espectáculo de tan encumbrada estirpe como el suyo.
         Anoche en la sala del teatro Municipal hubo aproximadamente el público de las noches anteriores.
         Se puso en escena Malvaloca, un drama de los Álvarez Quintero en el cual los famosos saineteros rozan la trascendencia en un vuelo entusiasta de su imaginación y de su fantasía.
         Pasa en Malvaloca lo que pasa en todas las obras de los Quintero, en que los hermanos andaluces han intentado ser grandes dramaturgos.
         La obra triunfa y entretiene por el colorido y naturalidad del detalle, pero se desmaya y se amortece en el proceso dramático.
         Y al vaciar los Álvarez Quintero, como un cesto de mixtura, su gracia, su ligereza y su facundia, vacían también, entre las florecillas de su ingenio sevillano, muchas frusterías almibaradas y muchas empalagosas golosinas.
         El azucaramiento de los Álvarez Quintero es grato a los paladares por un momento, pues el gusto más austero se aviene de rato en rato con los bombones. Pero, a mucho que se le pruebe y saboree, solo puede seguir siendo soportable para los paladares sensibleros que se refocilan perennemente con las cantilenas y los suspiros de los amartelados hermanos.
         Quien estas líneas traza casi no concibe que sea posible deleitarse en estos tiempos con el primero o con el tercer acto de Amores y Amoríos, por ejemplo, cuando las cursilerías que en ellas se han agrupado son tantas, que apenas si pueden ser eficaces para arrullar colombinamente a las niñas en sazón de casamiento o a los pollos sin ninguna sazón.
         Buena dosis de su acervo de plañidera sentimentalidad ponen los Álvarez Quintero en Malvaloca, cuyo tema, tratado por autor de más médula y enjundia, pudo tener notables alientos.
         Puesto en manos de los pueriles y encantadores entremesistas, sale de ellas anémico y ñoño y no añade títulos ni prendas a una fama ganada en campo más propicio y accesible.
         Autores que se pasaron la vida barbechando en chistes y superficialidades, enanos y tímidos han de ser forzosamente para empresa de más nobles y elevados vuelos.
         Y como con lo dicho basta para que se entienda que quien aquí comenta no transige con Malvaloca, no hay por qué añadir palabra lamentando que los Álvarez Quintero se aparten de un camino que les conviene y se metan en otro que les es hostil.
         María Guerrero interpretó con pasión e intensidad a la protagonista. No habíamos visto en Lima Malvaloca más emocionante cuantos asistimos anoche al Teatro Municipal. Muy justos y merecidos fueron pues los aplausos dados a la artista que escuchó anoche constantes y entusiastas ovaciones.
         Valenti y Santiago estuvieron correctos e inteligentes.
         Y cada cual, en su papel, acertado y discreto.
         Hoy se estrenará la comedia La propia estimación, uno de los últimos éxitos del ilustre y genial dramaturgo don Jacinto Benavente.
         Se nota entusiasmo para asistir a este estreno.


 
En el Municipal5  

La propia estimación
         La Compañía de María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza nos ofreció anoche un estreno interesante, La propia estimación, una obra reciente del esclarecido autor de La Noche del Sábado.
         La propia estimación es una comedia amable, demasiado amable, tan amable que podría dar tema para una conferencia a una sociedad de mujeres de buen tono y cristianos sentimientos.
         A juzgar por ella podría decirse que don Jacinto Benavente se ha encerrado en una encumbrada torre de marfil y que, desde ella, ha comenzado a ver la vida con tal idealidad y tal elevación que se ha olvidado de lo dolorosa, ruda y sórdida que es.
         Se diría que Benavente ha ido quintaesenciándose hasta escapar de la realidad y situarse en un plano ideológico verdaderamente celeste. Quiere Benavente la atmósfera templada de sus propias ideas que quería Baudelaire, cuando Baudelaire soñaba con vivir lejos de la turba y del mitin sobre las chimeneas y mástiles de la ciudad. Pero Baudelaire decía todo esto en versos y don Jacinto Benavente se empeña en decirlo en dramas.
         A fuerza de elevarse en el aerostato de sus ensueños, Benavente está perdiendo su visión de la vida. Y pues la está perdiendo y la necesita, se forja otra completamente abstracta y completamente suya.
         Ya para él no hay casi pasiones. Todo es ideales. El sentimiento se purifica en místicas fuentes lustrales. Los hombres se tornan buenos como corderos. La gracia de Jesús se enseñorea en los corazones. Y todos se arrepienten de ser tan humanos para ser un poco divinos.
         Esto es lo que se siente en La propia estimación en la cual culmina la tendencia de El Collar de Estrellas. Y basta para que se entienda que La propia estimación es una obra de escasa teatralidad. Con su tema podría haberse hecho un cuento o una novela llenos de filosofía y delicadeza espiritual. O, como ya está escrito, una conferencia para mujeres.
         El diálogo, como en todas las obras de Benavente, es ameno y fluido. También es anecdótico. Y también tiene máximas y moralejas de elegante cuño. Se ve en él que Benavente es un causeur muy inteligente y muy agradable. Oyéndolo en sus personajes se pasan gratamente las horas que dura la función, aun cuando en la escena no pasa nada.
         El argumento de La propia estimación es sencillo. Don Aurelio, un hombre soltero, elegante, rico y maduro, que busca una orientación definitiva y ennoblecedora en la vida, se apasiona por una dama casada. El matrimonio amenazado es pobre, pero vive muy enamorado, acaso porque es pobre. Don Aurelio lo protege solícitamente. Lo hace feliz con su protección. Y cuando siente más grande su amor y más intensa la simpatía de la dama, resuelve alejarse para no caer en la tentación y para no perder su papel de Divina Providencia. Se siente Dios en ese instante y, como es natural, no desea ser hombre. Pero quiere la suerte que el marido sorprenda al recto varón y a la honesta dama en momentos en que esta recibe emocionada un beso en la frente de aquel. Un beso de despedida. Un beso casto. Un beso arcangélico. Don Aurelio defiende lleno de elocuencia y de emoción a la dama y todo termina en una apoteosis de amor y de abnegación.
         El público aplaudió con entusiasmo la obra.
         María Guerrero estuvo a la altura obligada.
         Y quien obtuvo un triunfo fue Fernando.

Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 10 de diciembre de 1916. ↩︎

  2. Publicado en El tiempo, Lima, 11 de diciembre de 1916. ↩︎

  3. Publicado en El Tiempo, Lima, 14 de diciembre de 1916. ↩︎

  4. Publicado en El Tiempo, Lima, 15 de diciembre de 1916. ↩︎

  5. Publicado en El Tiempo, Lima, 16 de diciembre de 1916. ↩︎