10.7. El señor carnaval

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Dentro de breves horas va a empezar el señorío criollo del balde de agua. Entrará en hervor el alma bulliciosa de la zambocracia. Y las gentes apacibles y honestas tendremos que alejarnos de las muchedumbres para que no nos maltraten sus globazos ni sus harinas ni sus granos ni sus gritos.
         Probablemente el señor Pardo pertenece al número de personas que se arredran y se alarman ante la posibilidad de vivir dentro de la comunidad mestiza durante estos días de zarabanda y de malacrianza. Y por eso se ha alejado de nosotros en el mismo vapor en que se ha alejado el gran señor don Juan Belmonte.
         Para nosotros los cotidianos comentadores de los acaecimientos políticos estos tres días de carnaval son, por ventura, tres días de descanso. La política y el carnaval, aunque parezca mentira, son antagónicos. En el mismo momento en que el carnaval aparece, la política se esconde. Quizá ocurre solamente que la política y el carnaval no han llegado todavía a ponerse de acuerdo.
         Siempre nos hemos preguntado en medio de los mayores excesos y demasías del carnaval:
         –¿Por qué en estos momentos no sesiona también el Parlamento? O nos hemos preguntado, asimismo:
         –¿Por qué en estos momentos no se produce una jornada cívica? ¿Por qué en estos momentos no llega la noticia de que ha estallado una revolución en la quebrada? ¿Por qué en estos momentos no le habla al pueblo el presidente de la República?
         Nos hemos sorprendido de que la política no se holgue dentro del carnaval peruano. Siempre nos hemos sorprendido de que el señor don Manuel Bernardino Pérez no haya conseguido aún el concierto de los alborozos de la política con los alborozos del carnaval. Siempre nos hemos sorprendido de que en estos días estruendosos no haya ni siquiera un besamanos palatino.
         Pero, ahora, en esta madrugada del domingo de quincuagésima, consideramos muy justo que haya tres días de sosiego para los escritores encargados de glosar los sucesos de la política nacional. Son tres días durante los cuales no sentiremos que el señor Pardo es presidente de la República. Tres días durante los cuales no veremos las camisas rosadas del señor Manuel Bernardino Pérez. Tres días durante los cuales no oiremos hablar de los guarismos que han conturbado tanto el espíritu del señor Tudela y Varela. Tres días durante los cuales no nos contagiaremos de la agresividad acérrima y denodada del señor Secada.
         Gentes regocijadas y jocundas han venido a decirnos:
         –Imagínense ustedes un baile de máscaras político.
         Les hemos respondido:
         –Nos lo imaginamos.
         Y nos han replicado:
         –¡Pero así no! ¡Imagínenselo en voz alta! ¡Imagínenselo en las columnas de su periódico! ¡Imagínenselo para el público!
         Y luego nos han añadido.
         –¡Disfracen, por ejemplo, al señor Tudela y Varela! ¡Disfracen al señor Bernales! ¡Disfracen al señor Cornejo! ¡Disfracen al señor Manzanilla! ¡Disfracen al señor Químper! ¡Disfracen al señor Salazar y Oyarzábal!
         Entonces nosotros hemos exclamado con profunda sinceridad:
         –¡Para qué!
         Y, dejando que progresasen silenciosamente las horas de la madrugada, hemos pensado en el señor Pardo que, lejos de estas tierras, bajo el cielo de su latifundio, es, sin duda alguna, un hombre venturoso. Y nos hemos acordado de que también el señor Concha goza de la misma felicidad que el señor Pardo. Porque si no está bajo el cielo de su latifundio por no ser dueño de latifundio alguno, está siempre lejos de estas tierras en los días del señorío criollo del balde de agua.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 10 de febrero de 1918. ↩︎