4.1. Crónica palatina

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Todo esto es cosa de nuestro cronista palatino.
         Un día, el sabio doctor Federico Villarreal recibió una tarjeta del señor Pardo que lo llamaba a Palacio. Pero una desgracia de familia le impidió al doctor Villarreal obedecer a la llamada.
         Y uno de los últimos días, como el doctor Villarreal, además de ser sabio, es persona muy educada y cortés, se acordó de la tarjeta del señor Pardo y fue a Palacio.
         El señor Pardo lo recibió con mucho cariño, mas no le dijo nada sobre el motivo de la llamada.
         Y el señor Villarreal se preguntó por varios minutos si el señor Pardo no lo habría llamado a Palacio para hablarle de los últimos eclipses.
         Se prolongaba la entrevista y el señor Pardo seguía sin acordarse de la tarjeta.
         —¡Qué tal, doctor! ¿Buena la salud, doctor? ¡Vaya, doctor! ¡Ajá, doctor!
         El señor Villarreal, que es persona que economiza los minutos, interrumpió al señor Pardo con su frase nerviosa:
         —Yo he venido aquí porque usted me ha mandado llamar. ¿Me necesita usted?
         El señor Pardo recuperó toda su memoria:
         —¡Verdad! ¿Para qué lo necesito doctor?
         Y llamó luego:
         —¡Concha! ¿Para qué necesitamos al doctor?
         Habló el señor Concha:
         —Creo que para lo de la reforma de la Facultad de Jurisprudencia.
         El señor Villarreal pensó enseguida que el motivo era trivial:
         —Yo no tengo que ver con eso. Yo soy catedrático de la Facultad de Ciencias.
         El señor Pardo hizo una aclaración:
         —Es que el proyecto tiene que ser sancionado por el consejo universitario.
         El señor Villarreal muy asequible como siempre asintió:
         —Bueno.
         Y enseguida quiso darle una noticia al señor Pardo:
         —Mis amigos de Lambayeque han lanzado mi candidatura a una de las senadurías y a mí me parece muy bien.
         Pero enseguida temió que el señor Pardo lo hubiese llamado para pedirle que retirase su candidatura en homenaje al señor Nicanor Carmona y al señor Gustavo Cornejo y agregó con presura:
         —Y estoy resuelto a no desistir por ninguna razón. Yo no soy de los que renuncian.
         El señor Pardo tuvo que contestar:
         —Muy bien.
         Y luego:
         —El gobierno le da garantías a todo el mundo.
         Y el señor Villarreal, con mucha urbanidad, tuvo esta frase:
         —Además yo soy gobiernista. ¡Cabalmente! Y soy gobiernista porque profeso el culto del principio de autoridad. ¡Cabalmente!
         El señor Pardo aplaudió:
         —¡Muy bien!
         Y el señor Villarreal, sin sorna, pero con una sonrisa muy franca y entusiasta:
         —¡Y profeso además el culto de la constitución! ¡La constitución es para mí lo primero! ¡Cabalmente!
         Y entonces no pudo aplaudir el señor Pardo.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 1 de febrero de 1917. ↩︎