Cambiar la cultura implicaba transformar los estereotipos frente a las identidades existentes. De hecho, Mariátegui siempre abogó por desjerarquizar las relaciones culturales y rechazó todo biologismo. Su propuesta subrayó el carácter social de la diferencia cultural y de la desigualdad económica. Cuestionó los patrones de poder que reproducían la racialización del trabajo y la subalternización de identidades, saberes y formas de vivir1. Heredero de las lecciones de Manuel González Prada, Mariátegui estaba convencido de que “el pecado de la República fue nacer sin y contra el indio” (Mariátegui, J. C. (1984). 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. Biblioteca Amauta.).
En sus 7 ensayos sostuvo claramente que el mestizaje “necesita ser analizado no como cuestión étnica, sino sociológica” (Mariátegui, J. C. (1984). 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. Biblioteca Amauta.) y anotemos que, en ese entonces, “raza” no era una categoría exactamente biológica y estaba mucho más asociada a lo que hoy entendemos por “diferencia cultural”. Más bien, y en contraposición a los usos de hoy, la palabra “etnia” era la que hacía referencia a lo biológico y, por eso mismo, Mariátegui la descartó rápidamente (Manrique, N. (1999). Mariátegui y el problema de las razas. En La piel y la pluma. Escritos sobre literatura, etnicidad y racismo (pp. 59-84). Cidiag y SUR.). Para él, los seres humanos son siempre seres históricos y, por tanto, las relaciones que se han creado entre ellos responden, sobre todo, a sistemas de poder y dominación social. Dos citas suyas son muy claras al respecto: “El concepto de razas inferiores sirvió a occidente blanco para su obra de expansión y conquista” (Mariátegui, J. C. (1984). 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. Biblioteca Amauta.) y “Partiendo del concepto de la inferioridad de la raza, para llevar a cabo una explotación intensa, los poderes coloniales han buscado una serie de pretextos jurídicos y religiosos para legitimar su actitud” (Mariátegui, J. C. (1987). Ideología y política. Biblioteca Amauta.).
Mariátegui nunca dejó de preguntarse cómo y por qué los pueblos indígenas, que habían llegado a un grado muy avanzado de organización social antes de la conquista, “se estancaron bajo el régimen colonial” (Mariátegui, J. C. (1987). Ideología y política. Biblioteca Amauta.). Siguiendo esta lógica, un verdadero proyecto de transformación social no tendría como objetivo “integrarlos” en el marco del Estado nacional ya existente, sino de reconstruir el Estado nacional desde nuevos paradigmas (Quijano, A. (2014). Raza, etnia y nación en Mariátegui. En Cuestiones y horizontes. De la dependencia histórico estructural a la colonialidad/decolonialidad del poder (pp. 757-775). Clacso. http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20140507040653/eje3-7.pdf).
De hecho, Mariátegui cuestionó la idea de que la nación deba ser algo homogéneo, y puso en jaque a todas aquellas políticas que negaban la heterogeneidad y la diferencia cultural. Hoy llamaríamos a esta propuesta “interculturalidad”. En sus ensayos, sostuvo que en el Perú, las diversas culturas no se encontraban en igualdad de condiciones, sino que estaban bajo rígidos sistemas de dominación social. Sostuvo que “Un país políticamente independiente puede ser económicamente colonial” (Mariátegui, J. C. (1985a). Historia de la crisis mundial. Biblioteca Amauta.). Su proyecto apuntó entonces a desjerarquizar lo que había sido excluido para comenzar a construir una nueva cultura y una nueva sociedad.
Como marxista, Mariátegui proponía profundas transformaciones en el sistema económico, pero a su vez entendía que el problema de las culturas excluidas no podía ser resuelto sin un verdadero cambio cultural. Mariátegui entendió que la marginación del mundo indígena no era solo un problema económico relativo a la propiedad, sino también de una sociedad que producía identidades y relaciones sociales basadas en la desigualdad y la jerarquización. Para él, el llamado “problema indígena” necesitaba de una solución económica, pero igualmente de la liquidación de la servidumbre entendida como “un desarrollo mental de la economía” (Mariátegui, J. C. (1984). 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. Biblioteca Amauta.), vale decir, como una práctica económico-cultural que construía identidades y roles diferenciados entre las personas. “Se trata al peón como una cosa y no como una persona”, afirmó (Mariátegui, J. C. (1984). 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. Biblioteca Amauta.).
Sin embargo, es preciso subrayar que su interés por la heterogeneidad cultural y por las culturas subalternizadas nunca cayó en una idealización chauvinista o en la propuesta por un aislamiento autónomo. Mariátegui fue siempre un pensador universalista ajeno a todo tipo de inmanentismo cultural: “El Perú es un fragmento de un mundo que sigue una trayectoria solidaria” (Mariátegui, J. C. (1970). Peruanicemos al Perú. Biblioteca Amauta.) escribió firmemente, para luego sostener sin miedo que:
Del prejuicio de la inferioridad de la raza indígena, empieza a pasarse al extremo opuesto: el de que la creación de una nueva cultura americana será esencialmente obra de las fuerzas autóctonas. Suscribir esta tesis es caer en el más ingenuo y absurdo misticismo. (Mariátegui, J. C. (1987). Ideología y política. Biblioteca Amauta.)
Es decir, a pesar de ser uno de los más importantes activistas del indigenismo, Mariátegui defendió siempre la mejor herencia del pensamiento occidental y promovió su difusión. Alentó la lectura de los “clásicos” y fue un promotor de las vanguardias que remecieron la escena artística en Europa desde principios de siglo. De hecho, fue en Europa donde se hizo marxista y donde optó por pensar el Perú no desde un particularismo autosuficiente, sino como parte de un gran proyecto de emancipación universal. Para Mariátegui, el capitalismo era uno solo (con singularidades locales, sin duda) y, por lo tanto, había que combatirlo mundialmente.
Mariátegui fue, sin duda, un cosmopolita y un indigenista. Su propuesta apuntaba a reconstruir la cultura peruana desde su propia historia, pero sin dejar de insertarla en las complejas dinámicas del mundo contemporáneo. Su proyecto cultural apuntó a reconciliar el país con su propio pasado, —un pasado que había sido negado— para articularlo con las más fértiles experiencias (occidentales y orientales) de la historia humana.
Notas
-
Como se ha hecho notar, sus comentarios sobre la migración china y sobre la cultura afroperuana resultan hoy inaceptables y dolorosos. Mariátegui no dejó de quedar también impregnado de algunos estereotipos de su época. Sin embargo, la siguiente cita —escrita por él mismo— parece funcionar como una reflexión autocrítica: “No es raro encontrar en los propios elementos de la ciudad que se proclaman revolucionarios, el prejuicio de inferioridad del indio y sus resistencias a reconocer este prejuicio como una simple herencia o contagio mental del ambiente” (1987, pp. 32-33). ↩︎