4.14. Por los Teatros

  • José Carlos Mariátegui

En el Municipal1  

El destino manda
         La Compañía de María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza sigue ofreciendo a nuestro público estrenos atrayentes.
         La temporada dramática del Municipal va a revestir singular interés por las novedades del repertorio de María Guerrero.
         Anoche le tocó el turno a El destino manda, obra en dos actos de Paul Hervieu vertida al español por don Jacinto Benavente.
         El destino manda es una obra emocionante, intensa y dolorosa. El argumento es profundamente dramático. Las escenas se desarrollan dentro de una gran naturalidad. Los personajes están trazados con sobriedad e inteligencia.
         Y El destino manda es ante todo una obra teatral. Se siente en ella la sencillez francesa. Y se ve cómo sus autores no se pierden en el enredo de las pláticas filosóficas y de los aforismos familiares y prefieren penetrar en la verdad de la vida. Su teatro es un teatro de acción, no de divagaciones, y por eso gusta siempre.
         Anteanoche La propia estimación nos puso ante los ojos personajes ideales, sentimientos artificiales y celestes.
         Anoche El destino manda nos enseñó personajes y pasiones humanas.
         El contraste ha sido hondo y no hay necesidad de comentarlo. La presentación de la obra fue correcta.
         María Guerrero oyó los aplausos de todas las noches a su talento de actriz.
         Fernando Díaz de Mendoza nos hizo una interpretación muy acertada de su rol.
         Las inteligentes y hermosas damas Ladrón de Guevara y Carmen Morayas, dos figuras sobre salientes y simpatiquísimas de la compañía, estuvieron muy bien. El público del Municipal, que las viene celebrando día a día, las aplaudió también anoche con cariño. Las dos tienen exquisitos temperamentos, cristalina voz y castizo decir.
         El programa de hoy es interesante.
         En la matinée se pondrá en escena La propia estimación de don Jacinto Benavente y en la noche habrá un estreno notable, El hombre que asesinó, drama que teatralizó la famosa obra de Claude Farrere.

En el Excelsior  

         El Círculo de Periodistas está organizando una gran función en honor y beneficio del notable poeta peruano Domingo Martínez Luján.
         Un conocido intelectual hará uso de la palabra haciendo la presentación del poeta.
         Prestarán su concurso, entre otros distinguidos artistas, para esta función, el ilustre poeta español don Eduardo Marquina y la estupenda y genial bailarina Tórtola Valencia, quienes han querido hacer una gentil merced a la intelectualidad y al periodismo limeño.
         Se leerán en la función varias de las admirables poesías de Martínez Luján y algunas escritas con esta oportunidad.
         Algunos distinguidos elementos del núcleo artístico “Giuseppe Verdi” tomarán también parte en la función.
         Promete alcanzar un gran éxito esta fiesta que se realizará en la tarde del martes, tanto por la nobleza de su fin y por la brillantez del programa como por la importancia de la institución que la patrocina.


