4.11. De Teatros
- José Carlos Mariátegui
En el Municipal Felyne Verbist1
En el tinglado del Municipal que un día— fue con motivo de la presentación de otra gran bailarina, Antonia Mercé— llamamos asilo de tantas promiscuidades, volvió a triunfar anoche el arte excelso, maravilloso y exquisito de Felyne Verbist. Nuevamente el encanto de su ritmo y de su gesto habló al alma de las galerías, de los palcos y de la platea, y despertó clamores de entusiasmo sincerísimo y devoto.
El teatro estuvo concurridísimo, casi totalmente ocupado, pero al entrar a él tuvimos sin embargo la impresión de que nuestro público no había acudido a admirar a Felyne Verbist con toda la unanimidad que el arte de la notable bailarina merece.
Al influjo de los entusiasmos enfervorizados de la segunda soirée y cuando ya en este diario se ha escrito las impresiones de la noche de estreno, no es necesario ni posible insistir en la exaltación detenida de los bailes que ejecuta Felyne Verbist. Cabe solo cumplir con la obligación ritual de hacer una breve reseña de esta función cuyo éxito ha sido tan inmenso como el de la primera.
El primer baile del programa —Valse lento, de Leo Delibes— tuvo en la gracia aristocrática de esta mujer, que es toda ella armonía y cadencia delicadas y suaves, la más exquisita interpretación. Risueño el gesto; mimosas las manos al coger con los dedos leves los extremos de la falda aérea; cadencioso el paso; lleno de fina coquetería el ademán, Felyne Verbist dio a cada nota de la orquesta el encanto de su ritmo plástico.
Y siguieron La Fiesta de las Flores, baile de ópera, que llevó al escenario aromas de jardín, de primavera y de fiesta floral; la maravillosa Muerte del Cisne que la bailarina matiza con la más feliz y más admirable precisión y que es todo un magnífico poema; la danza de Salomé que vibra con el prodigio de todas sus evocaciones y pone ante los ojos de la artista —así lo siente el espectador— la cabeza ensangrentada de Yo Kanaan; Sylvia, otro gran baile de ópera, en el cual la silueta de la Verbist se yergue aérea y da la impresión fabulosa de rozar solo el suelo los pies de la artista.
La Danza de las Horas que compendia en diez minutos lo das las sensaciones —ocaso, fatiga, sombra, misterio, sueño, inquietud, amanecer, desperezo, alegría y sol— que hace sentir el isócrono ritmo del día.
Finalmente, después que Les Millions de Arlequín, con su gracia y su donaire atildados y sutiles exaltó todos los entusiasmos y condujo al público a la exigencia no siempre discreta del bis, Felyne Verbist quiso caprichosamente ejecutar un baile español en el cual puso toda su gentileza y que fue merecidamente aplaudido.
En todo instante la gran artista fue dueña de la atención del público y estuvo el público comprensivo, inteligente y enamorado. Al terminar cada baile los aplausos estallaban espontáneos y ruidosos y solicitaban de la artista el gracioso ademán de su agradecimiento ante el homenaje.
Felyne Verbist se embarcará el miércoles. En presencia del éxito de las dos funciones han resuelto ofrecer mañana martes una matinée con la cual se despedirá de Lima.
Es sensible que solo reste a esta ciudad —ciudad condenada todavía a contentarse con tanta mediocridad y con tanta insignificancia— una sola oportunidad más para admirar el arte de esta gran artista, cuya presentación a nuestro público bajo los auspicios de la Empresa Valle, constituirá para esta un merecido título de recomendación al aplauso público.
A la función de anoche concurrieron S.E. el presidente de la república y su esposa.
Felyne Verbist recibió varios regalos de flores.
El teatro estuvo concurridísimo, casi totalmente ocupado, pero al entrar a él tuvimos sin embargo la impresión de que nuestro público no había acudido a admirar a Felyne Verbist con toda la unanimidad que el arte de la notable bailarina merece.
Al influjo de los entusiasmos enfervorizados de la segunda soirée y cuando ya en este diario se ha escrito las impresiones de la noche de estreno, no es necesario ni posible insistir en la exaltación detenida de los bailes que ejecuta Felyne Verbist. Cabe solo cumplir con la obligación ritual de hacer una breve reseña de esta función cuyo éxito ha sido tan inmenso como el de la primera.
