Introducción

  • Mijail Mitrovic, Doctor en Antropología y Profesor auxiliar del Departamento Académico de Arte y Diseño, Pontificia Universidad Católica del Perú

En la exhibición Un nuevo hombre (2019), Iosu Aramburu presentó por primera vez un cuadro entonces llamado Cortejo fúnebre A.1 La pintura presenta una masa humana que marcha hacia la morada final de los restos de alguien que, por la tela que recubre el ataúd y la bandera que escolta a sus cargadores, parece ser un comunista. Un líder, alguien con la capacidad de que una masa que excede el encuadre de la escena irrumpa en el espacio. Al atender a las figuras individuales, se advierte un delicado trabajo de construcción que especifica a cada cual, una a una, que funciona bien toda vez que la vestimenta otorga cierta homogeneidad al conjunto. Ese equilibrio entre las particularidades de cada figura que no disuelve la imagen global de la masa es, acaso, el principal logro formal del cuadro. Ello tiene especial relevancia cuando se comprende que se trata de una interpretación pictórica de una fotografía anónima —perteneciente al Estudio Fotográfico Hermanos Avilés— que captura la magnitud del acompañamiento del cuerpo de José Carlos Mariátegui hacia el cementerio Presbítero Matías Maestro el jueves 17 de abril de 1930, al día siguiente de su fallecimiento B. Además de la apreciable concurrencia, destaca el féretro cubierto por una bandera roja y la banderola de la Federación de Chauffeurs, quedando fuera de escena aquella de la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP), que presidía la marcha C. La toma muestra el paso del cortejo por la Plaza de Armas, en la esquina con calle Pescadería (hoy, Jr. Junín).

En lo que sigue, intentaré poner en diálogo algunos hechos históricos próximos a la muerte de Mariátegui que permitirán discutir el cuadro de Aramburu frente a ciertos modos de representación de la figura del Amauta que han sido dominantes en la cultura socialista peruana a lo largo del siglo XX, muchos aún vigentes en el presente. Por esa ruta será posible desentrañar la relevancia del cuadro, no solo para la historia del arte peruano, sino para renovar el debate sobre el arte de vanguardia como parte de la praxis socialista. En otro plano, es importante anotar que la pintura que impulsa esta indagación no necesariamente guarda relación con la historia que exploraré, ni su revisión exhaustiva formó parte del proceso de trabajo de Aramburu. Reconocer esa distancia ubica esta indagación en un terreno metodológico más interesante que pretender que aquella obra tiene como objetivo resolver los problemas históricos y estético-políticos que discutiré más adelante. Antes bien, plantea un desafío respecto de cómo se comprenden hoy dichos problemas, y contribuye a reevaluar la historia de los vínculos entre arte y política desde los tiempos de Mariátegui hasta nuestros días.

Notas

  1. Sobre este cuadro y la exhibición “Un nuevo hombre”, ver: Mijail Mitrovic, “Fragmentos para (volver a) usar el modernismo,” en: Iosu Aramburu, Un nuevo hombre [catálogo de exhibición] (Lima: ICPNA, 2019), 5788. Disponible en la web del artista: http://iosuaramburu.com/ ↩︎