2.8. Noticia inocente
- José Carlos Mariátegui
1«El presidente celebró ayer, en la mañana, conferencias separadas con los señores José Carlos Bernales, primero, y Ántero Aspíllaga, después. Ambos ingresaron por la secretaría, con diferencia de dos horas, poco más o menos». (El Comercio.— Edición del sábado 13 de abril).
Esta es una noticia del decano. Una noticia del comité de la calle de La Rifa. Una noticia vestida con un traje más inocente que el de una colegiala de San Pedro. Una noticia que, a nosotros, gentes sin perspicacia y sin malicia, nos ha parecido vulgar. Pero que ha sido para las demás gentes de la ciudad una noticia socarrona, una noticia que demuestra cuánta es la redomada travesura del comité de la calle de La Rifa.
No creen las gentes de la ciudad que el decano haya publicado esta breve y lacónica noticia en la forma en que la ha publicado sin tener ninguna escondida intención. No pueden suponerlo siquiera. Están convencidas de que es una noticia que dice mucho, aunque aparentemente no dice nada. Mucho, mucho, mucho. Todo lo que han querido que diga los grandes periodistas del decano.
Razonan así las gentes de la ciudad:
—Miren ustedes. Miren ustedes que el decano ha juntado la conferencia del señor don José Carlos Bernales con la conferencia del señor don Ántero Aspíllaga. Miren ustedes que ha tratado de darles a estas dos conferencias una misma fisonomía, una misma traza, un mismo aspecto.
—Lo estamos mirando.
—Miren ustedes ahora que el decano, después de juntar al señor Bernales con el señor Aspíllaga, los ha separado. Miren ustedes que solo los ha juntado de veras con el señor Pardo. Y miren ustedes cómo los ha juntado con el señor Pardo. Primero, el señor Bernales; después, el señor Aspíllaga.
—Lo estamos mirando también.
—Bueno. Pregúntense ustedes para quién han escrito los periodistas del decano esta noticia.
—Nos lo estamos preguntando.
—¿Y no saben contestárselo?
—No sabemos contestárnoslo.
—Bueno. Acuérdense entonces de los días del avieso año de 1912 en que el señor Aspíllaga era candidato a la presidencia de la República. Acuérdense de sus conferencias con el señor Leguía. Acuérdense de que cuando el señor Aspíllaga entraba a palacio el señor Billinghurst salía. Y de que cuando el señor Billinghurst salía el señor Aspíllaga entraba.
Nos acordamos.
—Muy bien. ¿Y todavía no comprenden ustedes para quién han escrito los periodistas del decano su cazurra noticia?
—Todavía no.
—¿Todavía no comprenden para quién?
—¿Para el señor Pardo?
—Para el señor Pardo, no.
—¿Para el señor Bernales?
—Para el señor Bernales, tampoco.
—¿Para el señor Aspíllaga, tal vez?
—Para el señor Aspíllaga, sí.
—¿Y para el público?
—Para el público también. Pero, sobre todo, para el señor Aspíllaga. Y, después, para don Pedro de Ugarriza. Y para el Palais Concert.
—¿Luego, el señor Bernales tiene también filiación de candidato a la presidencia de la República? ¿Y de candidato que conferencia con el señor Pardo? ¿Y que entra a Palacio primero que el señor Aspíllaga?
—Tal.
—¿Y el señor Aspíllaga qué piensa de esto?
—Piensa una sola cosa. Una cosa definitiva. Una cosa muy grande. Piensa que el señor Pardo no se parece al señor Leguía.
—¿Y el público, qué piensa?
—Piensa lo mismo. ¡Que el señor Pardo no se parece al señor Leguía!
Esta es una noticia del decano. Una noticia del comité de la calle de La Rifa. Una noticia vestida con un traje más inocente que el de una colegiala de San Pedro. Una noticia que, a nosotros, gentes sin perspicacia y sin malicia, nos ha parecido vulgar. Pero que ha sido para las demás gentes de la ciudad una noticia socarrona, una noticia que demuestra cuánta es la redomada travesura del comité de la calle de La Rifa.
No creen las gentes de la ciudad que el decano haya publicado esta breve y lacónica noticia en la forma en que la ha publicado sin tener ninguna escondida intención. No pueden suponerlo siquiera. Están convencidas de que es una noticia que dice mucho, aunque aparentemente no dice nada. Mucho, mucho, mucho. Todo lo que han querido que diga los grandes periodistas del decano.
Razonan así las gentes de la ciudad:
—Miren ustedes. Miren ustedes que el decano ha juntado la conferencia del señor don José Carlos Bernales con la conferencia del señor don Ántero Aspíllaga. Miren ustedes que ha tratado de darles a estas dos conferencias una misma fisonomía, una misma traza, un mismo aspecto.
—Lo estamos mirando.
—Miren ustedes ahora que el decano, después de juntar al señor Bernales con el señor Aspíllaga, los ha separado. Miren ustedes que solo los ha juntado de veras con el señor Pardo. Y miren ustedes cómo los ha juntado con el señor Pardo. Primero, el señor Bernales; después, el señor Aspíllaga.
—Lo estamos mirando también.
—Bueno. Pregúntense ustedes para quién han escrito los periodistas del decano esta noticia.
—Nos lo estamos preguntando.
—¿Y no saben contestárselo?
—No sabemos contestárnoslo.
—Bueno. Acuérdense entonces de los días del avieso año de 1912 en que el señor Aspíllaga era candidato a la presidencia de la República. Acuérdense de sus conferencias con el señor Leguía. Acuérdense de que cuando el señor Aspíllaga entraba a palacio el señor Billinghurst salía. Y de que cuando el señor Billinghurst salía el señor Aspíllaga entraba.
Nos acordamos.
—Muy bien. ¿Y todavía no comprenden ustedes para quién han escrito los periodistas del decano su cazurra noticia?
—Todavía no.
—¿Todavía no comprenden para quién?
—¿Para el señor Pardo?
—Para el señor Pardo, no.
—¿Para el señor Bernales?
—Para el señor Bernales, tampoco.
—¿Para el señor Aspíllaga, tal vez?
—Para el señor Aspíllaga, sí.
—¿Y para el público?
—Para el público también. Pero, sobre todo, para el señor Aspíllaga. Y, después, para don Pedro de Ugarriza. Y para el Palais Concert.
—¿Luego, el señor Bernales tiene también filiación de candidato a la presidencia de la República? ¿Y de candidato que conferencia con el señor Pardo? ¿Y que entra a Palacio primero que el señor Aspíllaga?
—Tal.
—¿Y el señor Aspíllaga qué piensa de esto?
—Piensa una sola cosa. Una cosa definitiva. Una cosa muy grande. Piensa que el señor Pardo no se parece al señor Leguía.
—¿Y el público, qué piensa?
—Piensa lo mismo. ¡Que el señor Pardo no se parece al señor Leguía!
Referencias
-
Publicado en El Tiempo, Lima, 14 de abril de 1918. ↩︎