El primer baile del programa —Valse lento, de Leo Delibes— tuvo en la gracia aristocrática de esta mujer, que es toda ella armonía y cadencia delicadas y suaves, la más exquisita interpretación. Risueño el gesto; mimosas las manos al coger con los dedos leves los extremos de la falda aérea; cadencioso el paso; lleno de fina coquetería el ademán, Felyne Verbist dio a cada nota de la orquesta el encanto de su ritmo plástico.
Y siguieron La Fiesta de las Flores, baile de ópera, que llevó al escenario aromas de jardín, de primavera y de fiesta floral; la maravillosa Muerte del Cisne que la bailarina matiza con la más feliz y más admirable precisión y que es todo un magnífico poema; la danza de Salomé que vibra con el prodigio de todas sus evocaciones y pone ante los ojos de la artista —así lo siente el espectador— la cabeza ensangrentada de Yo Kanaan; Sylvia, otro gran baile de ópera, en el cual la silueta de la Verbist se yergue aérea y da la impresión fabulosa de rozar solo el suelo los pies de la artista.
La Danza de las Horas que compendia en diez minutos lo das las sensaciones —ocaso, fatiga, sombra, misterio, sueño, inquietud, amanecer, desperezo, alegría y sol— que hace sentir el isócrono ritmo del día.
Finalmente, después que Les Millions de Arlequín, con su gracia y su donaire atildados y sutiles exaltó todos los entusiasmos y condujo al público a la exigencia no siempre discreta del bis, Felyne Verbist quiso caprichosamente ejecutar un baile español en el cual puso toda su gentileza y que fue merecidamente aplaudido.
En todo instante la gran artista fue dueña de la atención del público y estuvo el público comprensivo, inteligente y enamorado. Al terminar cada baile los aplausos estallaban espontáneos y ruidosos y solicitaban de la artista el gracioso ademán de su agradecimiento ante el homenaje.
Felyne Verbist se embarcará el miércoles. En presencia del éxito de las dos funciones han resuelto ofrecer mañana martes una matinée con la cual se despedirá de Lima.
Es sensible que solo reste a esta ciudad —ciudad condenada todavía a contentarse con tanta mediocridad y con tanta insignificancia— una sola oportunidad más para admirar el arte de esta gran artista, cuya presentación a nuestro público bajo los auspicios de la Empresa Valle, constituirá para esta un merecido título de recomendación al aplauso público.
A la función de anoche concurrieron S.E. el presidente de la república y su esposa.
Felyne Verbist recibió varios regalos de flores.
El joven H.
En el Municipal2
Consignándose en el programa de la función que ofrecerá esta noche Felyne Verbist varios estrenos, encontramos oportuno publicar una ligera explicación ilustrativa sobre las danzas que ejecutará:
Primer baile.— Es este vals uno de los más famosos valses de Delibes, conocido por el nombre de Coppelia o La Muñeca.
Segundo baile.— Mlle. Verbist resucita en el Minueto de Glück, la fina galantería del siglo XVIII y el prestigio de aquella ceremoniosa corte de Luis XV, toda hidalguía y elegancia. Y la melodía exquisita de esta danza, en cuyos ritmos realizó el genio vigoroso y severo de Gluck un prodigio de gracia, fluye de los armónicos movimientos de Mlle. Verbist, deliciosamente evocadora y galante.
Tercer baile.— Durante su triunfal permanencia en Italia, y deseando corresponder a la admiración que le rindiera Turín, Mlle. Verbist se empeñó en poner en escena una de las más características danzas cómicas italianas, y ejecutó por primera vez La Monferrina, baile popular del Piamonte. Fue delirante el éxito de Mlle. Verbist, quien siglo pasado, bailada, hasta entonces, por las campesinas.
Cuarto baile.— La Muerte del Cisne es sin duda la obra maestra de Mlle. Verbist y quizás, al punto de vista de la partitura, la obra maestra de Saint-Saens.
Los más eminentes críticos de varios países han reconocido en eso una obra emocionante.
El cisne, al caer el día, se encuentra rodeado en el parque, cuando de un sitio de este parque disparan un tiro que hiere al animal.
El cisne, herido, trata de averiguar dónde le ha dado la bala y se siente morir. Hace un último esfuerzo para saltar, pero es inútil; entra la agonía y muere.
Quinto baile.— La Mariposa, de Grieg, es como partitura una de las más famosas del ilustre compositor.
