5.2. Estamos en septiembre - Diputación forzosa
- José Carlos Mariátegui
Estamos en septiembre1
Estos días cambiadizos de setiembre nos han hecho entender que ha concluido ya el momento histórico de las efusiones de cortesía sud—americana y de los himnos a la gloria de nuestra gran santa mestiza. Vivimos nuevamente dentro de nuestras modalidades caseras. Hemos sido devueltos a nuestra vulgaridad cotidiana y doméstica. Y el señor Pardo se ha quitado el frac para continuar gobernándonos desde su escritorio metálico o desde su automóvil corredor.
Pasadas las ceremonias y extinguidas las ternuras, tornan a recobrar su señorío criollo la murmuración, la mentira y la suspicacia. La política recobra su actividad. Nos sentimos una vez más en la intimidad de un hogar muy grande y más o menos conflagrado y revuelto.
El señor Tudela y Varela le ha aseverado a la Cámara de Diputados que la política de la cancillería es una política sensata, prudente, cauta y honesta. Es una política de la cancillería que consiste, si no nos equivocamos, en no hacer nada. Piensa nuestra cancillería que la inacción evita el error. Un hombre que se cruza de hombros podrá ser un hombre ocioso, pero no será por ningún motivo un hombre que proceda mal.
Somos, pues, dentro de este criterio pardista, un país que aguarda los acontecimientos. No contribuimos en lo absoluto a su desarrollo. Nos ponemos al margen de las luchas y de las nerviosidades universales. Nos quedamos extáticos e indolentes para no comprometernos.
Entusiásmanse las gentes enamoradas de la molicie nacional.
Y gritan:
—¡Eso es sensato, efectivamente! ¡Eso es prudente! ¡Eso es cauto! ¡Eso es honesto!
Pero otras gentes se soliviantan.
Y protestan:
—¡No! ¡Eso es que el Perú observa una política exterior igual a la política casera de sus ciudadanos cazurros! ¡Espera que las situaciones se esclarezcan y se liquiden para hablar y para intervenir! ¡Esconde sus opiniones! ¡Esquiva sus pensamientos! ¡Reserva sus propósitos!
El señor Tudela y Varela conceptúa que el Perú debe estar en acecho de las situaciones. No debe insinuar nada. No debe proponer nada. No debe hablar nada. Le conviene ser con los demás y consigo mismo totalmente diplomático. Y le interesa seguir viviendo anestesiado.
El pardismo tiene el mismo convencimiento del señor Tudela y Varela que es carne de su carne y sangre de su sangre.
Y se pone de pie para pronunciar esta frase:
—¡Voto de confianza!
Mientras tanto el señor Tudela se sonríe persuadido de que ha ido al Parlamento únicamente para que le den un voto de confianza que sea su tónico, su estímulo y su sosiego.
Pasadas las ceremonias y extinguidas las ternuras, tornan a recobrar su señorío criollo la murmuración, la mentira y la suspicacia. La política recobra su actividad. Nos sentimos una vez más en la intimidad de un hogar muy grande y más o menos conflagrado y revuelto.
El señor Tudela y Varela le ha aseverado a la Cámara de Diputados que la política de la cancillería es una política sensata, prudente, cauta y honesta. Es una política de la cancillería que consiste, si no nos equivocamos, en no hacer nada. Piensa nuestra cancillería que la inacción evita el error. Un hombre que se cruza de hombros podrá ser un hombre ocioso, pero no será por ningún motivo un hombre que proceda mal.
Somos, pues, dentro de este criterio pardista, un país que aguarda los acontecimientos. No contribuimos en lo absoluto a su desarrollo. Nos ponemos al margen de las luchas y de las nerviosidades universales. Nos quedamos extáticos e indolentes para no comprometernos.
Entusiásmanse las gentes enamoradas de la molicie nacional.
Y gritan:
—¡Eso es sensato, efectivamente! ¡Eso es prudente! ¡Eso es cauto! ¡Eso es honesto!
Pero otras gentes se soliviantan.
Y protestan:
—¡No! ¡Eso es que el Perú observa una política exterior igual a la política casera de sus ciudadanos cazurros! ¡Espera que las situaciones se esclarezcan y se liquiden para hablar y para intervenir! ¡Esconde sus opiniones! ¡Esquiva sus pensamientos! ¡Reserva sus propósitos!
El señor Tudela y Varela conceptúa que el Perú debe estar en acecho de las situaciones. No debe insinuar nada. No debe proponer nada. No debe hablar nada. Le conviene ser con los demás y consigo mismo totalmente diplomático. Y le interesa seguir viviendo anestesiado.
El pardismo tiene el mismo convencimiento del señor Tudela y Varela que es carne de su carne y sangre de su sangre.
Y se pone de pie para pronunciar esta frase:
—¡Voto de confianza!
Mientras tanto el señor Tudela se sonríe persuadido de que ha ido al Parlamento únicamente para que le den un voto de confianza que sea su tónico, su estímulo y su sosiego.
Diputación forzosa
También la Corte Suprema tiene de vez en cuando sus socarronerías. Parece que el señor Pérez le diera su inspiración y su enjundia. Y se siente que los graves varones del Palacio de Justicia han perpetrado una travesura.
