3.5. El escaño del leader
- José Carlos Mariátegui
1Recientemente, una de estas tardes sin quórum, sin luz y sin ruido, el señor Balbuena se puso de pie en medio de la sala de sesiones de la Cámara con todo el ademán de sus momentos de orador. Pensaron los periodistas que el señor Balbuena iba a pronunciar un discurso. Y habló, efectivamente, el señor Balbuena. Pero no habló para los periodistas, ni para los taquígrafos ni para el diario de los debates. Habló para la Cámara no más.
Así dijo:
—¡Ica, la noble provincia del buen vino, de la dorada uva, del popular pisco y de la dulce “teja”, se ha quedado sin representación en esta asamblea! ¡Vacío está el escaño del señor Manzanilla! ¡Y vacío está el escaño del señor Maúrtua! ¡El escaño del leader del bloque! ¡Y el escaño del leader socialista!
Pronunciaba el señor Balbuena cada frase entre dos admiraciones.
Y, después de una pausa, añadió:
—¡Ica se halla ausente del hogar parlamentario!¡Y por eso es que los debates se han puesto tan tristes, tan opacos, tan desmayados! ¡Ica nos daba la alegría, nos daba el donaire, nos daba la juventud! ¡Ica es para el congreso lo mismo que la rubia copa de champán para una cena!
Resonaban todavía estas frases del señor Balbuena en los corazones de los diputados cuando apareció de repente en la sala de la Cámara el señor Villagarcía, diputado suplente por Ica. Y la Cámara lo recibió emocionada y afectuosa. Ica volvía a tener representación en su seno.
Pero surgió en la Cámara una duda. ¿El señor Villagarcía reemplazaba al señor Manzanilla? ¿O reemplazaba al señor Maúrtua? ¿Era el suplente del señor Manzanilla? ¿O era el suplente del señor Maúrtua? Ningún diputado osaba preguntárselo al señor Villagarcía. Y el señor Villagarcía que probablemente no adivinaba la duda de sus compañeros, se sentaba modestamente en un escaño cualquiera que no era el escaño del leader socialista ni era el escaño del leader del bloque.
Un diputado aseguraba de repente:
—El señor Villagarcía ha venido a reemplazar al señor Manzanilla.
Mas lo contradecían:
—No, señor. El señor Villagarcía ha venido a reemplazar al señor Maúrtua. El señor Manzanilla no ha pedido siquiera permiso. Y el señor Maúrtua es ministro de hacienda.
Y el diputado insistía:
—¡El señor Maúrtua ocupa con frecuencia su escaño de diputado! ¡Constantemente lo tenemos entre nosotros! ¡Y en cambio parece que el señor Manzanilla no quiere concurrir más a la Cámara!
Estas razones prevalecían. La Cámara pensaba que realmente era muy probable que el señor Villagarcía hubiese ido a sustituir al señor Maúrtua, que asistía a veces a las sesiones, y no que hubiese ido a sustituir al señor Manzanilla que no asistía nunca. Aunque el señor Maúrtua estuviese de ministro y el señor Manzanilla continuase solo de diputado.
Hasta ahora subsiste esta creencia en la Cámara de la farola lechuguina.
Y probablemente el señor Manzanilla, el famoso leader iqueño de la clásica sonrisa que otrora les daba cotidianamente a los periodistas la frase de actualidad y el chiste final de su miscelánea, se ha dado ya cuenta con horror de que hay en la Cámara quienes suponen que el señor Villagarcía es su suplente.
Porque anteayer ha llamado por teléfono, con toda su energía, a la Cámara de Diputados para dar su orden habitual:
—¡Pónganme entre los inasistentes con aviso! ¡Y con letra grande! ¡Ya saben ustedes que yo no voy a las sesiones deliberada y conscientemente! ¡Pero que tengo siempre a mi libre disposición mi escaño de diputado!
Así dijo:
—¡Ica, la noble provincia del buen vino, de la dorada uva, del popular pisco y de la dulce “teja”, se ha quedado sin representación en esta asamblea! ¡Vacío está el escaño del señor Manzanilla! ¡Y vacío está el escaño del señor Maúrtua! ¡El escaño del leader del bloque! ¡Y el escaño del leader socialista!
Pronunciaba el señor Balbuena cada frase entre dos admiraciones.
Y, después de una pausa, añadió:
—¡Ica se halla ausente del hogar parlamentario!¡Y por eso es que los debates se han puesto tan tristes, tan opacos, tan desmayados! ¡Ica nos daba la alegría, nos daba el donaire, nos daba la juventud! ¡Ica es para el congreso lo mismo que la rubia copa de champán para una cena!
Resonaban todavía estas frases del señor Balbuena en los corazones de los diputados cuando apareció de repente en la sala de la Cámara el señor Villagarcía, diputado suplente por Ica. Y la Cámara lo recibió emocionada y afectuosa. Ica volvía a tener representación en su seno.
Pero surgió en la Cámara una duda. ¿El señor Villagarcía reemplazaba al señor Manzanilla? ¿O reemplazaba al señor Maúrtua? ¿Era el suplente del señor Manzanilla? ¿O era el suplente del señor Maúrtua? Ningún diputado osaba preguntárselo al señor Villagarcía. Y el señor Villagarcía que probablemente no adivinaba la duda de sus compañeros, se sentaba modestamente en un escaño cualquiera que no era el escaño del leader socialista ni era el escaño del leader del bloque.
Un diputado aseguraba de repente:
—El señor Villagarcía ha venido a reemplazar al señor Manzanilla.
Mas lo contradecían:
—No, señor. El señor Villagarcía ha venido a reemplazar al señor Maúrtua. El señor Manzanilla no ha pedido siquiera permiso. Y el señor Maúrtua es ministro de hacienda.
Y el diputado insistía:
—¡El señor Maúrtua ocupa con frecuencia su escaño de diputado! ¡Constantemente lo tenemos entre nosotros! ¡Y en cambio parece que el señor Manzanilla no quiere concurrir más a la Cámara!
Estas razones prevalecían. La Cámara pensaba que realmente era muy probable que el señor Villagarcía hubiese ido a sustituir al señor Maúrtua, que asistía a veces a las sesiones, y no que hubiese ido a sustituir al señor Manzanilla que no asistía nunca. Aunque el señor Maúrtua estuviese de ministro y el señor Manzanilla continuase solo de diputado.
Hasta ahora subsiste esta creencia en la Cámara de la farola lechuguina.
Y probablemente el señor Manzanilla, el famoso leader iqueño de la clásica sonrisa que otrora les daba cotidianamente a los periodistas la frase de actualidad y el chiste final de su miscelánea, se ha dado ya cuenta con horror de que hay en la Cámara quienes suponen que el señor Villagarcía es su suplente.
Porque anteayer ha llamado por teléfono, con toda su energía, a la Cámara de Diputados para dar su orden habitual:
—¡Pónganme entre los inasistentes con aviso! ¡Y con letra grande! ¡Ya saben ustedes que yo no voy a las sesiones deliberada y conscientemente! ¡Pero que tengo siempre a mi libre disposición mi escaño de diputado!
Referencias
-
Publicado en El Tiempo, Lima, 10 de mayo de 1918. ↩︎