5.9. Momento de espera
- José Carlos Mariátegui
1Vivimos con el alma puesta en el veintiocho de julio. El veintiocho de julio se habrá aclarado el panorama político. El señor Tudela y Varela será o no será presidente del consejo de ministros. El señor don Juan Pardo será o no será presidente de la Cámara de Diputados. El señor don José Carlos Bernales será o no será presidente de la Cámara de Senadores. De todas maneras, la política habrá dado una vuelta muy grande. Vuelta de campana quien sabe.
El veintiocho de julio, por lo menos, se habrá convencido ya el señor Aspíllaga de que su candidatura no es posible. La presidencia del senado se le habrá escapado de las manos. Y el partido civil se le habrá quedado sin quórum para siempre.
Y sabremos acaso lo que los liberales quieren o lo que los liberales piensan. Sabremos, sin duda alguna, algo de lo que ha urdido durante su estada en Huánuco el doctor Durand. Sabremos si el partido liberal le tiene o no le tiene buena voluntad al civilismo.
Pero, por ahora, todo anda oscuro y complicado.
—¿Y el doctor Durand? ¿El doctor Durand no ha llegado de Huánuco? ¿El doctor Durand no ha llegado de Huánuco en el último tren de la sierra? —nos preguntan.
Y hasta este instante no podemos contestar más que esto:
—Sí; ha llegado.
Porque realmente del doctor Durand no se puede decir por el momento, sino que ha llegado. Que ha llegado de Huánuco. Y que lo han recibido en la estación dos ministros del señor Pardo. El ministro de gobierno y el ministro de justicia.
No hay en general ningún hecho concreto, ninguna certidumbre, ninguna seguridad. No hay sino expectativas. Eso sí. Muchas expectativas. Expectativas para todos, expectativas buenas y malas.
Estamos, pues, en espera.
Parece que en el Perú estamos en espera siempre. Pero es en espera de algo muy distante y muy abstracto. Ahora, como suele ocurrirnos de vez en cuando, estamos en espera de algo inmediato y próximo. De algo que tiene fecha fija. Y que llegará con el congreso.
La curiosidad metropolitana se agita, naturalmente, en demasía. Nadie quiere aguardar sin moverse el veintiocho de julio. Todos se pasean de un lado a otro para ver si paseándose pescan un indicio del porvenir.
Y resuelven en interrogaciones su impaciencia.
Aquí, delante de la máquina de escribir, no tenemos a la mano sino interrogaciones.
—¿Y el grupo parlamentario? ¿Qué se dice del grupo parlamentario?
Pero nosotros también somos de los que interrogan:
—¡Hombre! ¡Efectivamente! ¿Y el grupo parlamentario? ¿Qué se dice del grupo parlamentario?
Y así, una tras otra, todas las interrogaciones que nos caen salen rebotadas.
Hasta que se aburran.
O hasta que nos avisen que la embajada británica está a la vista y salgamos corriendo a la calle para mirarle el semblante y comentarle el gesto.
El veintiocho de julio, por lo menos, se habrá convencido ya el señor Aspíllaga de que su candidatura no es posible. La presidencia del senado se le habrá escapado de las manos. Y el partido civil se le habrá quedado sin quórum para siempre.
Y sabremos acaso lo que los liberales quieren o lo que los liberales piensan. Sabremos, sin duda alguna, algo de lo que ha urdido durante su estada en Huánuco el doctor Durand. Sabremos si el partido liberal le tiene o no le tiene buena voluntad al civilismo.
Pero, por ahora, todo anda oscuro y complicado.
—¿Y el doctor Durand? ¿El doctor Durand no ha llegado de Huánuco? ¿El doctor Durand no ha llegado de Huánuco en el último tren de la sierra? —nos preguntan.
Y hasta este instante no podemos contestar más que esto:
—Sí; ha llegado.
Porque realmente del doctor Durand no se puede decir por el momento, sino que ha llegado. Que ha llegado de Huánuco. Y que lo han recibido en la estación dos ministros del señor Pardo. El ministro de gobierno y el ministro de justicia.
No hay en general ningún hecho concreto, ninguna certidumbre, ninguna seguridad. No hay sino expectativas. Eso sí. Muchas expectativas. Expectativas para todos, expectativas buenas y malas.
Estamos, pues, en espera.
Parece que en el Perú estamos en espera siempre. Pero es en espera de algo muy distante y muy abstracto. Ahora, como suele ocurrirnos de vez en cuando, estamos en espera de algo inmediato y próximo. De algo que tiene fecha fija. Y que llegará con el congreso.
La curiosidad metropolitana se agita, naturalmente, en demasía. Nadie quiere aguardar sin moverse el veintiocho de julio. Todos se pasean de un lado a otro para ver si paseándose pescan un indicio del porvenir.
Y resuelven en interrogaciones su impaciencia.
Aquí, delante de la máquina de escribir, no tenemos a la mano sino interrogaciones.
—¿Y el grupo parlamentario? ¿Qué se dice del grupo parlamentario?
Pero nosotros también somos de los que interrogan:
—¡Hombre! ¡Efectivamente! ¿Y el grupo parlamentario? ¿Qué se dice del grupo parlamentario?
Y así, una tras otra, todas las interrogaciones que nos caen salen rebotadas.
Hasta que se aburran.
O hasta que nos avisen que la embajada británica está a la vista y salgamos corriendo a la calle para mirarle el semblante y comentarle el gesto.
Referencias
-
Publicado en El Tiempo, Lima, 11 de julio de 1918. ↩︎