5.21. El viajero

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Ya está en Lima el señor don Ricardo Bentín. Ha llegado en día domingo. La crónica social va a anunciar su llegada como otros sucesos propios de este día. Como los matrimonios, como los picnics, como las gincanas, como las regatas.
         El domingo exige el descanso de todas las gentes. Es un día en que hasta la política se calla. Es un día en que todo parece muy triste a pesar de los coches que se llevan a la gente a los toros. Es un día en que hay hombres que se ponen chaqué y tarro. En este día suelen también arribar al puerto los barcos.
         El viaje del señor Bentín no ha sido un viaje vulgar. Ha sido un viaje comentado y discutido. Ha sido un viaje sonoro. No ha sido un viaje para el cronista social. Ha sido un viaje para el cronista político.
         Los hombres del gobierno explotaron su sincronismo con una situación política difícil, para ponerse a decir en voz baja:
         —¡El señor Bentín viene a ruego del señor Pardo!
         La noticia se trasformaba en otros labios amigos:
         —¡El señor Bentín viene a encargarse del gobierno!
         Y la ciudad se estremecía de sensación.
         Todo era un bluff. Nosotros desde nuestra casa lo comprendíamos y lo pregonábamos. Y nos reíamos de los hombres candorosos e ingenuos que le daban pábulo.
         Venían a porfiarnos:
         —¡El señor Pardo está resuelto a tirar la banda!
         —¡Inexacto!
         —¡Por lo menos está resuelto a dejársela al vicepresidente por tres meses!
         —¡Inexacto!
         Éramos escépticos y pensábamos que los hombres del gobierno querían amedrentar a sus amigos con la posibilidad de que el señor Pardo se irritase y dejase el poder.
         Ayer la ciudad fue a recibir al señor Bentín. Quería ver si traía cara de presidente de la República. Y quería hacerle muchas genuflexiones.
         Si subsistiesen aún los tratamientos, muchos le habrían hablado así al señor Bentín:
         —Excmo. señor…
         Pero ya ni siquiera hay tratamientos y no hemos podido gozar nosotros con las equivocaciones.
         El señor Bentín, que ha venido ajeno a todos los comentarios, a todas las suposiciones, a todas las expectativas nacionales, se ha sentido inesperadamente abordado de este modo:
         —¿Es cierto, señor don Ricardo, que lo ha llamado el gobierno? Lleno de sorpresa ha respondido:
         —No es cierto.
         Y han soltado otras preguntas más osadas:
         —¿No es cierto entonces que viene usted a ser presidente de la República?
         Ha tornado a responder el señor Bentín:
         —¡No es cierto!
         Y ha habido luego una exclamación apenada de las gentes.
         La casa del señor Bentín ha recibido la visita de todos los hombres importantes de la ciudad. Y ha tenido a ratos solemnidad ceremoniosa de besamanos. Era sin duda alguna la solemnidad del día domingo.
         Tardíamente, la persuasión de que el señor Bentín no llega para ser presidente de la República, ha ido abriéndose paso en los espíritus ingenuos e ilusos que han tenido la sensación de que les arrancaban una esperanza dulce.
         Y todas las miradas han convergido melancólicamente a Palacio para sentir que dentro sigue el señor Pardo.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 26 de marzo de 1917. ↩︎