6.20.. Don Juan, candidato

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Ya tienen candidato a la presidencia del Senado todos los grupos de esa Cámara. El señor don Juan Durand es el candidato de los senadores liberales. Los candidatos son, pues, cuatro. El señor Echenique, candidato de los senadores civilistas. El señor Cornejo, candidato de los senadores leguiístas. El señor Bernales candidato de los senadores sin filiación. El señor Durand, candidato de los senadores liberales.
         Los senadores liberales le han echado así un jarro de agua fría a la candidatura del señor Echenique. Los senadores civilistas confiaban para el triunfo del señor Echenique con la cooperación de los senadores liberales. No aguardaban que los senadores liberales reclamaran para ellos la presidencia del Senado.
         Y ahora están, por eso, en trances largos.
         Los liberales no se niegan a negociar un entendimiento. Oyen las proposiciones de cualquier grupo. Las oyen y las consideran y las rebaten. Pero mantienen su candidato.
         Muy bien —dicen a los senadores de los otros grupos. Muy bien. Vamos a discutir un arreglo. Pero vamos a discutirlo sobre la base de la elección de un liberal como presidente del Senado.
         Y les preguntan a los civilistas:
         —¿Ustedes no quieren discutirlo sobre la base de la elección de un civilista?
         Los civilistas responden que sí con la cabeza.
         Y los liberales exclaman:
         —Bueno. ¡Nosotros hacemos lo mismo!
         Los civilistas no tienen que responder entonces.
         Los leguiístas rodean a los liberales. Le aseguran al oído que ellos sí se hallan totalmente resueltos a discutir sobre la base de la elección de un liberal. Y les agregan que ellos no son como los civilistas.
         Pero los liberales los interrumpen:
         —Perdón. Estamos en trato con los civilistas. Y, seguramente, nos entenderemos con ellos.
         Y les preguntan, risueñamente, a los civilistas:
         —¿No es cierto?
         Los civilistas asienten:
         —¡Por supuesto!
         Era, pues, exacto que el señor don Juan Durand no había traído únicamente de Huánuco sus credenciales de senador. Que no había venido a humo de paja. Su candidatura a la presidencia del Senado lo está diciendo bien claro.
         Los liberales se han hecho cargo de su posición en el Parlamento. Se han fijado en que su voto tiene que ser decisivo para la solución del problema presidencial. Y se han creído en la obligación de expresar con un gesto rotundo que no hay por qué suponerles leguiístas ni aspillaguistas. Y que no son sino liberales.
         Los periodistas tratamos de encerrar al señor Durand dentro de un anillo de interrogaciones concéntricas. Pero el señor Durand, sonriéndose con toda la boca, se nos escurre como una anguila. Inútilmente lo arrinconamos, poco a poco, contra un poste. Lo único que sacamos en limpio de un diálogo callejero con él es que es candidato. Que los liberales velarán por él solos o acompañados.
         Y sacamos, además, esta observación:
         —Solo los senadores liberales saben a firme cuántos son. Los demás grupos del senado no lo saben. Los senadores civilistas, los senadores leguiístas y los senadores sin tildación tienen un número sujeto a fluctuaciones. Un número que sube y baja según la temperatura.
         Y que, con este frío del invierno, hay minutos en que baja de cero.


Referencias


  1. Publicado en la La Razón, Nº 43, Lima, 30 de junio de 1919. ↩︎