Mariátegui tenía una gran capacidad como organizador preocupado por la democratización de la cultura. Sus diferentes proyectos buscaron dotar al movimiento popular de un instrumento de formación educativa. Al regresar al Perú, en una de sus conferencias en la Universidad Popular González Prada, afirmó lo siguiente:
[…] el proletariado necesita, ahora como nunca, saber lo que pasa en el mundo. Y no puede saberlo a través de las informaciones fragmentarias, episódicas, homeopáticas del cable cotidiano, mal traducidas y peor redactadas en la mayoría de los casos, y provenientes siempre de agencias reaccionarias. (Mariátegui, J. C. (1985a). Historia de la crisis mundial. Biblioteca Amauta.)
Fue en el diario Labor donde Mariátegui buscó crear un órgano al servicio de la comunidad obrera y campesina. De la misma manera que Clarté y Monde H, fundadas por Barbusse, Mariátegui definió a Amauta como una revista de doctrina y polémica, mientras que Labor debía servir como un periódico de información destinado a un público mucho más amplio (Mariátegui, J. C. (1928a, 24 de noviembre). Prensa de doctrina y prensa de información. Quincenario Labor.). En su número introductorio lo explica enfatizando la importancia de lograr un mínimo tiraje para hacerlo sostenible, buscando el compromiso de las organizaciones obreras —quienes también serían las que definan su formato futuro—:
“LABOR” se transformará en un semanario apenas su economía se lo consienta. Para esto no necesitamos, sino que todos nuestros agentes sean solícitos y exactos en el envío de sus remesas, que todas las organizaciones obreras se suscriban a una cantidad fija de ejemplares y que todos nuestros lectores nos ayuden en la difusión del periódico, reclutándonos subscriptores, pidiéndolo en los puestos, haciéndolo conocer por sus amigos. Necesitamos alcanzar un tiraje estable de 6,000 ejemplares, íntegramente absorbidos en la República e inmediatamente pagados. Cuando nuestra circulación alcance esta cifra, estaremos en condición de considerar una de estas dos medidas: reducir el precio del periódico a 5 centavos conservando su formato y número de páginas o aumentar éste y mejorar su presentación y contenido. El público de “LABOR” será el que decida cuál de estas medidas debe ser preferida. Desde ahora abrimos, al respecto, una encuesta entre nuestros amigos y simpatizantes. (Mariátegui, J. C. (1928a, 10 de noviembre). Labor. Quincenario Labor.)
Labor fue un medio para generar una mayor unidad entre los trabajadores, pero se diferenció notablemente de las clásicas publicaciones del sindicalismo del momento (Casetta, G. (1981). Labor, revista sindical de los años veinte. En Podestá, B. (Ed.), Mariátegui en Italia (pp. 115-126). Amauta.). En Labor, los artículos sobre arte y literatura eran paralelos a los escritos sobre las luchas sociales y los asuntos campesinos. En el primer número, por ejemplo, se combinan artículos sobre la política mexicana con una encuesta sobre el valor de la literatura proletaria. Un artículo del propio Mariátegui sobre el problema indígena es antecedido por un relato de Gamaliel Churata. Además, se informó de la exposición en Lima del pintor argentino José Malanca y se comentaron diversos aspectos de la vida sindical.
Hay que notar que los años de la publicación de Labor (1928-1929) representaron el momento de mayor articulación simultánea de todos los proyectos de Mariátegui. A razón de la ruptura con el APRA y del permanente hostigamiento del gobierno de Leguía (la intervención a su casa, la detención por unos días, la permanente “pérdida” de su correspondencia y libros), Mariátegui no solo buscó proponer intervenciones de mayor envergadura, sino articularlas unas con otras. Si la revista Amauta generó Labor, con Labor se sentaron las bases materiales que luego permitieron la creación del Partido Socialista (1928) y de la Confederación General de Trabajadores del Perú-CGTP (1929).
La articulación entre Amauta y Labor refleja el esfuerzo para sentar las bases de una futura cultura común entre trabajadores, intelectuales y campesinos. Mientras que la mayoría de los intelectuales peruanos veían al campesino como “otro” casi inaccesible, Mariátegui identificó que la cultura impresa podía ser puesta al servicio de una nueva estrategia de comunicación popular. Es más, el truncado proyecto de convertir la columna “El Ayllu” en un periódico destinado solo al mundo campesino es un nuevo ejemplo de la permanente búsqueda de ampliación de un proyecto cultural muy sólido y de su articulación con diversos actores sociales.