Sexto baile.— Mlle. Verbist interpreta en Roberto el Diablo la idea fundamental de la famosa ópera de Meyerbeer: la novia muerta que se incorpora de su sepulcro, acude a seducir a Roberto, llena de duda y de temor, y torna, por fin, a su tumba.
Séptimo baile.— De partitura especialmente escrita para Mlle. Verbist por el gran compositor argentino R. Pecan del Sar, fue quizá el más enorme éxito de la bailarina en el Teatro Colón de Buenos Aires. Exquisito y suave, todo aroma y delicadeza, el Vals des Roses es la embriaguez de las flores en el alma de una virgen; el desvanecimiento en la atmósfera capitosa del perfume, a cuyo conjuro se rinden el espíritu y el cuerpo, en la armonía suprema del languidecimiento de las flores que mueren y la embriaguez de la virgen que se desmaya.
Octavo baile.— Salomé es ya demasiado conocida. Mlle. Verbist pasa justamente por ser una de las mejores Salomés del mundo, prestándose a ello admirablemente su cuerpo y, además, huye de toda vulgaridad en las pasiones que excitaron a la hijastra de Herodes en presencia de la cabeza de Johanaan.
Su mímica, en este baile, es estupenda.
Primer baile.— Es este vals uno de los más famosos valses de Delibes, conocido por el nombre de Coppelia o La Muñeca.
Segundo baile.— Mlle. Verbist resucita en el Minueto de Glück, la fina galantería del siglo XVIII y el prestigio de aquella ceremoniosa corte de Luis XV, toda hidalguía y elegancia. Y la melodía exquisita de esta danza, en cuyos ritmos realizó el genio vigoroso y severo de Gluck un prodigio de gracia, fluye de los armónicos movimientos de Mlle. Verbist, deliciosamente evocadora y galante.
Tercer baile.— Durante su triunfal permanencia en Italia, y deseando corresponder a la admiración que le rindiera Turín, Mlle. Verbist se empeñó en poner en escena una de las más características danzas cómicas italianas, y ejecutó por primera vez La Monferrina, baile popular del Piamonte. Fue delirante el éxito de Mlle. Verbist, quien siglo pasado, bailada, hasta entonces, por las campesinas.
Cuarto baile.— La Muerte del Cisne es sin duda la obra maestra de Mlle. Verbist y quizás, al punto de vista de la partitura, la obra maestra de Saint-Saens.
Los más eminentes críticos de varios países han reconocido en eso una obra emocionante.
El cisne, al caer el día, se encuentra rodeado en el parque, cuando de un sitio de este parque disparan un tiro que hiere al animal.
El cisne, herido, trata de averiguar dónde le ha dado la bala y se siente morir. Hace un último esfuerzo para saltar, pero es inútil; entra la agonía y muere.
Quinto baile.— La Mariposa, de Grieg, es como partitura una de las más famosas del ilustre compositor.
Sexto baile.— Mlle. Verbist interpreta en Roberto el Diablo la idea fundamental de la famosa ópera de Meyerbeer: la novia muerta que se incorpora de su sepulcro, acude a seducir a Roberto, llena de duda y de temor, y torna, por fin, a su tumba.
Séptimo baile.— De partitura especialmente escrita para Mlle. Verbist por el gran compositor argentino R. Pecan del Sar, fue quizá el más enorme éxito de la bailarina en el Teatro Colón de Buenos Aires. Exquisito y suave, todo aroma y delicadeza, el Vals des Roses es la embriaguez de las flores en el alma de una virgen; el desvanecimiento en la atmósfera capitosa del perfume, a cuyo conjuro se rinden el espíritu y el cuerpo, en la armonía suprema del languidecimiento de las flores que mueren y la embriaguez de la virgen que se desmaya.
Octavo baile.— Salomé es ya demasiado conocida. Mlle. Verbist pasa justamente por ser una de las mejores Salomés del mundo, prestándose a ello admirablemente su cuerpo y, además, huye de toda vulgaridad en las pasiones que excitaron a la hijastra de Herodes en presencia de la cabeza de Johanaan.
Su mímica, en este baile, es estupenda.
En el Colón3
“La mala fama”
Anoche estrenó la compañía de Paco Ares, ante público numeroso, la comedia en dos actos de Julio de la Paz La mala fama.
