6.18. Inquietudes domésticas
- José Carlos Mariátegui
1El sistema nervioso de la ciudad ha empezado a sentir los sacudimientos del trance electoral. Magüer nos acaudilla y nos preside en esta jornada renovadora el doctor Curletti, asistido por sabios doctores alienistas, vamos a padecer siempre las molestias del criollismo democrático. Ya se respira en las calles el hálito del tumulto. Ya se confabulan en los suburbios los clubes profesionales. Ya vibra el grito agrio de la zambocracia.
Aguardábamos nosotros que todas las energías metropolitanas se concentrasen en la casa del doctor Curletti que, por ser la casa de un médico, garantizaba la higiene y la limpieza del esfuerzo cívico. Y así has ido. Las energías nobles, las energías sanas, las energías bien intencionadas han hecho su hogar de la casa del doctor Curletti en homenaje al anhelo fervoroso de que la municipalidad venidera sea una municipalidad personalmente aseada.
Mas no han sabido guardar silencio, discreción y recato las gentes zafias y palurdas que dan a las elecciones metropolitanas, en todos los tiempos, el colorido sórdido y plebeyo de sus demasías mercenarias. No se han conformado estas gentes con la idea de su abstención prudente. Para desasosiego de la ciudad se han juntado y concentrado en grupos bulliciosos y amenazadores que pretenden influir en los resultados de la renovación municipal.
También hay gentes honestas pero equivocadas y ambiciosas entre las que se asocian y se coaligan para intervenir en las elecciones. Estas gentes son buenas y candorosas. Pero están desequilibradas por la autosugestión de su capacidad y de su trascendencia. Y entre ellas hay quienes creen que basta ser un menestral cumplido para participar del gobierno de la ciudad; y asimismo hay quienes creen simplemente que basta haberse sistematizado en el uso del chaqué o que basta haber sido fiscal de una sociedad de auxilios mutuos o que basta haber pronunciado un discurso en una velada literario–musical o que basta haberse solidarizado con el pensamiento más adefesiero de la lectura más ramplona.
Alarmada vive la ciudad de la multiplicación progresiva de las candidaturas. No son menos de trescientas las que andan exhibidas, aunque ya desacreditadas. Las hay de barrio, las hay de calle, las hay de casa de vecindad. Y entre sus prosélitos se discute listas y se construye planes como si el gobierno de la ciudad debiera ser organizado en asociaciones versátiles, desorientadas y enfermizas de la gente perezosa, de la gente analfabeta y de la gente acéfala.
Aparecen asimismo las candidaturas sintomáticas de personajes fosilizados de la vida nacional. Estas candidaturas suelen hacerse réclame en hojas sueltas. Y piensan recomendarse a la consideración pública retratándose con levita cruzada, bastón, guantes y otros aditamentos huachafos.
Y entonces clama asustado el comentario callejero:
–¿Pero ésta no va a ser una municipalidad de especialistas? ¿Pero ésta no va a ser una municipalidad nueva, moderna y científica?
El doctor Curletti y los sabios doctores alienistas que lo asisten y secundan le hacen señas a las gentes para que se tranquilicen y se sosieguen. Les dicen que este proceso municipal es un proceso metódico. Les aseveran que las palpitaciones porfiadas y morbosas del criollismo son inevitables. Les prometen que ellos sabrán enmendarlas y neutralizarlas.
Sin embargo, la ciudad no se calma ni se serena porque siente que pasan por las calles los primeros hálitos de la jornada cívica, que nos amenaza nuevamente el señorío de los virotes de alquiler, que reacciona la política del “pisco”, de la cerveza y del garrotazo y que en los arrabales se organizan consorcios de cabezas ensortijadas o hirsutas disciplinariamente vacías…
Aguardábamos nosotros que todas las energías metropolitanas se concentrasen en la casa del doctor Curletti que, por ser la casa de un médico, garantizaba la higiene y la limpieza del esfuerzo cívico. Y así has ido. Las energías nobles, las energías sanas, las energías bien intencionadas han hecho su hogar de la casa del doctor Curletti en homenaje al anhelo fervoroso de que la municipalidad venidera sea una municipalidad personalmente aseada.
Mas no han sabido guardar silencio, discreción y recato las gentes zafias y palurdas que dan a las elecciones metropolitanas, en todos los tiempos, el colorido sórdido y plebeyo de sus demasías mercenarias. No se han conformado estas gentes con la idea de su abstención prudente. Para desasosiego de la ciudad se han juntado y concentrado en grupos bulliciosos y amenazadores que pretenden influir en los resultados de la renovación municipal.
También hay gentes honestas pero equivocadas y ambiciosas entre las que se asocian y se coaligan para intervenir en las elecciones. Estas gentes son buenas y candorosas. Pero están desequilibradas por la autosugestión de su capacidad y de su trascendencia. Y entre ellas hay quienes creen que basta ser un menestral cumplido para participar del gobierno de la ciudad; y asimismo hay quienes creen simplemente que basta haberse sistematizado en el uso del chaqué o que basta haber sido fiscal de una sociedad de auxilios mutuos o que basta haber pronunciado un discurso en una velada literario–musical o que basta haberse solidarizado con el pensamiento más adefesiero de la lectura más ramplona.
Alarmada vive la ciudad de la multiplicación progresiva de las candidaturas. No son menos de trescientas las que andan exhibidas, aunque ya desacreditadas. Las hay de barrio, las hay de calle, las hay de casa de vecindad. Y entre sus prosélitos se discute listas y se construye planes como si el gobierno de la ciudad debiera ser organizado en asociaciones versátiles, desorientadas y enfermizas de la gente perezosa, de la gente analfabeta y de la gente acéfala.
Aparecen asimismo las candidaturas sintomáticas de personajes fosilizados de la vida nacional. Estas candidaturas suelen hacerse réclame en hojas sueltas. Y piensan recomendarse a la consideración pública retratándose con levita cruzada, bastón, guantes y otros aditamentos huachafos.
Y entonces clama asustado el comentario callejero:
–¿Pero ésta no va a ser una municipalidad de especialistas? ¿Pero ésta no va a ser una municipalidad nueva, moderna y científica?
El doctor Curletti y los sabios doctores alienistas que lo asisten y secundan le hacen señas a las gentes para que se tranquilicen y se sosieguen. Les dicen que este proceso municipal es un proceso metódico. Les aseveran que las palpitaciones porfiadas y morbosas del criollismo son inevitables. Les prometen que ellos sabrán enmendarlas y neutralizarlas.
Sin embargo, la ciudad no se calma ni se serena porque siente que pasan por las calles los primeros hálitos de la jornada cívica, que nos amenaza nuevamente el señorío de los virotes de alquiler, que reacciona la política del “pisco”, de la cerveza y del garrotazo y que en los arrabales se organizan consorcios de cabezas ensortijadas o hirsutas disciplinariamente vacías…
Referencias
-
Publicado en El Tiempo, Lima, 28 de octubre de 1917. ↩︎