6.20.. Rieles y durmientes

  • José Carlos Mariátegui

 

        1Agarrados de las manos regresarán a la Cámara de Diputados el señor Baldomero Maldonado y el señor Héctor Escardó y Salazar. Macizo, curtido y provinciano el señor Maldonado. Y ambos, así el señor Maldonado como el señor Escardó y Salazar, muy honestos ciudadanos de sobrias intenciones y buenos modales.
        Luengo ha sido el debate ferrocarrilero que ha llevado a la Cámara durante varias tardes de la legislatura ordinaria al señor Escardó y Salazar y al señor Maldonado. Luengos también serán los debates que los lleven ora a la Cámara de Diputados y ora a la Cámara de Senadores en el discurso de esta legislatura que se inicia. El proyecto sobre La Brea y Pariñas, el proyecto sobre los yacimientos petrolíferos y el proyecto sobre la sanidad obligarán a estos prudentes funcionarios a seguir visitando el Parlamento para darle luces como mejor conviniese al prevalecimiento de su política, a la felicidad de la patria y al lustre de la administración del señor Pardo.
        El destino quiere que el señor Escardó y Salazar y el señor Maldonado vivan durante los cuarenta y cinco días de la temporada extraordinaria en permanente contacto con el Congreso. Quiere que hagan del recinto mozo de los diputados y del recinto hijodalgo de los senadores su hogar tardecino. Quiere que le consagren al Parlamento nacional las aburridas horas de las tandas vermouth.
        No sabemos qué más querrá el destino, que en el Perú es por supuesto un destino criollo, del señor Escardó y Salazar y del señor Maldonado. Apenas si sabemos que los quiere guardar por mucho tiempo de colaboradores, asistentes y consejeros del señor Pardo. Piensa seguramente el destino, y lo piensa de consuno con el señor Pardo, que el señor Escardó y Salazar y el señor Maldonado son gente más cauta, más discreta y más medida que el señor García y Lastres y que el señor Sosa.
        Y, magüer el uno es flaco y el otro grueso, magüer el uno es liberal y el otro no lo es, magüer el uno no es huanuqueño y el otro lo es, existe alguna semejanza entre el señor Escardó y Salazar ministro de Fomento y el señor Maldonado ministro de Hacienda. Una recóndita semejanza no es una semejanza entre las personas sino una semejanza entre los ministros. El señor Escardó y Salazar dentro de su casa con pijama y zapatillas no se parece en nada al señor Maldonado dentro de la suya, con saco caqui, pañuelo de pallacate y gorra escocesa. Pero el señor Escardó y Salazar en su escritorio de secretario de Estado y el señor Maldonado en el suyo sí se parecen y muy íntimamente son dos funcionarios del mismo corte mesurado y tranquilo.
        Para acentuar este parecido entre ambos ministros hay también un motivo secundario. Tanto el señor Maldonado como el señor Escardó y Salazar tienen en sus ministerios a un señor Pérez. Es decir, tienen el apellido más terrible y encarnizado de todos los apellidos administrativos del Perú. El señor Pérez del señor Maldonado es el señor Heráclides Pérez de la prórroga del presupuesto y padrino y ejecutante de muchos hechos memorables. Y el señor Pérez del señor Escardó y Salazar es el señor Pérez Figuerola. Varón indomable, sagaz y cazurro, aunque adiposo, que es dueño de poderosas y secretas influencias en el gobierno de la república.
        Y bajo la alechugada farola de la Cámara de Diputados la semejanza de los dos buenos ministros ha llegado hasta la consustanciación cuando sentados el uno junto al otro, vinculados por la misma prudencia y la misma cautela, han encabezado y dirigido el entusiasmo ferrocarrilero de los representantes.
        Y han dicho que la política de esta administración que nos anestesia y apacigua es una política de rieles y de durmientes, pero que en el Perú no podemos disponer de rieles sino apenas de durmientes…


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 31 de octubre de 1917. ↩︎