 
En el Municipal2  

El Collar de Estrellas
         Un estreno nos ofreció anoche la Compañía de María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza. Esto es ya muy interesante. Y fue el estreno de una comedia de don Jacinto Benavente. Esto es más interesante todavía.
         Está en El Collar de Estrellas la tendencia que se deja sentir en La propia estimación. Ya hemos hecho el comentario que nos sugiere esta tendencia. Pero hay en El Collar de Estrellas mayor teatralidad, mayor interés, mayor verismo. Viendo esta comedia se confiesa uno que el señor don Jacinto Benavente tiene mucho talento de autor teatral. Solo un hombre que lo posea muy sólido y muy grande puede hacer una comedia en cuatro actos con un asunto tan lánguido, delicuescente y flaco.
         Hay en la obra, como en todas las obras de su clase, un héroe. Este héroe se llama don Pablo y mientras a unos les parece un hombre superior, lo cual no quiere decir un superhombre, a otros les parece simplemente un alma de Dios. Y don Pablo, que tiene un espíritu contemplativo y altruista, un entendimiento sano y patriarcal, un corazón de oro y unos ensueños dulces y generosos, llega a una casa en quiebra y en desorden para poner en ella la paz y la concordia. Y no hay más en la obra.
         Don Pablo se asusta primero del espectáculo que le ofrecen las disensiones y las vergüenzas de la familia que él ama y que es la familia de su hermano muerto; pero luego adquiere alientos y hace una apología de la voluntad, del ideal y de la virtud. Y se empeña en constituir familia nueva, sentimientos nuevos, hombres nuevos y mujeres nuevas. La empresa no es sencilla, más para un alma tan grande y portentosa que se pasa la vida soñando en las estrellas puede llegar a serlo. Aparte de que para un autor de notable valimiento como Benavente no puede haber empresa que no sepa abordar con felicidad y fortuna un héroe suyo.
         La comedia de Benavente se resiente, pues, de falta de vitalidad y de emoción teatrales. Ha sido escrita con los ojos puestos en las estrellas, que son seguramente muy buenas inspiradoras de los poetas, pero muy malas inspiradoras de los dramaturgos.
         Sobra decir que, por otra parte, en El Collar de Estrellas son amenos los diálogos, hábiles los parlamentos y sabrosas las escenas.
         Y no hace falta sino añadir —porque el tiempo y el espacio no consienten otra cosa— que El Collar de Estrellas gustó a las personas que asistieron anoche al Teatro Municipal.
         La interpretación fue inteligente y disciplinada, mereciendo los mejores aplausos María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza.
         –Hoy se realizará el beneficio de Fernando Díaz de Mendoza, eminente figura del teatro español que trabaja actualmente en el Teatro Municipal.
         Tiene este beneficio no solo la importancia que le da el beneficiado sino también el interés del estreno de una celebrada obra de don Eduardo Marquina, Cuando florezcan los rosales.
         Se advierte grande entusiasmo en el público por asistir a la función de hoy.
         –Mañana jueves se estrenará en el Municipal La leona de Castilla, drama de don Francisco Villaespesa, uno de los poetas que mejor continúan la buena tradición del teatro clásico castellano.
         Interpretando el papel de protagonista en esa obra, se presentará ante nuestro público el joven actor don Carlos Díaz de Mendoza y Guerrero, al lado de las hijas de doña María Guerrero.
         El papel lo ha interpretado con gran acierto el primogénito de los actores esposos, directores de la compañía del Municipal, don Fernando Mendoza y Guerrero, enfermo actualmente.
         –Pasado mañana a las 5 y media de la tarde disertará don Fernando Marquina acerca de Santa Teresa de Jesús. Con esta conferencia, el ilustre poeta, hoy nuestro huésped, se despide de nuestro público.

Tórtola Valencia

         Hoy será obsequiada con un té por un distinguido grupo de intelectuales, amigos suyos, la admirable bailarina Tórtola Valencia.
         El agasajo se realizará en el Palais Concert.


 
En el Municipal3  

         Las dos funciones ofrecidas ayer por la compañía de María Guerrero, cuya temporada en el Teatro Municipal llega a su término, despertaron bastante interés en el público.
         En la tarde se puso en escena Locura de Amor, drama de don Manuel Tamayo y Baus, en la cual la figura de María Guerrero encuentra el rol y el marco que con ella se avienen.
         María Guerrero puso la pasión, la sinceridad y el amor que ya le conocíamos en la interpretación de Doña Juana, siendo frenéticamente aplaudida.
         En la noche se estrenó un drama de Francisco Villaespesa, La Leona de Castilla, obra de sonora y vibrante evocación histórica.
         La musa de Villa espesa halla en esta obra campo de amable escarceo. Los versos son elocuentes y gratos y muchos poseen gran belleza. Y hay en La Leona de Castilla intensidad dramática.
         Lagunas notables se advierte en el drama. Y sobran a ratos los latiguillos y las declamaciones. Pero es siempre una pieza que se armoniza con las aptitudes de la compañía del Municipal y de sus figuras descollantes.
         María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza dieron a sus interpretaciones toda la arrogante majestad de sus espíritus castellanos.
         Y debutó en el rol de don Juan de Padilla el joven artista Carlos Díaz de Mendoza y Guerrero, quien fue muy aplaudido.
         Hoy subirá a escena La ciudad alegre y confiada de don Jacinto Benavente.

Colón  

         Se anuncia, ya, como la última esta semana para la compañía de Rafael Arcos.
         Ayer subieron a escena La casa de los crímenes y El tenor, en vermouth y función nocturna, respectivamente, con éxito evidente para los actores de esa troupe. En la segunda de ellas, las señoritas Tubau y Ruiz, la señora Matilde García y Rafael Arcos, sacaron gran partido de sus roles.

El beneficio de Arcos  

         Mañana tendrá lugar el beneficio de este actor, que tanto éxito ha tenido aquí.
         Estrenará la comedia en tres actos, El modelo de virtudes y el juguete cómico La conferencia de Algeciras, creación del beneficiado, según se dice.


