1.19. Pases de tanteo

  • José Carlos Mariátegui

 

         1El señor Pardo les está tomando otra vez el pulso a los partidos. Necesita que le den un candidato a la Presidencia de la República. Y no le interesa que sea determinada persona. Le interesa únicamente que no sea el señor Leguía. Que no sea el señor Leguía por ningún motivo.
         Tres partidos se han conchabado armoniosamente. Tal como lo quería el partido nacional democrático en su conmovedora carta de la otra noche. Y, aunque todavía no se han aliado formalmente, el hecho es que ya andan agarrados de las manos.
         Próximamente los veremos canjearse representantes y poderes. Y “apigualarse” en el regazo del señor Aspíllaga, como diría con su habitual empeño de enriquecer el lenguaje el señor don Ricardo Lorente y Patrón.
         Pero, a pesar de todo, no nos sentimos cercanos del concierto demandado tan solícita y apasionadamente por los futuristas. Más aún. Estamos convencidos de que el concierto no llegará. El país no tiene el ánimo para conciertos.
         Entre los mismos partidos de la “entente” no existe entusiasmo alguno por la Convención.
         El partido civil, por ejemplo, le mira la cara al señor Aspíllaga. Y se da cuenta de que al señor Aspíllaga la convención le gusta muy poco. Particularmente la convención amplia y universal que preconizan de un lado el señor José Carlos Bernales y de otro lado los políticos del futurismo. El señor Aspíllaga quiere ser candidato del civilismo. Y sabe que no podría serlo nunca de la convención. La convención es para él una amenaza siniestra. Cada elogio de la convención le suena como una frase agorera a su ánima aristocrática y gentil. Tanto que nada más que porque al señor Aspíllaga no le place ni le conviene, hemos acometido nosotros la empresa denodada de arremeter bravamente contra la convención.
         El partido liberal, por su parte, le mira también la cara al señor Durand. Y se da cuenta igualmente de que al señor Durand le da muy mala espina el proyecto de la convención. Y le sobran razones. Una convención no sería nunca propicia para la candidatura del señor Durand a la Presidencia de la República. Por consiguiente, iría a ella con la certidumbre de que carecía de opción para el primer premio. Iría en busca de un segundo o de un tercer premio. Y un segundo o un tercer premio no es sino un “placé”. Un “placé” apenas. Y el partido liberal se niega a conformarse por más tiempo con los “placés” y con los “casis” que hasta ahora no ha cesado de depararle la suerte.
         No hay, pues, que arrebatarse ni soliviantarse en pro de la convención ni en contra de ella. La convención es hoy tan difícil como ayer. Su viabilidad no ha aumentado. No ha aumentado en lo más mínimo. Son cosas del destino. Y el destino manda.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 30 de octubre de 1918. ↩︎