3.7. De la noche del sábado

  • José Carlos Mariátegui

 

         1¿Quién ha tomado el tren para Chosica?
         Ha sido un político.
         Le hemos visto los escarpines. Y no podemos dudarlo. Ha sido un político. ¿Y por qué ha tomado el tren para Chosica? ¿Qué va a hacer en Chosica? ¿Va a visitar al señor Osores? ¿O va a mirar al cielo solamente?
         ¿Y si no ha sido un político?
         Nos hemos quedado pensativos mucho rato.
         Estos trenes de Chosica, desde una tarde en que se llevaron al doctor Durand y a los liberales, han adquirido mala fama.
         Y a nosotros nos tienen inquietos desde que sabemos que tienen inquietos al señor Pardo. La inquietud que le causan al señor Pardo la hemos palpado y la hemos mirado. Sabemos que la policía privada del gobierno ha ido a Chosica para ver cómo brilla allí la luna. Y hemos ido a la estación a ver salir el tren de esta mañana únicamente para mirarle la cara a la policía privada del gobierno.
         Porque hay policía privada. También la hemos palpado y la hemos mirado. Ha salido a la calle súbitamente cuando nadie la esperaba y cuando nadie la reclamaba. Como no hay presupuesto, habrá con qué pagarla. Y será lo único que hará falta para que el gobierno del señor Pardo viva muy tranquilo.
         Hablamos con la historia en la mano y la experiencia en el corazón. ¿Cuándo han comenzado los azares y las inquietudes para los gobiernos del Perú? Pues cuando los gobiernos del Perú han llamado a las gentes del espionaje político a que aguaiten dentro de las casas pero que no aguaitan dentro de las almas. Y estas gentes ya están aguaitando a su manera.
         Y como necesitan vigilar algo vigilan los trenes y vigilan a los viajeros. ¿Quién se ha ido? ¿Por qué se ha ido? ¿Quién ha venido? ¿Por qué ha venido?
         Así estamos ya.
         Y no sabemos explicarnos por qué.
         El señor Pardo tampoco sabrá explicárselo a sus amigos. Y si nosotros le preguntásemos por qué hay ya estas turbaciones, el señor Pardo no nos contestaría, pero su mirada iría a buscar instintivamente los papeles de la dictadura fiscal y la rúbrica del señor Heráclides Pérez.
         Las gentes se asombran. Si este gobierno es el gobierno de la convención tripartita, si este gobierno es el gobierno nacional, si este gobierno es el gobierno de la restauración, si este gobierno es tan fuerte y tan buen mozo y si este gobierno tiene a todos los partidos y a todos los hombres de buena voluntad, ¿quién se arredra?, ¿quién tiembla?, ¿quién acecha?, ¿quién se estremece?
         ¿Acaso nos han contado por la noche un cuento lúgubre y pavoroso de penas y de aparecidos?
         No sabemos nada.
         Y no podemos creer que haya motivo, ni aliento, ni intención para que esta tranquilidad, que nosotros amamos tanto y dentro de la cual estamos tan bien, se acabe de la noche a la mañana.
         Pero no tenemos valor para ir a Chosica porque nos daría miedo.
         Volvemos a creer que es el silencio de esta hora el que ha turbado al señor Pardo, el que le ha hecho preguntarle al señor Osores si ya está conspirando y el que le ha hecho pensar absurdamente que ya el país no lo quiere.
         El país, que es veleidoso, pero no tanto, se queda absorto y mira con los ojos abiertos al señor Pardo. Lo mira nervioso. Lo mira fastidiado. Lo mira inquieto. Y lo mira llamando a su despacho al jefe del escuadrón de seguridad que se ha formado ayer no más, para que luego lo digan los diarios al enumerar las personas que han salido y que han entrado a Palacio.
         Nosotros, que somos muy curiosos, nos preguntamos por qué a este escuadrón de última hora le habrá puesto el señor Pardo escuadrón de seguridad.
         Y luego nos volvemos hacia una puerta que está a nuestro costado porque hemos sentido que alguien ha pasado tras ella. Y que ha pasado de puntillas. Y que ha pasado con sigilo. Y que ha pasado con misterio. Pero nos reportamos enseguida. Ha sido el gato.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 7 de enero de 1917. ↩︎