7.27. Domingo veintinueve
- José Carlos Mariátegui
1El día es del partido demócrata.
No se reunirá la asamblea organizada por los demócratas viejos del señor don Carlos de Piérola; pero sí se reunirá el comicio organizado por los demócratas jóvenes del señor don Isaías de Piérola. No habrá ceremonia oficial; pero sí habrá bulla callejera. Tendremos viva Piérola en la Alameda de los Descalzos y en la Plaza de la Exposición como en los más ilustres días del pierolismo.
Los demócratas representativos, varones de suma prudencia y de grande cautela, no quieren que la asamblea se celebre en medio de gritos que la asusten. Desean ver pasar bajo sus balcones a los partidarios del Sr. don Isaías de Piérola. Y se proponen tomar dentro de dos o tres días un acuerdo muy sereno y ecuánime que acredite su ponderación y sagacidad. Venga primero el comicio. Después vendrá la asamblea.
La finalidad de todo esto es que no haya cisma. El partido demócrata debe volver a la lucha política. Pero debe volver unido y vigoroso. Un comicio y una asamblea simultáneos podrían traer rozamientos y encontrones que no son propios de una reorganización.
Y la reorganización demócrata tiene en estos momentos mucha entraña.
Acaba de llegarnos, como un síntoma, una declaración del señor Osores que dice así:
—Aquí, señores, no hay sino dos partidos: el constitucional y el demócrata. ¡Dos partidos históricos! ¡Dos partidos tradicionales! ¡Dos partidos populares! ¡Dos partidos que representan dos apellidos gloriosos: Piérola y Cáceres!
Y que termina con este grito:
—¡Viva don Isaías de Piérola!
Tenemos, pues, que andar muy atentos. El señor Osores es un político que siempre calla. Y, por eso, cuando habla, el país pesa sus palabras y escudriña su contenido. Ahora, indudablemente, el señor Osores más que en ninguna otra ocasión no puede hablar a humo de paja. Habla porque conviene que hable. Habla porque se necesita que hable. Habla porque la hora está como mandada hacer para que hable.
Además, pasa por la calle un rumor:
—No solo se prepara una convención. También se prepara una coalición. A aquellos a quienes no les gusta la palabra convención les gusta la palabra coalición. Todo no es sino cuestión de términos.
Y esto, en el instante en que los demócratas se preparan para reunirse en los Descalzos, es muy grave, muy grave.
Muy grave, señores.
No se reunirá la asamblea organizada por los demócratas viejos del señor don Carlos de Piérola; pero sí se reunirá el comicio organizado por los demócratas jóvenes del señor don Isaías de Piérola. No habrá ceremonia oficial; pero sí habrá bulla callejera. Tendremos viva Piérola en la Alameda de los Descalzos y en la Plaza de la Exposición como en los más ilustres días del pierolismo.
Los demócratas representativos, varones de suma prudencia y de grande cautela, no quieren que la asamblea se celebre en medio de gritos que la asusten. Desean ver pasar bajo sus balcones a los partidarios del Sr. don Isaías de Piérola. Y se proponen tomar dentro de dos o tres días un acuerdo muy sereno y ecuánime que acredite su ponderación y sagacidad. Venga primero el comicio. Después vendrá la asamblea.
La finalidad de todo esto es que no haya cisma. El partido demócrata debe volver a la lucha política. Pero debe volver unido y vigoroso. Un comicio y una asamblea simultáneos podrían traer rozamientos y encontrones que no son propios de una reorganización.
Y la reorganización demócrata tiene en estos momentos mucha entraña.
Acaba de llegarnos, como un síntoma, una declaración del señor Osores que dice así:
—Aquí, señores, no hay sino dos partidos: el constitucional y el demócrata. ¡Dos partidos históricos! ¡Dos partidos tradicionales! ¡Dos partidos populares! ¡Dos partidos que representan dos apellidos gloriosos: Piérola y Cáceres!
Y que termina con este grito:
—¡Viva don Isaías de Piérola!
Tenemos, pues, que andar muy atentos. El señor Osores es un político que siempre calla. Y, por eso, cuando habla, el país pesa sus palabras y escudriña su contenido. Ahora, indudablemente, el señor Osores más que en ninguna otra ocasión no puede hablar a humo de paja. Habla porque conviene que hable. Habla porque se necesita que hable. Habla porque la hora está como mandada hacer para que hable.
Además, pasa por la calle un rumor:
—No solo se prepara una convención. También se prepara una coalición. A aquellos a quienes no les gusta la palabra convención les gusta la palabra coalición. Todo no es sino cuestión de términos.
Y esto, en el instante en que los demócratas se preparan para reunirse en los Descalzos, es muy grave, muy grave.
Muy grave, señores.
Referencias
-
Publicado en El Tiempo, Lima, 29 de septiembre de 1918. ↩︎