4.12. Tortola Valencia en El Municipal

  • José Carlos Mariátegui

Un gran suceso artístico1  

         Anoche, las gentes de esta ciudad hemos tenido el honor de admirar y de aplaudir a una gran artista.
         El Teatro Municipal —teatro de todas las promiscuidades y de todos los eclecticismos— nos ha dado cabida para recibir las mercedes y las gracias de un arte exquisito, pluscuamperfecto, sublime, que ha regalado con la más noble emoción nuestros espíritus criollos.
         Nuestra metrópoli indolente y aldeana sabía que en el mundo había una bailarina maravillosa y que esta bailarina maravillosa no tenía un mote de diminutivo, ni un mote mercantilista, ni un mote patriótico, sino el nombre muy dulce, muy musical y muy armonioso de Tórtola Valencia.
         Pero nuestra metrópoli no tenía la previsión de que esta artista triunfante sería traída en su vagabundez aristocrática y bohemia a esta tierra indo española.
         La llegada de la genial artista fue sorpresiva, sonora, regocijada, alborotadora.
         Apenas había pasado la vibración de este minuto de asombro cuando se presentó anoche Tórtola Valencia en nuestro Teatro Municipal y en el traje esclarecido, legendario y magnífico de la maja española.
         La primera danza del programa fue una danza gallarda, donairosa; gentil. Pasó por el escenario la España de la galantería y del sarao con todos los aromas de una evocación delicada. Surgió la española de Goya, la española del paso breve y del ademán mimoso, la española de la mantilla negra y del abanico de encaje, la española de cortesano boato. Tórtola Valencia la interpretó con suprema comprensión dando al mohín del gesto, de la sonrisa y de la actitud, toda la espiritualidad y toda la gracia de la maja tradicional.
         Fue este baile pictórico y hermoso un prólogo delicado de la artística soirée. Una salutación sonriente. Una genuflexión aristocrática.
         La danza de la Gypsy nos reveló otro aspecto del arte de la bailarina. No fue ya la trivialidad amable y engreída de la maja española. Fue la trágica y misteriosa palpitación del alma de una gitana. Un episodio dramático e intenso vivió en las actitudes de la danzante milagrosa.
         Y luego el vals Danubio Azul de Strauss llevó a la escena el ritmo, la melodía y la vibración de otras razas y otros espíritus. Hubo perfumada y excelsa sensualidad en toda la frenética fantasía de la danza amorosa y apasionada.
         Tórtola Valencia fue saludada por aplausos devotos y enamorados y concluyó la primera parte del programa.
         Se sintió en el foyer la onda intensa y agitada del comentario lleno de admiración y de calor. Se sintió sorpresa, exaltación, fervor, asombro. Y la hipérbole entusiasta y sincera vibró en todas las frases.
         La Danza de Anitra llevó a la escena una emoción más exótica, más rara, más inspirada, más armoniosa. Tórtola Valencia puso en su ritmo la musicalidad de un episodio en que su arte es psicológico y profundo.
         Y siguió la Canción de Solveig, que es un poema de pura, quinta esenciada y diáfana ingenuidad, para que un instante después La Marcha Fúnebre de Chopin hiciera sentir en la congoja y el dolor del gesto y de la expresión toda la sentimentalidad y toda la tristeza de la armonía imponderable de Chopin.
