6.15. Palabras textuales

  • José Carlos Mariátegui

 

         1El señor don Luis Miró Quesada, diputado por Lima, se incorporará próximamente a la Cámara.
         Esto no lo decimos nosotros. Que lo dijéramos nosotros no sería gracia. Esto acaba de decirlo el señor don Juan Durand, leader liberal del Senado. Y acaba de decirlo delante del señor Miró Quesada.
         Ha sido en la hacienda Ñaña.
         El alcalde de la ciudad agasajaba con un almuerzo campesino al señor Archibald Cooper, nuevo gerente de la Peruvian Corporation. El señor Irigoyen había pronunciado un brindis galano. El señor Cooper le había contestado en una aleación de nuestra honrosa lengua castellana con su noble lengua británica. Y el señor Durand, que había sido invitado a brindar también, expresaba la satisfacción de los representantes a congreso presentes por las declaraciones sagaces del señor Cooper.
         Y, señalándolos uno por uno, los enumeró:
         —El señor Irigoyen, diputado por Huari. El señor Pinzás, diputado por Dos de Mayo. El señor Benavides, diputado por Huallaga. El señor Miró Quesada, diputado por Lima, que se incorporará próximamente.
         Sonó, interrumpiendo el discurso, una ovación.
         Parecerá, de primera lectura, que la frase del señor Durand no representa nada. Que es una frase que se le escapó involuntariamente al señor Durand. Pero no es así. La frase del señor Durand representa mucho. Y, además a un político redomado como el señor Durand no se le escapa jamás una frase involuntaria.
         Abramos la historia del proceso de las diputaciones de Lima. Y busquemos su último capítulo. Veremos que los senadores liberales abandonaron la pretensión de que se incorporase como diputado por Lima, en vez del señor don Jorge Prado, al señor Balbuena. Y que no abandonaron esa pretensión porque estimasen que el señor Balbuena no tenía la mayoría de los sufragios. Eso de ninguna manera. La abandonaron porque consideraban nulo todo el proceso. Y porque creían que debía convocarse a nuevas elecciones.
         Esta fue la bandera levantada por los liberales para combatir el ingreso de los señores Prado y Miró Quesada en la Cámara de Diputados.
         Cierto que, más tarde, el señor Balbuena aceptó el consulado general en México. Y que se olvidó, por consiguiente, de la diputación por Lima. Y que renunció hasta a la credencial de diputado suplente por la huanuqueña provincia de Marañón. Muy cierto. Pero eso no indicaba que los liberales evacuasen su línea defensiva. No podía aún tenerse la certidumbre de que los liberales no librarían una nueva batalla contra la incorporación de los señores Prado y Miró Quesada.
         Pero hoy sí se tiene esta certidumbre. El señor Durand, leader liberal del Senado, ha reconocido la calidad de diputado electo del señor Miró Quesada. Y ha ido más allá todavía. Ha hecho votos por su pronta entrada en la Cámara de Diputados.
         Algo, por supuesto, muy sagaz.
         Y es que los liberales no están para acometer luchas estériles. Saben que no pueden evitar la incorporación de los señores Prado y Miró Quesada. Y optan por no gastar energías en obstruirla. Retiran del debate sus puntos de vista. Les tienden cortésmente la mano a los vencedores. Y prueban una vez más que son un partido de mucho sentido práctico. Un partido que no emplea en empresas secundarias la fuerza que necesita para las grandes empresas.
         Ya nada dificultará, pues, la incorporación de los señores Prado y Miró Quesada. Nada la demorará si quiera. No habrá motivo ni pretexto para largas discusiones y ardorosas polémicas. La unanimidad será absoluta. Un gran carpetazo resolverá la entrada de los diputados de 1917. Un gran carpetazo y una ovación cerrada.


Referencias


  1. Publicado en la La Razón, Nº 37, Lima, 24 de junio de 1919. ↩︎