El periodismo no solo fue la práctica formativa en Mariátegui, sino también una opción fundamental en su proyecto político y cultural. Con tan solo quince años, en 1910 Mariátegui ingresó de “alcanza-rejones” en la imprenta del diario La Prensa, donde trabajó luego como ayudante de linotipista y corrector de pruebas1. Estas labores, que podrían ser consideradas menores, le permitieron adquirir un conocimiento empírico de los procesos de impresión, hecho que resultó invalorable para sus futuros proyectos editoriales. Primero se encargaba de recoger los artículos de los redactores para entregarlos a la imprenta, de llevar los cables de agencias de noticias a la redacción, ocasión que aprovechaba para leerlos y, en muchos casos, traducirlos del francés, idioma que conocía bien y era la lingua franca de aquella época. En 1913, Alberto Ulloa Cisneros, director de La Prensa, identificó sus capacidades y ordenó que pasase a redacción. A En 1915, se crea el Círculo de Cronistas en el que Mariátegui participó como secretario y luego como vicepresidente de la Junta Directiva2. Su temprano involucramiento en la gestación de dicha agremiación evidencia su verdadero interés en la formación de cuadros profesionales que activaron nuevas formas de participación en la vida pública (Thissen, S. (2017). Mariátegui. La aventura del hombre nuevo. Biografía ilustrada. Horizonte.).
En 1916, Mariátegui ingresó al recientemente fundado periódico El Tiempo como cronista parlamentario con la columna “Voces”, dedicada a reseñar los avatares de la política nacional. Este trabajo le permitió formarse como “escritor político, discutido e influyente” (Tauro, A. (1992). José Carlos Mariátegui. Escritos juveniles: La Edad de Piedra. Tomo 4 (Voces1). Biblioteca Amauta.). En paralelo, en 1917, inició su primer intento por fundar un periódico propio como fue el diario La Noche en contraposición al diario El Día, este último vinculado al gobierno de José Pardo. Fue desde ahí que comenzó a definir una postura nada complaciente con la convicción de que el periodismo era un lugar de crítica al poder y un dispositivo para difundir la verdad. A Mariátegui, no le interesaba el periodismo orientado a defender intereses particulares, sino aquel capaz de describir la realidad desde el punto de vista de los actores sociales y sus organizaciones directas.
Con Félix del Valle y César Falcón fundan la revista Nuestra Época, publicada en junio de 1918. Aunque de corta existencia —tan solo dos números—, su primer artículo, contra las malas prácticas militaristas, ocasionó que un grupo de jóvenes militares lo golpearan abusivamente. Luego, en 1919, fundó La Razón, que buscó ser un portavoz de las nuevas demandas obreras y universitarias. Esta fue una empresa compleja, pues al no contar con medios de producción propios, dependían de la imprenta del Arzobispado de Lima. Finalmente, el diario fue clausurado por la presión del gobierno de Leguía y Mariátegui, junto con Falcón, fueron enviados a Europa en una sutil deportación. A su regreso, luego de haber observado los periódicos y las revistas europeas del momento, dirigió la revista Claridad (1923-1924) y fundó Amauta (1926-1930), que fue uno de sus legados más importantes. Todas estas experiencias le proporcionaron un gran conocimiento de la labor periodística, del proceso editorial y de su importancia en la esfera pública del momento.
Notas
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Los rejones eran pequeñas barras de metal que usaban los linotipistas para alinear las letras y armar la composición de textos dentro de la caja. ↩︎
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A los dos meses de fundado, pasó a llamarse Círculo de Periodistas y luego dio nacimiento, el 21 de julio de 1928, a la Asociación Nacional de Periodistas. ↩︎