         Tórtola Valencia consiguió en La Marcha Fúnebre de Chopin un triunfo supremo. Su dramaticidad cultivada y profunda se enseñoreó en todos los espíritus aturdidos aún por la sucesión de tan vastas y tan complejas sensaciones. En esta interpretación de su arte se hizo más accesible a la comprensión de los espectadores y puso en el teatro una palpitación melancólica, recogida y unciosa.
         La danza de los gnomos de Grieg, una creación fantástica, alucinante, prodigiosa, marcó el término de esta segunda parte del programa. Tórtola Valencia hizo surgir en la escena una página de la fábula. Su ritmo se hizo ágil, voluble, aéreo, maravilloso.
         El entusiasmo del público se acentuó.
         Fue arrebatado y ruidoso el comentario del foyer en cuyos comentarios hubo el arrebato apasionado de las grandes sorpresas artísticas.
         Se recordaba a las bailarinas notables que Lima había visto y se confesaba la novedad de la belleza recién conocida.
         Yo quise decir mi admiración a la gran artista. Tórtola Valencia estaba fatigada, acezante, inquieta, enfebrecida. Viéndola así se siente cómo es una mujer completamente poseída por su arte. Se entrega apasionadamente a su emoción y a su sentimiento con un fanatismo de religiosidad fetichista y bárbara.
         La tercera parte del espectáculo fue culminante.
         Tórtola Valencia ejecutó tres de sus danzas más grandiosas. Y puso en las tres la palpitación del alma oriental, misteriosa, amorosa y mística.
         La danza de la serpiente hizo sentir exhumaciones de rito apasionado y trágico. Tórtola Valencia, vibrante, majestuosa y sacerdotal, tejió con sus brazos las ondulaciones arrebatadas de dos serpientes. Los brazos de Tórtola Valencia son prodigiosos, melodiosos, puros, litúrgicos, ágiles, delicados y llenos de sabiduría. Los brazos de Tórtola Valencia han penetrado en todos los secretos de la armonía. Los brazos de Tórtola Valencia son dos intérpretes máximos del poema. Los brazos de Tórtola Valencia tienen la gracia milagrosa de las religiosas y de los ritos universales.
         A esta danza alucinante y extraña siguió la admirable Danza del Incienso. Tórtola Valencia hace más acendrado el misticismo evocador de su arte en esta danza incomparable. Resucita civilizaciones supervivientes en el recuerdo y supervivientes en el vestigio.
         Y finalmente bailó Tórtola Valencia la Bayadera. La rara y vibrante danza de las sacerdotisas indias hizo estremecer a las gentes. El arte de Tórtola Valencia tuvo un instante apoteósico.
         No es posible recoger en los párrafos apresurados y vehementes de una revista de medianoche todas las sensaciones de estas dos horas de arte incomparable.
         La revista es casi siempre un artículo limitado e incongruente en el cual la arbitrariedad periodística cohíbe la claridad y la concisión de las emociones.
         Y yo solo quiero decir que Tórtola Valencia tuvo anoche un triunfo magnífico y que en homenaje a ella mi espíritu se hinoja.