En estos momentos toda la ciudad está comentando, alborozada y risueña, el fallo pronunciado por la Corte Suprema en el proceso electoral de Cajabamba. Es el fallo más original de todos los fallos. Es un fallo paradójico. Es un fallo humorista. Es un fallo asaz interesante.
El señor Sisniegas había ido a la Corte Suprema a decirle:
—Malos funcionarios y peores ciudadanos de la provincia de Cajabamba han hecho diputado propietario al señor Málaga Santolalla. Me han hecho al mismo tiempo diputado suplente. Han intentado instigarme así al silencio. ¡Pero yo soy un hombre incorruptible! ¡Yo le afirmo a la Corte Suprema que el señor Málaga Santolalla no es diputado propietario por Cajabamba! ¡Y le afirmo sobre todo que yo no soy diputado suplente! ¡La elección del señor Málaga Santolalla es nula! ¡La elección mía es también nula! ¡Yo renuncio a estas credenciales impuras!
Acaso el señor Sisniegas tuvo al hablar de esta suerte la persuasión de que iba a asombrar al Perú. Acaso esperó que se encendiesen todos los entusiasmos y admiraciones indispensables para levantarle un monumento y hacerle héroe nacional. Acaso calculó que la Corte Suprema no iba a buscar más pruebas de la invalidez de la elección del señor Málaga Santolalla.
Mas he aquí que la Corte Suprema le ha dicho al señor Sisniegas:
—Usted es diputado suplente por Cajabamba.
Se ha alarmado el señor Sisniegas y ha insistido:
—¡Yo no soy diputado suplente por Cajabamba! ¡Yo le pido a la Corte Suprema que anule mis credenciales! ¡Yo me espanto ante la idea de entrar a la Cámara de Diputados con esos papeles pecadores!
Y la Corte Suprema ha fallado inapelablemente:
—¡El señor Sisniegas es diputado suplente por Cajabamba! ¡Su elección es buena! ¡Sus credenciales son mejores! ¡Y como el señor Sisniegas ha pedido la nulidad de su propia elección ha perdido su depósito de 50 libras!
Ha estallado en la ciudad una risa muy sonora.
Y todas las gentes han declarado a un tiempo:
—¡Esto parece un fallo de Salomón!
Y nuestro gran amigo el señor don Óscar Víctor Salomón, que está en actitud perenne de dar una conferencia al aire libre, ha hablado así lleno de modestia:
—¿A qué Salomón se refieren ustedes? ¿A mi hermano Alberto o a mí? ¡Ha de ser a mi hermano Alberto porque yo no soy jurisconsulto sino cónsul!
En estos momentos toda la ciudad está comentando, alborozada y risueña, el fallo pronunciado por la Corte Suprema en el proceso electoral de Cajabamba. Es el fallo más original de todos los fallos. Es un fallo paradójico. Es un fallo humorista. Es un fallo asaz interesante.
El señor Sisniegas había ido a la Corte Suprema a decirle:
—Malos funcionarios y peores ciudadanos de la provincia de Cajabamba han hecho diputado propietario al señor Málaga Santolalla. Me han hecho al mismo tiempo diputado suplente. Han intentado instigarme así al silencio. ¡Pero yo soy un hombre incorruptible! ¡Yo le afirmo a la Corte Suprema que el señor Málaga Santolalla no es diputado propietario por Cajabamba! ¡Y le afirmo sobre todo que yo no soy diputado suplente! ¡La elección del señor Málaga Santolalla es nula! ¡La elección mía es también nula! ¡Yo renuncio a estas credenciales impuras!
Acaso el señor Sisniegas tuvo al hablar de esta suerte la persuasión de que iba a asombrar al Perú. Acaso esperó que se encendiesen todos los entusiasmos y admiraciones indispensables para levantarle un monumento y hacerle héroe nacional. Acaso calculó que la Corte Suprema no iba a buscar más pruebas de la invalidez de la elección del señor Málaga Santolalla.
Mas he aquí que la Corte Suprema le ha dicho al señor Sisniegas:
—Usted es diputado suplente por Cajabamba.
Se ha alarmado el señor Sisniegas y ha insistido:
—¡Yo no soy diputado suplente por Cajabamba! ¡Yo le pido a la Corte Suprema que anule mis credenciales! ¡Yo me espanto ante la idea de entrar a la Cámara de Diputados con esos papeles pecadores!
Y la Corte Suprema ha fallado inapelablemente:
—¡El señor Sisniegas es diputado suplente por Cajabamba! ¡Su elección es buena! ¡Sus credenciales son mejores! ¡Y como el señor Sisniegas ha pedido la nulidad de su propia elección ha perdido su depósito de 50 libras!
Ha estallado en la ciudad una risa muy sonora.
Y todas las gentes han declarado a un tiempo:
—¡Esto parece un fallo de Salomón!
Y nuestro gran amigo el señor don Óscar Víctor Salomón, que está en actitud perenne de dar una conferencia al aire libre, ha hablado así lleno de modestia:
—¿A qué Salomón se refieren ustedes? ¿A mi hermano Alberto o a mí? ¡Ha de ser a mi hermano Alberto porque yo no soy jurisconsulto sino cónsul!
Referencias
-
Publicado en El Tiempo, Lima, 5 de septiembre de 1917. ↩︎