1.10.. Un conflicto

  • José Carlos Mariátegui

 

         1La Cámara de Diputados está embarazada en una cuestión que causa grimas y desazones en todos los espíritus. La cuestión de La Brea y Pariñas. Aún no ha acometido resueltamente su estudio. No ha salido de su antesala. No ha hecho sino discutir la discusión. Las condiciones de la discusión, las bases de la discusión y la calidad de la discusión.
         Han convenido todos los diputados en que la discusión no debe ser política. En que no debe haber criterio de minoría oposicionista ni criterio de mayoría ministerial. En que no debe oírse más sugestión que la del interés patriótico. En que cada diputado debe sentirse un juez austero y sacerdotal.
         Sin embargo, no han podido convenir en una cosa: la concurrencia del ministro de Hacienda señor Maúrtua.
         Y, por eso, no han entrado todavía en el debate esencial de la cuestión. Se han embrollado en un juego interesante. Unos se han pasado las horas pidiendo la presencia del señor Maúrtua. Pidiéndola a gritos. Otros se han pasado las horas negándola. Negándola con disimulo y cautela.
         Y las gentes, por supuesto, se han intrigado:
         —Pero, ¿por qué no se quiere que asista al debate el señor Maúrtua?
         ¿Qué ocurre con el señor Maúrtua? ¿Acaso la mayoría no tiene ganas de oír una vez más su palabra sabia e ilustre?
         Y enseguida han clamado también las gentes desde las galerías de la Cámara:
         —¡Que venga el señor Maúrtua! ¡Que venga el señor Maúrtua, aunque no le parezca bien a la mayoría! ¡Que venga el señor Maúrtua, precisamente porque no le parece bien a la mayoría! ¡No faltaba más!
         Y así, entre gritos de que venga y de que no venga, hemos llegado a este día.
         Cuentan en la ciudad que la asistencia del señor Maúrtua al debate es muy temida. Temida por el señor Pardo. Temida por el ministro de Fomento. Temida tal vez por el propio señor Maúrtua. Y es que se sabe lo que es el señor Maúrtua. Su fervor doctrinario y científico no lo dejan nunca traicionar su sinceridad. Defendiendo un proyecto suyo puede apasionarse, soliviantarse y tirar la cartera finalmente. Defendiendo un proyecto ajeno, máxime si es un proyecto que no le place, no es capaz de conquistar para él un solo voto. Es capaz, más bien, de restarle los votos más seguros. Porque lo probable es que se olvide a lo mejor de que es el representante del gobierno y empiece a hablar como diputado de la oposición.
         Y, por tal motivo justamente, no hay quien no ansíe en la ciudad en estos momentos que el señor Maúrtua intervenga en el debate de la cuestión de La Brea y Pariñas. Todos presienten un gesto emocionante del gran ministro bolchevique. Están seguros de que pronunciará un discurso notable y entretenidísimo. Y lo reclaman como un número indispensable del programa. Quitarle al señor Maúrtua en este debate sería para el público como si le quitasen a Belmonte en la corrida más solemne de la temporada.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 21 de octubre de 1918. ↩︎