2.14. Viaje conmemorativo

  • José Carlos Mariátegui

 

        1Empujado por sus nostalgias y gobernado por sus recuerdos se ha encaminado otra vez hacia esta tierra el señor don Augusto Durand. Después de haberse regalado durante algunos meses con los goces y contentamientos de la vida de diplomático, el señor Durand ha querido tener otra escapada a la vida política. Y, por eso, ha salido de Buenos Aires para regresar nuevamente al seno de esta democracia mestiza que ha sido tan frecuente y famosamente el teatro de sus andanzas, de sus aventuras y de sus proezas revolucionarias.
        No paso a paso sino velozmente, que es mucha su presura y grande su avezamiento a la caminata, viene el señor Durand, nuestro ingenioso hidalgo, nuestro memorable caballero andante, nuestro clásico caudillo de la quebrada, tal vez traído al Perú solo por el anhelo de apartarse un rato de ese ambiente protocolario y cortesano que con tanto desapego ha mirado siempre su espíritu trashumante y conspirador.
        Y, según tenemos entendido, no quiere llegar el señor Durand a esta ciudad en un día vulgar. Quiere llegar en un día sonoro, en un día emocionante, en un día grande, en un día de efemérides. Y acelera por eso la carrera para llegar el primero de mayo que es el día insigne en que, asistido por su preclaro hermano el señor don Juan Durand, se embarcó en el tren de Chosica para tocar una clarinada de combate en esa apacible y dulce aldea de la buena leche, del grato clima y de la virgiliana vida.
        Así lo dicen los parciales del doctor Durand. Así lo dicen quienes, por ser suyos en cuerpo y alma, pueden hacer la exégesis de sus ademanes y de sus gestos. Así lo dicen quienes comprenden la recóndita significación de este viaje que ha comenzado en el mes de abril, que es el mes de los trovadores, para concluir en el mes de mayo, que es el mes de las reivindicaciones.
        Pregúntales la gente:
        —¿Cuándo llega el doctor?
        Y ellos responden ruidosamente:
        —¡El primero de mayo!
        Y lo repiten con orgullo:
        —¡El primero de mayo! Por ende, la gente afirma:
        —¡El primero de mayo es el día del doctor Durand! ¡El primero de mayo es el día del Partido Liberal!
        Y entonces se solivianta el señor del Barzo y protesta a gritos con todo su énfasis de conductor de nuestro proletariado:
        —¡El primero de mayo es el día de los obreros! ¡El primero de mayo es el día del socialismo!
        Pero su palabra suena en balde. La gente se ratifica en su convencimiento de que el primero de mayo es el día del doctor Durand y del Partido Liberal. Un día que no le evoca banderas rojas ni redobles de revolución social. Un día que, por el contrario, le hace pensar en el prócer Mateo Vera, en las montoneras a caballo y en los ponchos protectores y pintorescos.
        Y nosotros, aunque somos bolcheviques, aunque cada día somos más bolcheviques, tenemos que acabar diciéndonos que efectivamente el primero de mayo no es para esta tierra lo que para todo el mundo y tenemos que poner los ojos en el señor don Augusto Durand que viene a toda prisa para estrechar cordialmente la mano del señor Pardo en el día de su aniversario más heroico, guerrero y marcial.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 24 de abril de 1918. ↩︎