5.10.. Busca que busca
- José Carlos Mariátegui
1El problema en la presidencia del senado permanece igual. Hay un candidato, el señor Bernales, que avanza firme el paso, zalamero el gesto y plácido el semblante. Y hay otro candidato que aparece y que desaparece. Otro candidato que un día es el señor Echenique, otro día el señor Chopitea, otro día el señor Miró Quesada y otro día el señor Carmona. Otro candidato que muda de nombre, de persona y de fisonomía cada cinco minutos.
Ingenuamente preguntamos nosotros acodados sobre nuestra máquina de escribir:
—¿Pero por qué no se reelige no más al señor Bernales? ¿Acaso el señor Bernales no ha presidido al senado con sagacidad y comedimiento? ¿Acaso no lo ha presidido durante un año conflagrado y candente? ¿Acaso no lo ha presidido a gusto y sazón de la derecha y de la izquierda?
Y las gentes nos contestan guiñándonos un ojo con mucha malicia:
—Es que no se quiere que haya un solo candidato. Se quiere que haya siquiera dos candidatos. Uno que sea el señor Bernales y otro que no sea el señor Bernales.
Y nos añaden:
—Para que el señor Bernales tenga contendor. Para que haya lucha y espectáculo. Para nada más.
Y nos vuelven a guiñar el ojo.
Pero el caso es que no se deja de buscarle opositor al señor Bernales. Ora es un partido, ora es un candidato, ora es un leader quien se agita en demanda de una candidatura más fuerte que la del señor Bernales. Corren los automóviles, suenan los teléfonos, se desvelan las gentes. Y hasta se habla como de un gran ideal, del ideal momentáneo de encontrar “gallo” para el señor Bernales.
Pasan los días en medio de estos trajines.
Y, mientras tanto, el señor Bernales mira vacía todas las mañanas la candidatura del frente. Sabe que hay una candidatura contraria a la suya, pero no sabe más. Sabe que tiene adversario, pero no sabe su nombre. Sabe que combate, pero no sabe contra quien.
La lista del senado anda de mano en mano.
Y, aunque es una lista larga, no sale todavía de ella un candidato sólido contra el señor Bernales.
Se piensa en el señor Miró Quesada. Y resulta que el señor Miró Quesada no quiere que piensen en él. Se piensa en el señor Echenique. Y resulta que el señor Echenique no tiene quórum ni en la directiva del partido civil. Se piensa en el señor Chopitea. Y resulta que el Sr. Chopitea está con la salud mala. Y con el pie en el estribo.
Se oye gritos desesperados:
—¡A ver un senador! ¡Un senador prestigioso! ¡Un senador que aspire a la presidencia del senado! ¡Pero que no aspire a más! ¡Y que no tenga fuerza propia! ¡Y que no sea capaz de adquirirla! ¡Y que esté lejos de toda posibilidad de ser candidato a la presidencia de la República!
Oyendo estos gritos, naturalmente, nos reímos. Y, como nosotros, se ríe el señor Bernales.
Y, como nosotros y el señor Bernales, se ríe la ciudad.
Solo que a la ciudad se le ocurre un consejo:
—Habrá que poner un aviso en los periódicos. Uno de esos avisos que dicen en su primera línea: “Se necesita”…
Ingenuamente preguntamos nosotros acodados sobre nuestra máquina de escribir:
—¿Pero por qué no se reelige no más al señor Bernales? ¿Acaso el señor Bernales no ha presidido al senado con sagacidad y comedimiento? ¿Acaso no lo ha presidido durante un año conflagrado y candente? ¿Acaso no lo ha presidido a gusto y sazón de la derecha y de la izquierda?
Y las gentes nos contestan guiñándonos un ojo con mucha malicia:
—Es que no se quiere que haya un solo candidato. Se quiere que haya siquiera dos candidatos. Uno que sea el señor Bernales y otro que no sea el señor Bernales.
Y nos añaden:
—Para que el señor Bernales tenga contendor. Para que haya lucha y espectáculo. Para nada más.
Y nos vuelven a guiñar el ojo.
Pero el caso es que no se deja de buscarle opositor al señor Bernales. Ora es un partido, ora es un candidato, ora es un leader quien se agita en demanda de una candidatura más fuerte que la del señor Bernales. Corren los automóviles, suenan los teléfonos, se desvelan las gentes. Y hasta se habla como de un gran ideal, del ideal momentáneo de encontrar “gallo” para el señor Bernales.
Pasan los días en medio de estos trajines.
Y, mientras tanto, el señor Bernales mira vacía todas las mañanas la candidatura del frente. Sabe que hay una candidatura contraria a la suya, pero no sabe más. Sabe que tiene adversario, pero no sabe su nombre. Sabe que combate, pero no sabe contra quien.
La lista del senado anda de mano en mano.
Y, aunque es una lista larga, no sale todavía de ella un candidato sólido contra el señor Bernales.
Se piensa en el señor Miró Quesada. Y resulta que el señor Miró Quesada no quiere que piensen en él. Se piensa en el señor Echenique. Y resulta que el señor Echenique no tiene quórum ni en la directiva del partido civil. Se piensa en el señor Chopitea. Y resulta que el Sr. Chopitea está con la salud mala. Y con el pie en el estribo.
Se oye gritos desesperados:
—¡A ver un senador! ¡Un senador prestigioso! ¡Un senador que aspire a la presidencia del senado! ¡Pero que no aspire a más! ¡Y que no tenga fuerza propia! ¡Y que no sea capaz de adquirirla! ¡Y que esté lejos de toda posibilidad de ser candidato a la presidencia de la República!
Oyendo estos gritos, naturalmente, nos reímos. Y, como nosotros, se ríe el señor Bernales.
Y, como nosotros y el señor Bernales, se ríe la ciudad.
Solo que a la ciudad se le ocurre un consejo:
—Habrá que poner un aviso en los periódicos. Uno de esos avisos que dicen en su primera línea: “Se necesita”…
Referencias
-
Publicado en El Tiempo, Lima, 12 de julio de 1918. ↩︎