5.7. Tren de la sierra

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Una de estas tardes reaparecerá entre nosotros el doctor Durand. Llegará de Huánuco como llega siempre. Casi de sorpresa. Y en un tren rápido. Pero de todas maneras será recibido en el andén por sus principales amigos políticos. El señor Juan Durand. El señor Pinzás. El señor Balbuena. El señor Sayán y Palacios. El señor Flores.
         La ciudad, anunciada del regreso del doctor Durand, repara en lo mucho que ha durado su ausencia.
         Y se pregunta:
         —¿Qué hacía en Huánuco el doctor Durand?
         Y se repite la pregunta interminablemente para inquietarse y desasosegarse con ella:
         —¿Qué hacía en Huánuco el doctor Durand?
         Pero no es sino porque la ciudad cree que en Huánuco no hay nada que hacer. Y que donde no hay nada que hacer se cae en malos pensamientos. Y se acaba buscando la manera de hacer algo.
         Y es que la ciudad no comprende aún que para el doctor Durand habrá en Huánuco, toda la vida, mucho que hacer. Mucho, mucho, mucho. Tanto que Huánuco lo traerá al Perú desde las mayores lejanías posibles.
         Para el doctor Durand Huánuco es milagroso. Huánuco es maravilloso. Huánuco es tónico. Huánuco es único. Huánuco es la Meca. Huánuco es la fuente de Castalia.
         Mientras el doctor Durand estaba en Buenos Aires, renacía y medraba la candidatura del señor Aspíllaga. El automóvil del señor Aspíllaga rondaba los corazones. El señor Aspíllaga era el candidato del señor Pardo. El señor Aspíllaga recibía de manos del señor don Manuel C. Barrios la presidencia del partido civil.
         Y desde que el doctor Durand está en Huánuco todo ha comenzado a descomponerse para el señor Aspíllaga. Todavía lo llaman candidato del señor Pardo. Pero lo llaman candidato del señor Pardo porque saben que no lo llamarán así por mucho tiempo. Y está sin quórum en el partido civil. Sin quórum en la lista del senado. Sin quórum absolutamente.
         El doctor Durand miraba a Lima, desde Buenos Aires, con el ceño fruncido. Y desde Huánuco la mira con la cara risueña. Desde Buenos Aires su panorama era feo y desabrido. Desde Huánuco es optimista y amable. Y por eso ahora vuelve a Lima el doctor Durand. Quiere encontrar las cosas no como las veía desde Buenos Aires sino como las ve desde Huánuco. Y de veras las va a encontrar muy cambiadas. Notablemente cambiadas.
         Va a encontrar al señor Aspíllaga con periódico, pero sin quórum. Va a encontrar al señor Tudela y Varela con un pie en la presidencia del gabinete y otro pie en la presidencia de la Cámara de Diputados. Va a encontrar de mal semblante al donjuanismo del señor don Juan Pardo. Va a encontrar un ministro de guerra de ostensible interinidad. Va a encontrar al régimen alterado y remecido.
         Y tal vez no va a encontrar al señor Balta. Donde lo había dejado


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 9 de julio de 1918. ↩︎