7.11. Provincia sobreviviente
- José Carlos Mariátegui
1Uno de los hombres más venturosos de la tierra, en esta hora de la madrugada en que escribimos rodeados de gritos, papeles, preguntas y contertulios, es el doctor Aníbal Maúrtua, liberal ilustre, publicista estudioso y geógrafo conspicuo.
El doctor Maúrtua andaba descontento y malhumorado hasta ayer. Le habían informado que entre las provincias que se quedaban sin diputación, por obra del señor Cornejo, estaba la provincia de Pachitea. Y, claro, se había disgustado mucho.
Pero en la tarde de ayer el Dr. Cornejo lo detuvo en la calle para decirle:
—¡Doctor Maúrtua! ¡Pachitea tendrá diputado! ¡Y ese diputado será usted!
El doctor Maúrtua tuvo la sensación de que el mundo daba vuelta de campana. Y estrechó entre sus brazos al tribuno. Le agradeció sus palabras en nombre de Pachitea. Y le aseguró que Pachitea estaba en cuerpo y alma con los diecinueve puntos de la reforma constitucional.
La diputación de Pachitea, según la versión palatina, se ha salvado de milagro.
Estaba comprendida decididamente entre las diputaciones borradas del cuadro de vacantes. Gentes malévolas y traviesas habían sostenido en palacio que la provincia de Pachitea no era una provincia. Que era únicamente una diputación. Y que, siendo únicamente una diputación, lo mejor era suprimirla. Además, habían afirmado que en Pachitea no había electores. Que el doctor Maúrtua había hecho figurar como electores a todos los árboles de su provincia. Y que la opinión pública que auspiciaba la candidatura del doctor Maúrtua no era, por consiguiente, una opinión ciudadana sino una opinión forestal.
Mas nadie había contado hasta ese instante con la previsión del doctor Maúrtua. Nadie tenía noticia de que el doctor Maúrtua había escrito un libro sobre la provincia. Un libro que hablaba de su pasado, su presente y su porvenir. Un libro que comprobaba su riqueza. Un libro que contenía datos estadísticos completos sobre su población, su agricultura y su minería.
El libro cayó, pues, sorpresivamente en la mesa del presidente provisorio. Y el presidente provisorio no tuvo más remedio que leérselo desde la primera hasta la última página.
Pensó que una provincia sobre la cual se había escrito una monografía minuciosa debía estar representada en la Cámara. Y consultó a sus ministros. Uno por uno, los ministros opinaron con el señor Leguía. Pachitea, en verdad, no se hallaba en la misma condición que las otras provincias de fundación reciente. Pachitea se hallaba amparada por un libro.
Solo al doctor Osores se le ocurrió un consejo maligno:
—Si suprimimos la diputación de Pachitea obligaríamos a Maúrtua a publicar otro libro. Maúrtua, que ha escrito un libro defendiendo su provincia escribiría, sin duda, otro libro, defendiendo su diputación. ¡Yo creo, por esto que debemos suprimir la diputación por Pachitea! ¡Yo soy partidario de que el Estado estimule el incremento de la bibliografía nacional!
Y se sonrió con toda su socarronería clásica y esclarecida.
El doctor Maúrtua andaba descontento y malhumorado hasta ayer. Le habían informado que entre las provincias que se quedaban sin diputación, por obra del señor Cornejo, estaba la provincia de Pachitea. Y, claro, se había disgustado mucho.
Pero en la tarde de ayer el Dr. Cornejo lo detuvo en la calle para decirle:
—¡Doctor Maúrtua! ¡Pachitea tendrá diputado! ¡Y ese diputado será usted!
El doctor Maúrtua tuvo la sensación de que el mundo daba vuelta de campana. Y estrechó entre sus brazos al tribuno. Le agradeció sus palabras en nombre de Pachitea. Y le aseguró que Pachitea estaba en cuerpo y alma con los diecinueve puntos de la reforma constitucional.
La diputación de Pachitea, según la versión palatina, se ha salvado de milagro.
Estaba comprendida decididamente entre las diputaciones borradas del cuadro de vacantes. Gentes malévolas y traviesas habían sostenido en palacio que la provincia de Pachitea no era una provincia. Que era únicamente una diputación. Y que, siendo únicamente una diputación, lo mejor era suprimirla. Además, habían afirmado que en Pachitea no había electores. Que el doctor Maúrtua había hecho figurar como electores a todos los árboles de su provincia. Y que la opinión pública que auspiciaba la candidatura del doctor Maúrtua no era, por consiguiente, una opinión ciudadana sino una opinión forestal.
Mas nadie había contado hasta ese instante con la previsión del doctor Maúrtua. Nadie tenía noticia de que el doctor Maúrtua había escrito un libro sobre la provincia. Un libro que hablaba de su pasado, su presente y su porvenir. Un libro que comprobaba su riqueza. Un libro que contenía datos estadísticos completos sobre su población, su agricultura y su minería.
El libro cayó, pues, sorpresivamente en la mesa del presidente provisorio. Y el presidente provisorio no tuvo más remedio que leérselo desde la primera hasta la última página.
Pensó que una provincia sobre la cual se había escrito una monografía minuciosa debía estar representada en la Cámara. Y consultó a sus ministros. Uno por uno, los ministros opinaron con el señor Leguía. Pachitea, en verdad, no se hallaba en la misma condición que las otras provincias de fundación reciente. Pachitea se hallaba amparada por un libro.
Solo al doctor Osores se le ocurrió un consejo maligno:
—Si suprimimos la diputación de Pachitea obligaríamos a Maúrtua a publicar otro libro. Maúrtua, que ha escrito un libro defendiendo su provincia escribiría, sin duda, otro libro, defendiendo su diputación. ¡Yo creo, por esto que debemos suprimir la diputación por Pachitea! ¡Yo soy partidario de que el Estado estimule el incremento de la bibliografía nacional!
Y se sonrió con toda su socarronería clásica y esclarecida.
Referencias
-
Publicado en la La Razón, Nº 61, Lima, 18 de julio de 1919. ↩︎