JUAN CRONIQUEUR


 
Un nuevo triunfo de la artista2  

         La maravillosa bailarina de los pies desnudos, la gitana armoniosa y soberana, la altísima señora del ritmo, la artista alucinante y estética que exalta, conmueve, paraliza, anonada, arredra, asombra, sugestiona, hipnotiza, la exégeta suprema de la melodía y del misterio, oyó anoche en el Teatro Municipal los aplausos más enamorados y sonoros, no todos los que su arte reclama, pero sí los que las gentes limeñas que ya han sentido la emoción de sus interpretaciones pueden tributarle.
         El triunfo que Tórtola Valencia alcanzó antenoche en el teatro Municipal, se ratificó, acentuó, consolidó y acrecentó anoche.
         Un público selecto y comprensivo sintió toda la belleza de sus danzas estupendas y la aclamó con un entusiasmo vibrante, con un noble delirio, con un arrebato vehemente y sincero.
         Y el Teatro Municipal, por cuyo escenario han desfilado tantas veces las farándulas de la mistificación y del mercantilismo, recogió entre sus muros las vibraciones de una exaltación grandilocuente y mágica.
         El apresuramiento que limita y tiraniza estos renglones impide hablar de todas las danzas del programa que ofreció anoche la genial bailarina.
         Apenas si permite hacer alusión a aquellas que interpretó por primera vez ante los ojos estupefactos y sorprendidos del público metropolitano.
         En la primera parte de la soirée magnífica, Tórtola Valencia ejecutó La Gitana de Granados. Puso en su interpretación la más prodigiosa de las síntesis y de las evocaciones del alma penumbrosa, inquietante y trágica de la gitanería. Tórtola Valencia tiene para esta danza no solo las aptitudes que le concede su espíritu de múltiples facetas y de vastos matices, sino también las que viven en las palpitaciones atávicas de su raza y de su sentimiento. Por eso hubo en la danza que bailó anoche tanta intensidad emocional. Su cuerpo se retorció y se transfiguró en las contorsiones y en las actitudes de un baile lleno de ritmos bellos y complejos.
         Siguió a este estreno el del Momento Musical de Schubert.
         Metamorfoseada incomparablemente, Tórtola Valencia trasladó a su actitud y a su movimiento las bellezas exquisitas y delicadas de la admirable composición de Schubert.
         El público, impresionado acendradamente, tributó a la artista una gran ovación al concluir esta parte del programa.
         Y llegó el turno en la segunda parte a La Muerte de Asa, cuyo elogio hará necesarias todas las columnas que nos niegan la hora y sus requerimientos. Tórtola Valencia, resucita profundos misterios mitológicos y compendia en sus gestos y en sus ritmos una tragedia intensa y estremecedora. La dramaticidad de esta artista suma tiene culminaciones sucesivas en esta danza imponderable y pone en las almas de los espectadores un recogimiento angustioso y terrible.
         Tórtola Valencia alcanzó en ella uno de sus triunfos más decisivos, más indiscutibles, más fuertes, más grandiosos.
         El público sintió la honda emoción de la tragedia y aclamó a la artista estruendosamente después de la Muerte de Asa, que por ningún motivo debe ser olvidada en el próximo programa.
         La Danza Árabe fue la última de las nuevas danzas ejecutadas anoche por Tórtola Valencia. Es maravillosa de expresión, de fuerza pictórica, de armonía, de religiosidad, de elocuencia, de misterio, de belleza, de evocación. Es una teoría hermosísima del rito y del sentimiento musulmanes. Es un poema exótico, luminoso y perfumado, ungido por cien óleos sagrados y sahumado por cien resinas sacerdotales.
         Tórtola Valencia ha triunfado anoche una vez más.
         Maja, princesa, gitana, bacante, heroína, diosa, serpiente, bayadera, su arte está enseñoreado en la vida de esta metrópoli aldeana, rutinaria, pobre y vulgar.

LA GRAN VERMOUTH DE HOY
         Defiriendo a las de mandas de las familias de la sociedad limeña, Tórtola Valencia dará hoy una única vermouth, con rebaja de precios.
         Será esta la penúltima presentación de la gran mime-danzante.
         El programa es brillantísimo y consigna el estreno de la Muerte del Cisne de Saint Saens, del Capricho Árabe de Tárrega, de La Rosa de Chopin y de La Danza Noruega de Grieg.
         Lo copiamos enseguida:
 

6 p.m.
 
Primera parte
                  1.- Obertura por la orquesta.
                  2.- La Maja - Aroca.
                  3.- Sinfonía.
                  4.- Danza Noruega - Grieg.
                  5.- Sinfonía.
                  6.- Momento Musical - Schubert.

Segunda parte
                  1.- Obertura por la orquesta.
                  2.- Muerte del Cisne - Saint Saens.
                  3.- Sinfonía.
                  4.- Capricho Árabe - Tárrega.
                  5.- Sinfonía.
                  6.- Marcha fúnebre - Chopin.
                  7.- Sinfonía.
                  8.- La Rosa - Chopin

Tercera parte
Danzas del Oriente
                  1.- Obertura por la orquesta.
                  2.- La Serpiente - Repert N.º 15 - Leo Delibes.
                  3.- Sinfonía.
                  4.-Danza del Incienso - Repert N.I. Buccalossi.
                  5.- Sinfonía.
                  6.- La Bayadera - Repert. N.º 6 - Leo Delibes.

Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 3 de diciembre de 1916. ↩︎

  2. Publicado en El Tiempo, Lima, 4 de diciembre de 1916. ↩︎