4.25. Malandanzas
- José Carlos Mariátegui
1Hay en estas horas un hombre heroico que hace marchas forzadas para la capital de la provincia de Cotabambas, a pesar de que no lo es Chuquibambilla y a pesar de que sigue siéndolo Tambobamba.
La provincia lo aguarda con los brazos abiertos, pero las autoridades y los hombres revoltosos de la provincia la tienen conflagrada, agitada, conmovida y trágica como si pasara por ella una montonera.
Y este hombre heroico que es el señor Rafael Grau ―nombre y apellido de prócer, gesto de luchador, apostura de triunfo, voz de paladín―, va lleno de bríos y ardores a presidir la lucha democrática de Cotabambas, que es una provincia muy guapa.
Hasta aquí nos parece que le escucháramos arengando a las gentes del camino:
―¡Salud y Patria!
Y después pensamos que el doctor Grau debe haber puesto en quechua esta salutación y que en quechua debe sonar también muy gallardamente.
Tanto como nosotros, todas las gentes metropolitanas siguen con larga vista las aventuras del doctor Grau a través de las sierras.
La ciudad lo quiere y lo recuerda mucho y se espanta ante la posibilidad de que se lastime en el camino, de que se caiga del caballo, de que le resfríen las lluvias y los vientos o de que le pase cualquiera otra cosa mala.
Si el doctor Grau no se hubiera ido a Cotabambas, sino a otra provincia más cercana, la ciudad entera habría podido tal vez acompañarlo y habría librado al Dr. Grau de todo mal y de todo peligro.
Pero Cotabambas está muy lejos, tan lejos que el mismo señor Grauno llega a ella todavía, a pesar de que hace ya mucho tiempo que está caminando, caminando y caminando.
Ayer vino un nuevo mensaje del señor Grau contra los atropellos de las autoridades de Cotabambas y visitó el señor Miguel Grau al presidente de la República para decirle que Cotabambas está revuelta y subvertida.
Y todos los votos volaron a Cotabambas llevándole al señor Grau su propia salutación familiar:
―¡Salud y Patria!
Mas no partió entre estos votos el del general Puente y toda la ciudad puso sus ojos en el ministro de guerra. Y le halló marchito, desorientado, confuso. Y pensó en que también para el ministro de la guerra habían comenzado los malos días desde que se fue de Lima el señor Grau.
Estuvo en lo cierto el sentimiento ciudadano.
Desde que se fue el señor Grau, ha comenzado una etapa muy dolorosa para el general Puente.
Y acaso están en lo justo las gentes supersticiosas que dicen seriamente que las quejas y los lamentos del señor Grau, gritados en medio del páramo frío y triste, están cayendo uno tras otro sobre los entorchados de oro del general Puente.
La provincia lo aguarda con los brazos abiertos, pero las autoridades y los hombres revoltosos de la provincia la tienen conflagrada, agitada, conmovida y trágica como si pasara por ella una montonera.
Y este hombre heroico que es el señor Rafael Grau ―nombre y apellido de prócer, gesto de luchador, apostura de triunfo, voz de paladín―, va lleno de bríos y ardores a presidir la lucha democrática de Cotabambas, que es una provincia muy guapa.
Hasta aquí nos parece que le escucháramos arengando a las gentes del camino:
―¡Salud y Patria!
Y después pensamos que el doctor Grau debe haber puesto en quechua esta salutación y que en quechua debe sonar también muy gallardamente.
Tanto como nosotros, todas las gentes metropolitanas siguen con larga vista las aventuras del doctor Grau a través de las sierras.
La ciudad lo quiere y lo recuerda mucho y se espanta ante la posibilidad de que se lastime en el camino, de que se caiga del caballo, de que le resfríen las lluvias y los vientos o de que le pase cualquiera otra cosa mala.
Si el doctor Grau no se hubiera ido a Cotabambas, sino a otra provincia más cercana, la ciudad entera habría podido tal vez acompañarlo y habría librado al Dr. Grau de todo mal y de todo peligro.
Pero Cotabambas está muy lejos, tan lejos que el mismo señor Grauno llega a ella todavía, a pesar de que hace ya mucho tiempo que está caminando, caminando y caminando.
Ayer vino un nuevo mensaje del señor Grau contra los atropellos de las autoridades de Cotabambas y visitó el señor Miguel Grau al presidente de la República para decirle que Cotabambas está revuelta y subvertida.
Y todos los votos volaron a Cotabambas llevándole al señor Grau su propia salutación familiar:
―¡Salud y Patria!
Mas no partió entre estos votos el del general Puente y toda la ciudad puso sus ojos en el ministro de guerra. Y le halló marchito, desorientado, confuso. Y pensó en que también para el ministro de la guerra habían comenzado los malos días desde que se fue de Lima el señor Grau.
Estuvo en lo cierto el sentimiento ciudadano.
Desde que se fue el señor Grau, ha comenzado una etapa muy dolorosa para el general Puente.
Y acaso están en lo justo las gentes supersticiosas que dicen seriamente que las quejas y los lamentos del señor Grau, gritados en medio del páramo frío y triste, están cayendo uno tras otro sobre los entorchados de oro del general Puente.
Referencias
-
Publicado en El Tiempo, Lima, 27 de febrero de 1917. ↩︎