2.15. Ayer, veinte

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Ha pasado ya ese día veinte de junio que el señor Pardo aguardaba lleno de ansiedades y desazones. Hace un instante sonaron las doce campanadas anunciadoras de que el veinte de junio se iba definitivamente. Esta madrugada fría y sombrosa en que escribimos es la madrugada del veintiuno de junio, que es un día absolutamente vulgar en el calendario de nuestra democracia.
         Hasta ayer el pie del señor Pardo ha estado oprimiendo desesperadamente los papeles del proceso electoral de Lima. No ha consentido que la Junta Escrutadora los recoja y los examine. No ha dejado que se ponga sobre ellos uno nuevo y determinativo.
         Es por eso que hoy amanecemos sin los dos nuevos diputados por Lima que habíamos creído elegir. Hoy no tenemos a quien felicitar ni a quien mimar. Hoy es ya superfluo y estéril el montón de papeles manuscritos y de papeles impresos que representa el conflagrado proceso electoral de esta provincia. Hasta las doce de la noche de ayer el pie del señor Pardo ha estado pisándolo inflexible y celosamente.
         Así es el Perú.
         Todos los bulliciosos habitantes de la metrópoli pudimos un día darnos a los más apasionados entusiasmos cívicos. Todos los grupos y facciones políticas pudieron urdir sus concomitancias y alistar sus ardides y añagazas. Todos los automóviles y todas las victorias de la ciudad pudieron moverse para llevar y traer a los candidatos, a los propagandistas y a los pecheros de su corte de honor, cortejo o traílla. Pudo decir encendidos discursos el señor Prado. Pudo hacer sonoros y vibrantes ademanes el señor Torres Balcázar. Pudo agitarse en sagaces trajines el señor Miró Quesada. Pudo pegar en las paredes programas de dulce promisión el señor Balbuena.
         Y, más tarde, pudo todo este movimiento tornarse votos, escrutinios, trapacerías, arrestos, tráfico, sinceridad y pecado, simultánea y abigarradamente.
         El pie del señor Pardo basta para sujetar la marcha de tal conjunto de fervores, gritos, frases y gestos convertidos en cifras categóricas, en cifras majestuosas, en cifras severas y exigentes.
         Probablemente, el señor Pardo les preguntó a tiempo a sus cortesanos:
         —¿Estos papeles pueden servirme para que sean diputados por Lima los ciudadanos que yo quiera?
         Y probablemente sus cortesanos le respondieron:
         —¡Estos papeles son unos papeles osados y rebeldes, señor! ¡Estos papeles no son maleables! ¡Estos papeles no son sumisos!
         Desde ese momento el señor Pardo comprendió que era necesario invalidar todos los papeles del proceso electoral de Lima hasta que fuera posible aventarlos de un soplido a la calzada.
         Y hoy veintiuno de junio una expiración colérica del señor Pardo se llevará probablemente volando los papeles que fueron un día para las almas ingenuas la expresión de la voluntad ciudadana.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 21 de junio de 1917. ↩︎