La entusiasta labor que en la literatura dramática ha hecho Julio de la Paz, ha encontrado siempre en el público favorable acogida. Desde que estrenó El Cóndor pasa que, en un medio como el nuestro, tan estéril con este género de manifestaciones artísticas, tuvo el éxito que merecía, todas sus obras han encontrado aplauso, aun aquellas en que el autor se apartaba de la ruta de su sinceridad literaria y transigía abiertamente con la vulgaridad del teatro ínfimo.
Un esfuerzo tan perseverante, continuo y modesto, un espíritu tan estudioso y tenaz y una obra tan noblemente orientada, han sido sin duda títulos bastantes para formar una reputación de autor, que tiene por supuesto los atributos propios de un arte en gestación como el de nuestro teatro nacional.
La mala fama es una comedia que tiene el mérito indiscutible de ser una obra seria. Su asunto es hondo, emocionante y está generalmente tratado con inteligencia. Hay un conflicto intenso, un proceso doloroso, pasiones vibrantes y hondas, caracteres bien impresos y crítica acerba; y en el fondo de todo mucha amargura, mucha verdad y mucha visión de vida y de miserias sociales.
Es discutible que el problema sea un problema de nuestra realidad cotidiana. El caso de La mala fama es tal vez un caso más imaginativo que frecuente y cierto, pero no por eso menos bien observado.
El autor nos lleva a un hogar pobre y honrado, en el cual una madre defiende una tradición de honestidad y de virtud. Dos de sus hijas son novias de dos mozos pobres, de su condición y de su clase. Otra vive ilusionada por el amor de un joven elegante y rico. La madre posee la acerba enseñanza de la experiencia y defiende su hogar. No participa del engaño de su hija y siente el peligro. También ella, cuando fue joven y hermosa tuvo la seducción de un amor igual. Y este amor doloroso fue su pecado, el pecado del cual la redimieron sus naturales orientaciones hacia el bien. Como otrora la madre, la hija así asediada —Laura— peca también deja su hogar. Pero en ella la reacción no se produce y por el contrario goza con el halago de una nueva vida, suntuosa, alegre y fascinadora. Con el amante de Laura, llegaron al hogar de la comedia dos hombres, como él jóvenes, elegantes y ricos. Y cuando Laura sigue a su seductor, la maledicencia rodea y acecha a las hermanas inocentes. La mala fama las asedia y las encierra. A una de ellas amenaza quitarle el amor del novio bueno y pobre que se siente opreso por los consejos de su familia. Y cuando en la casa todo es dolor y tristeza, llega a sus umbrales la pecadora, que tiende los brazos a la madre y a las hermanas abandonadas. Después de una escena amarga, en que se acentúa el distanciamiento y la separación, hay un instante en que la reconciliación parece aparecer. La familia forma un grupo amoroso y afligido. Suena entonces la bocina del automóvil que espera. Laura siente que este grito de la bocina es un requerimiento de la instancia placentera y amable que a ella la cautiva. Y parte. Su sed de vida vence y puede más que la debilidad transitoria de un enternecimiento.
La obra es valiente. El final es amargo, es doloroso. No hay esa transacción servil de una amable y convencional escena de felicidad y de reconstrucción de cuanto la vida derribó. El mayor acierto está acaso en la verdad triste en que culmina el episodio.
El primer acto, afligido por las dificultades de una exposición laboriosa, tiene ciertas lagunas. Podría señalársele varios defectos que quitan a la comedia la pureza artística que, con mayor cuidado, pudo tener. Se recurre en este acto a la coincidencia folletinesca de la identidad del nombre del seductor de la madre con el del seductor de la hija. Hay la misma, muy recalcada, identidad entre el episodio pasado con el episodio presente. Y bastaba una evocación simple del pasado.
En el segundo acto la obra se depura de estas deficiencias. Las escenas son más sentidas, más emocionantes, más verdaderas. El autor llega a conseguir mejor la interpretación de su propia idea —esa interpretación en la cual se tropieza antes varias veces— y hace sentir hondamente su asunto y sus personajes.
Minutos después del estreno, no es posible trazar sobre una obra cualquiera, y mucho menos sobre una obra de esta especie, un juicio detenido. Más tarde lo hará seguramente la crítica que debe a La mala fama, que es un noble esfuerzo de un autor inteligente, un instante de análisis.