 
En el Municipal4  

El Gran Capitán
         El sonoro verso, el bizarro episodio y el gallardo gesto castellano, tornaron anoche a poner en la escena del Teatro Municipal la evocación de la España legendaria.
         En El Gran Capitán, la estrofa vibrante de Eduardo Marquina tiene bella exaltación y da relieve emotivo a las figuras de la Reina Isabel y de don Gonzalo Fernández de Córdoba.
         Anoche el público asistente al Teatro Municipal aplaudió con gran entusiasmo a Marquina, quien se presentó en escena varias veces entre las ovaciones más cariñosas.
         María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza hicieron una interpretación brillante de los roles de la Reina Isabel y del Gran Capitán.
         Para hoy se ha preparado un programa interesante.
         En la vermouth subirá a escena El destino manda, una de las obras más aplaudidas de la temporada.
         Y en la noche, a demanda general, se presentará Locura de amor, drama del insigne dramaturgo don Manuel Tamayo y Baus.


 
En el Municipal5  

Mariana de Echegaray y beneficio de María Guerrero
         La devoción del público limeño al a ilustre actriz María Guerrero, devoción sincera, profunda, acendrada, nacida hace seis años y fortalecida y renovada en esta nueva visita de la artista a nuestra metrópoli, tuvo vibrante y cálida manifestación con motivo de la velada de anoche.
         El Teatro Municipal, en uno de sus grandes días, reunió en su sala a una concurrencia enorme y distinguida que fue a decir con su presencia toda la admiración que merece en Lima la gran figura del teatro español.
         Quiso María Guerrero —a quien el público tributó anoche una salutación fervorosa y magnífica al presentarse en la escena— que fuera una de las obras de Echegaray que le ha dado reputación, Mariana, la que subiese a la escena para su función de honor.
         Y, pues María Guerrero encuentra culminante y trascendental su creación de Mariana, pues se siente a gusto dentro de este teatro, pues le hace homenaje y le consagra su elegido, no es tarde para ser comentarista de Echegaray.
         Si los dramas de este grande hombre del teatro español no fueran ya puestos en escena sino de vez en vez como una exhumación de las reliquias pasadas, extemporáneo e inoportuno sería trazar conceptos y observaciones sobre ellos, puesto que la crítica tiene formado ya el análisis de sus méritos y de su valía.
         Pero no ocurre esto.
         Hay una figura eminente de la escena de España que ama estos dramas, que se siente fuerte y admirable en ellos, que les da toda su pasión y todo su cariño y que los proclama sus predilectos cuando desea ofrecer a las gentes una de sus interpretaciones principales.
         Y precisa seguir hablando entonces de Echegaray, cuya dramaturgia anhelaríamos nosotros, que somos acaso un poco herejes, otro poco profanos y otro poco audaces, ver para siempre en el museo, a donde acudiríamos por otra parte para rendirle nuestros acatamientos y nuestras genuflexiones.
         El drama que fue estrenado anoche es un drama de fuegos artificiales como la mayoría de las obras de Echegaray, singularizadas por la mentira de sus personajes y de su acción. En Mariana hay falsificación de la vida, falsificación del arte, falsificación del sentimiento, falsificación de las psicologías. Se encuentra uno en ella con un engranamiento, con un eslabonamiento, con una concatenación de mistificaciones que no puede pasar inadvertida para el gusto de un público de esta edad, cultivado y refinado por la verdad y el naturalismo del artista nuevo.
         Todo en este drama es súbito, sorpresivo, violento. Y pertenece a esa legión de dramas del teatro español en los cuales la casualidad es la dueña y señora de la acción. En este estilo de teatro la casualidad crea, destruye, determina, manda. Se podría decir que la casualidad resulta el verdadero dramaturgo.
         Idéntico régimen tienen los folletines y las novelas románticas venidas hoy a menos en la elección de las gentes cultas, que no en la de los menestrales y las obreras.
         Las obras adquieren, conforme a tal procedimiento, una armazón, un proceso, una base de disparate que justifica todas las incongruencias, todas las mendacidades y todos los caprichos de esta dramaturgia de pirotecnia.
         Y son así artificiosos los personajes, artificiosa la vida, artificiosos los detalles, artificioso el diálogo. Las gentes hablan con un amaneramiento que en la época de don José Echegaray sería elegante y que hoy es espantosamente cursi. Las cursilerías se suceden con una intensidad que causa en el espíritu del espectador inteligente las más crispantes grimas.
         En el drama que acabamos de ver, como en todos los dramas del mismo abolengo, hay una heroína. Y esta heroína que se llama Mariana, es una mujer a ratos caprichosa y rara, pero siempre, y, sobre todo, una mujer absurda, contradictoria y nebulosa, esquiva a la comprensividad del público y probablemente también a la del autor.
