5.10.. La ciudad indolente

  • José Carlos Mariátegui

 

         1El Gobierno está repartiendo hojas sueltas, a tiempo en que sus amigos le hacen genuflexiones y le dan condolencias.
         Está cansado de tolerar a los hombres que le dicen que es un gobierno malo, que es un gobierno imprevisor, que es un gobierno miope, que es un gobierno testarudo, que es un gobierno petulante y que es un gobierno imprudente.
         Y no es que le exasperen las críticas y los motes. Es que lo saca de quicio que en medio de este concierto de voces hostiles no suenen otras voces amistosas y cortesanas que lo halaguen y compensen.
         El señor Pardo quiere elogios. El señor Pardo quiere aplausos. El señor Pardo quiere desagravios. El señor Pardo quiere piropos. Y quiere que haya quienes devuelvan a sus adversarios el ataque con el ataque y la altisonancia con la altisonancia.
         La oposición no le molesta al señor Pardo por ser oposición. Le molesta por no ser contrarrestada con el panegírico. Siente nostalgia de alabanzas, de aclamaciones y de vítores.
         Y esto es lo que nos ha demostrado definitivamente que el señor Pardo tiene majestuoso espíritu de gran señor. Le hacen falta ditirambos. Le hacen falta loas. Recuerda que en las cortes pasadas había poetas, oradores y bufones. Y pide reverencias.
         Pronto va a tener papel que le cante y enaltezca. Pronto va a tener papel que libre por él batalla. Una de estas mañanas o de estas tardes recorrerá la ciudad un pregón nuevo.
         Mientras tanto tenemos hojas sueltas, bien impresas y bien difundidas, para que lleguen a todas las manos y para que persuadan a todas las conciencias de que este, que sentimos en Palacio, es un gobierno honesto como no hubo otro y ponderado como no lo habrá.
         Estas hojas sueltas quieren impresionar a Lima. Aspiran a exaltarla y despertarla. Tienden a reunirla alrededor del gobierno para fortalecerlo y tranquilizarlo con sus homenajes.
         Y Lima no se exalta. Lima se sonríe. Todas las gentes ciudadanas se encogen de hombros ante Palacio. Son irrespetuosas y burlonas.
         Ha sido por eso que el afán gobiernista no ha conseguido llevar a Palacio ni a la ciudad aristocrática y burguesa, ni a la ciudad plebeya. Quiso que la primera fuese a los salones de Palacio y la segunda a sus puertas. Y no conmovieron sus requerimientos y sus incitaciones a una ni a otra.
         Los íntimos, los allegados, los cortesanos, fueron fieles. Visitaron al señor Pardo. Le pidieron que olvidase las ofensas y las acusaciones. Le ofrecieron su pleitesía. Le cortejaron.
         Pero el sentimiento metropolitano quiso seguir indiferente y frío.
         Ni los hombres ilustres de la ciudad fueron a estrechar la mano del señor Pardo, ni los hombres humildes fueron a vitorearle.
         Y a las ocho de la noche nos decía lleno de sonrisas uno de nuestros limeños más conciliadores en simpatías y amores políticos:
         ―Más gente ha habido en la casa de Prado…


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 14 de marzo de 1917. ↩︎