La obra fue recibida con cariño. Al concluir el primer acto, el autor fue llamado a escena. A mitad del segundo se repitió por dos veces el honroso requerimiento del público. Y al final de la obra, hubo también franca demostración de aplauso.
De la interpretación, hay que decir que fue esforzada. Paco Ares y las señoras Abad y Aranaz sobresalieron. Los demás estuvieron generalmente discretos. No es hacerles poco elogio.
La entusiasta labor que en la literatura dramática ha hecho Julio de la Paz, ha encontrado siempre en el público favorable acogida. Desde que estrenó El Cóndor pasa que, en un medio como el nuestro, tan estéril con este género de manifestaciones artísticas, tuvo el éxito que merecía, todas sus obras han encontrado aplauso, aun aquellas en que el autor se apartaba de la ruta de su sinceridad literaria y transigía abiertamente con la vulgaridad del teatro ínfimo.
Un esfuerzo tan perseverante, continuo y modesto, un espíritu tan estudioso y tenaz y una obra tan noblemente orientada, han sido sin duda títulos bastantes para formar una reputación de autor, que tiene por supuesto los atributos propios de un arte en gestación como el de nuestro teatro nacional.
La mala fama es una comedia que tiene el mérito indiscutible de ser una obra seria. Su asunto es hondo, emocionante y está generalmente tratado con inteligencia. Hay un conflicto intenso, un proceso doloroso, pasiones vibrantes y hondas, caracteres bien impresos y crítica acerba; y en el fondo de todo mucha amargura, mucha verdad y mucha visión de vida y de miserias sociales.
Es discutible que el problema sea un problema de nuestra realidad cotidiana. El caso de La mala fama es tal vez un caso más imaginativo que frecuente y cierto, pero no por eso menos bien observado.
El autor nos lleva a un hogar pobre y honrado, en el cual una madre defiende una tradición de honestidad y de virtud. Dos de sus hijas son novias de dos mozos pobres, de su condición y de su clase. Otra vive ilusionada por el amor de un joven elegante y rico. La madre posee la acerba enseñanza de la experiencia y defiende su hogar. No participa del engaño de su hija y siente el peligro. También ella, cuando fue joven y hermosa tuvo la seducción de un amor igual. Y este amor doloroso fue su pecado, el pecado del cual la redimieron sus naturales orientaciones hacia el bien. Como otrora la madre, la hija así asediada —Laura— peca también deja su hogar. Pero en ella la reacción no se produce y por el contrario goza con el halago de una nueva vida, suntuosa, alegre y fascinadora. Con el amante de Laura, llegaron al hogar de la comedia dos hombres, como él jóvenes, elegantes y ricos. Y cuando Laura sigue a su seductor, la maledicencia rodea y acecha a las hermanas inocentes. La mala fama las asedia y las encierra. A una de ellas amenaza quitarle el amor del novio bueno y pobre que se siente opreso por los consejos de su familia. Y cuando en la casa todo es dolor y tristeza, llega a sus umbrales la pecadora, que tiende los brazos a la madre y a las hermanas abandonadas. Después de una escena amarga, en que se acentúa el distanciamiento y la separación, hay un instante en que la reconciliación parece aparecer. La familia forma un grupo amoroso y afligido. Suena entonces la bocina del automóvil que espera. Laura siente que este grito de la bocina es un requerimiento de la instancia placentera y amable que a ella la cautiva. Y parte. Su sed de vida vence y puede más que la debilidad transitoria de un enternecimiento.
La obra es valiente. El final es amargo, es doloroso. No hay esa transacción servil de una amable y convencional escena de felicidad y de reconstrucción de cuanto la vida derribó. El mayor acierto está acaso en la verdad triste en que culmina el episodio.
El primer acto, afligido por las dificultades de una exposición laboriosa, tiene ciertas lagunas. Podría señalársele varios defectos que quitan a la comedia la pureza artística que, con mayor cuidado, pudo tener. Se recurre en este acto a la coincidencia folletinesca de la identidad del nombre del seductor de la madre con el del seductor de la hija. Hay la misma, muy recalcada, identidad entre el episodio pasado con el episodio presente. Y bastaba una evocación simple del pasado.
En el segundo acto la obra se depura de estas deficiencias. Las escenas son más sentidas, más emocionantes, más verdaderas. El autor llega a conseguir mejor la interpretación de su propia idea —esa interpretación en la cual se tropieza antes varias veces— y hace sentir hondamente su asunto y sus personajes.