         A esta buena señora de Mariana no hay quien la entienda ni quien la explique. Vive obsesionada por el recuerdo fatídico de un americano que fue el raptor y el amante de su madre. A juicio de Mariana este mal hombre —americano y revolucionario para ser más malo todavía— fue también el matador de su madre. La había matado de hambre y de celos, dos maneras muy eficaces en todos los siglos para matar a una pobre mujer honesta o deshonesta. Y el nombre del amante, Félix Alvarado, la persigue y la entristece. El recuerdo, a pesar de sus dichas presentes, la ha hecho maligna y neurasténica. Y especialmente la ha hecho cruel y mal intencionada con los varones. Coquetea con Daniel Montoya y con don Pablo simultáneamente. Pero para uno es solo amiga y para otro, aunque lo calle y disimule, es enamorada. La heroína se pasa un buen rato haciéndole teatro a su amado Daniel Montoya y martirizándole en tal forma que si él hubiera sido poeta le habría escrito unos versos llamándola inevitablemente su “adorado tormento”. Una carta, una carta súbita y folletinesca —ha sufrido un accidente su padre—, aleja de Mariana a Daniel Montoya en momentos en que debía acompañarla a un baile de máscaras. Y Mariana cambia el brazo de Daniel por el de don Pablo con regalo para este y encono y aflicción para aquel.
         Más tarde —es el segundo acto—, Mariana recibe las promesas de amor de don Pablo y Daniel y los correspondientes requerimientos para la boda. Y su amor comienza a flaquear ante la pertinacia del enamorado Daniel.
         Pero el destino —el destino que es tan malo, tan tremendo, tan intruso y tan definitivo en este teatro— hace luego que cuando en la casa del anticuario don Casto y en medio de una fiesta íntima, se decide Mariana a anunciar sus bodas con Daniel —ya ha habido escena de idilio y de acuerdo— descubre que Daniel es hijo de Félix Alvarado que no se apellidaba así sino en sus aventuras de político. Una arracada del anticuario, perteneciente a una momia mexicana —la ciencia enciclopédica de Echegaray consiente que se halle alados cupidos en las momias mexicanas— vendida en otra época por don Félix y cuya hermana gemela posee don Daniel, determina la fatal circunstancia. Y un recuerdo lleno de odios separa a Daniel de Mariana. Mariana anuncia sorpresivamente sus bodas, pero no con Daniel sino con don Pablo.
         Los rivales se baten, Daniel resulta herido, don Pablo y Mariana se casan, Mariana está muy triste. Estos y otros acontecimientos suceden a la coincidencia cruel.
         Y finalmente Mariana la heroína, la caprichosa, la rara, la tremenda, tiene una entrevista con Daniel, que ha penetrado sigilosamente en la casa de la luna de miel y le dice cuánto la ama y cuán separados se encuentran. Y tanto se arrebata la apasionada dama que llama a su marido —general y celoso— para decirle que quiere a Daniel y para obligarle a que la mate.
         Interesante y útil para el comentario de la obra es hacer la exposición de su asunto, aunque sea con rapidez y síntesis. Esta exposición justifica el concepto de que la obra es falsa y pirotécnica y de que está destinada a la colección histórica del teatro español.
         Faltan en Mariana méritos y grandezas que la hagan merecedora de supervivencia en la escena. Tiene su sitio en la biblioteca. Por la escena no puede pasar sino como una exhumación. Acaso pareció buena en su momento. Pero no es de las inmortales. Las obras imperecederas son muy pocas y más pocas todavía en la dramaturgia española.
         María Guerrero se juzga muy bien en este teatro de exageración, de hipérbole, de casualidad y de trueno. Tenemos que respetar su juicio. El temperamento de la artista pide la obra probablemente porque la obra pide la artista.
         La celebrada actriz hizo una Mariana llena de pasión, de intensidad, de fuerza. No la soñó mejor seguramente don José Echegaray. Viéndola, el dramaturgo la admiraría tanto como, interpretándolo, la actriz ama al dramaturgo.
         Requiere grande aplauso la interpretación total del drama, en la cual sobresalió Fernando Díaz de Mendoza.
         María Ladrón de Guevara estuvo inteligente, desenvuelta y sencilla en su papel.
         Y el público hizo elocuente demostración de su cariño a María Guerrero al terminar la representación.
         Es todo lo que, de la velada de anoche, de Mariana, de María Guerrero y de don José Echegaray, permiten los apremios del tiempo y del espacio que digamos a esta hora.

SIGFRIDO


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 17 de diciembre de 1916. ↩︎

  2. Publicado en El Tiempo, Lima, 20 de diciembre de 1916. ↩︎

  3. Publicado en El Tiempo, Lima, 22 de diciembre de 1916. ↩︎

  4. Publicado en El Tiempo, Lima, 24 de diciembre de 1916. ↩︎

  5. Publicado en El Tiempo, Lima, 26 de diciembre de 1916. ↩︎