Minutos después del estreno, no es posible trazar sobre una obra cualquiera, y mucho menos sobre una obra de esta especie, un juicio detenido. Más tarde lo hará seguramente la crítica que debe a La mala fama, que es un noble esfuerzo de un autor inteligente, un instante de análisis.
La obra fue recibida con cariño. Al concluir el primer acto, el autor fue llamado a escena. A mitad del segundo se repitió por dos veces el honroso requerimiento del público. Y al final de la obra, hubo también franca demostración de aplauso.
De la interpretación, hay que decir que fue esforzada. Paco Ares y las señoras Abad y Aranaz sobresalieron. Los demás estuvieron generalmente discretos. No es hacerles poco elogio.
J.C.
En el Municipal
La temporada iniciada en el Teatro Municipal por la compañía Mario, sigue consolidando su éxito artístico.
Anoche puso en escena una comedia muy hermosa de Florencio Sánchez, En familia, que es sin duda alguna la obra de más relieve que nos ha hecho conocer la Compañía Mario. Hay tan grande verismo, tan bella naturalidad y tanta emoción en esta comedia, que no es posible menos que reconocerla como un brillante exponente de la literatura dramática argentina.
Florencio Sánchez, autor de En familia, tiene reputación continental. Aunque nació en el Uruguay, su vida y su obra se desarrollaron en la Argentina, país en el cual su talento y sus méritos se abrieron tan franco camino que el gobierno le concedió una pensión en Europa. Fue todo un dramaturgo y su producción hará vivir por mucho tiempo la admiración que su arte despertara. En la Argentina se rinde a la memoria de este artista, dolorosa y tristemente desaparecido, un culto devoto.
A pesar de que no es esta una de las obras culminantes de Florencio Sánchez, se encuentra en ella tan sobrios y grandes méritos que bastan para considerar la magnitud de la obra artística de este dramaturgo.
La obra fue puesta en escena con toda corrección. Los intérpretes, desenvueltos y hábiles, dueños por completo de sus roles. Se distinguieron Mario, que merece todo elogio, Escarcela y las señoras Padín, Argüelles y Mancini.
El programa de hoy es muy interesante.
Anoche puso en escena una comedia muy hermosa de Florencio Sánchez, En familia, que es sin duda alguna la obra de más relieve que nos ha hecho conocer la Compañía Mario. Hay tan grande verismo, tan bella naturalidad y tanta emoción en esta comedia, que no es posible menos que reconocerla como un brillante exponente de la literatura dramática argentina.
Florencio Sánchez, autor de En familia, tiene reputación continental. Aunque nació en el Uruguay, su vida y su obra se desarrollaron en la Argentina, país en el cual su talento y sus méritos se abrieron tan franco camino que el gobierno le concedió una pensión en Europa. Fue todo un dramaturgo y su producción hará vivir por mucho tiempo la admiración que su arte despertara. En la Argentina se rinde a la memoria de este artista, dolorosa y tristemente desaparecido, un culto devoto.
A pesar de que no es esta una de las obras culminantes de Florencio Sánchez, se encuentra en ella tan sobrios y grandes méritos que bastan para considerar la magnitud de la obra artística de este dramaturgo.
La obra fue puesta en escena con toda corrección. Los intérpretes, desenvueltos y hábiles, dueños por completo de sus roles. Se distinguieron Mario, que merece todo elogio, Escarcela y las señoras Padín, Argüelles y Mancini.
El programa de hoy es muy interesante.
Las de enfrente
Esta noche estrenará la Compañía de Arturo Mario en el Teatro Municipal, la comedia de Federico Mertens Las de enfrente.
Esta obra, conforme hemos dicho en otras oportunidades, obtuvo inmenso éxito en la Argentina, habiendo pasado de 1600 el número de sus representaciones.
En la velada de esta noche, tendrá pues el público ocasión de conocer una celebrada producción teatral de nuestro distinguido huésped, el literato argentino Federico Mertens.
Esta obra, conforme hemos dicho en otras oportunidades, obtuvo inmenso éxito en la Argentina, habiendo pasado de 1600 el número de sus representaciones.
En la velada de esta noche, tendrá pues el público ocasión de conocer una celebrada producción teatral de nuestro distinguido huésped, el literato argentino Federico Mertens.
Referencias
| palabras