3.4. Apogeo
- José Carlos Mariátegui
1Todos los bloquistas tienen un solo empeño: proclamar la defunción del bloque. Afirman que el bloque ya no existe, que el bloque ha muerto, que el bloque fue transitorio, que el bloque fue pasajero y fugaz como una flor o como una mariposa. Esta última es una frase del señor Pasquale que nosotros copiamos al pie de la letra.
Vayamos donde el señor Juan Pardo. Y preguntémosle:
—¿Qué piensa el bloque, señor?
Y el señor Juan Pardo nos dirá como el señor Jorge Prado y Ugarteche:
—¡Ya no existe el bloque! ¡Quién habla del bloque! ¡Qué bloque ni qué bloque!
Vayamos donde el señor Manzanilla. Y preguntémosle:
—¿Qué hace el bloque, doctor?
Y el señor Manzanilla nos responderá de todas maneras:
—¡Yo no sé nada de política! Y, además, ¡ya no existe el bloque! ¡El bloque duró un momento! ¡Un momento brillante!
Vayamos donde el señor Miró Quesada. Y preguntémosle:
—¿Qué dice el bloque, doctor?
Y el señor Miró Quesada nos contestará:
—¡Ya no hay bloque! ¡Ya no hay sino civilismo!
Y se irá en su automóvil.
Pero la ciudad, y con la ciudad nosotros, y con nosotros todo el mundo, seguimos persuadidos de que el bloque vive, de que el bloque alienta, de que el bloque se agita, de que el bloque se mueve. No admitimos siquiera que el bloque esté dormido.
Mientras tanto los bloquistas van al registro civil y anotan con muchas lágrimas que el bloque ha muerto y que ha muerto hace ya mucho tiempo. Nació un día porque era necesario que naciese. Lo quería la felicidad de la patria puesta en peligro. Y en cuanto la felicidad de la patria quedó asegurada, el bloque se extinguió gloriosamente. Nada más.
Y la ciudad, que es porfiada, escéptica, recelosa, pertinaz, no quiere creer estas cosas. No las acepta. No las tolera. Está segura de que el bloque sigue siendo el bloque acaso sin que el mismo bloque se dé cuenta.
Ayer, nos han detenido muchas gentes para decirnos:
—¡El bloque está en el apogeo! ¡El bloque está en las alturas!
—¡Pero no dicen que no existe ya el bloque!
—¿Quién lo dice?
—Todos los bloquistas.
—¡Inexacto! ¡El bloque existe! ¡Y está en su apogeo! ¡Mírenlo en el gobierno! ¡Mírenlo en la municipalidad! ¡Mírenlo en la junta departamental! ¡Mírenlo en todas partes! ¡Tiene mil tentáculos!
Nos hemos quedado pensativos y hemos contestado:
—Verdad.
Y nos han gritado:
—¡Claro! El bloque resurge. Resurge en las sombras y sin hacer alboroto. Ya es dueño del señor Pardo. ¡Y aunque se hace el chiquito, para que el señor Pardo no lo advierta, es el que nos está gobernando!
Se nos ha ocurrido una pregunta:
—¿Entonces, la dictadura fiscal es de la responsabilidad del bloque?
Mas nos han respondido:
—¡No! ¡El bloque no tiene responsabilidades! ¡La dictadura fiscal es de la responsabilidad del señor Pardo solamente!
Y después de una pausa, nos han agregado risueñamente:
—¡O de la responsabilidad del señor Heráclides Pérez si ustedes gustan!
Vayamos donde el señor Juan Pardo. Y preguntémosle:
—¿Qué piensa el bloque, señor?
Y el señor Juan Pardo nos dirá como el señor Jorge Prado y Ugarteche:
—¡Ya no existe el bloque! ¡Quién habla del bloque! ¡Qué bloque ni qué bloque!
Vayamos donde el señor Manzanilla. Y preguntémosle:
—¿Qué hace el bloque, doctor?
Y el señor Manzanilla nos responderá de todas maneras:
—¡Yo no sé nada de política! Y, además, ¡ya no existe el bloque! ¡El bloque duró un momento! ¡Un momento brillante!
Vayamos donde el señor Miró Quesada. Y preguntémosle:
—¿Qué dice el bloque, doctor?
Y el señor Miró Quesada nos contestará:
—¡Ya no hay bloque! ¡Ya no hay sino civilismo!
Y se irá en su automóvil.
Pero la ciudad, y con la ciudad nosotros, y con nosotros todo el mundo, seguimos persuadidos de que el bloque vive, de que el bloque alienta, de que el bloque se agita, de que el bloque se mueve. No admitimos siquiera que el bloque esté dormido.
Mientras tanto los bloquistas van al registro civil y anotan con muchas lágrimas que el bloque ha muerto y que ha muerto hace ya mucho tiempo. Nació un día porque era necesario que naciese. Lo quería la felicidad de la patria puesta en peligro. Y en cuanto la felicidad de la patria quedó asegurada, el bloque se extinguió gloriosamente. Nada más.
Y la ciudad, que es porfiada, escéptica, recelosa, pertinaz, no quiere creer estas cosas. No las acepta. No las tolera. Está segura de que el bloque sigue siendo el bloque acaso sin que el mismo bloque se dé cuenta.
Ayer, nos han detenido muchas gentes para decirnos:
—¡El bloque está en el apogeo! ¡El bloque está en las alturas!
—¡Pero no dicen que no existe ya el bloque!
—¿Quién lo dice?
—Todos los bloquistas.
—¡Inexacto! ¡El bloque existe! ¡Y está en su apogeo! ¡Mírenlo en el gobierno! ¡Mírenlo en la municipalidad! ¡Mírenlo en la junta departamental! ¡Mírenlo en todas partes! ¡Tiene mil tentáculos!
Nos hemos quedado pensativos y hemos contestado:
—Verdad.
Y nos han gritado:
—¡Claro! El bloque resurge. Resurge en las sombras y sin hacer alboroto. Ya es dueño del señor Pardo. ¡Y aunque se hace el chiquito, para que el señor Pardo no lo advierta, es el que nos está gobernando!
Se nos ha ocurrido una pregunta:
—¿Entonces, la dictadura fiscal es de la responsabilidad del bloque?
Mas nos han respondido:
—¡No! ¡El bloque no tiene responsabilidades! ¡La dictadura fiscal es de la responsabilidad del señor Pardo solamente!
Y después de una pausa, nos han agregado risueñamente:
—¡O de la responsabilidad del señor Heráclides Pérez si ustedes gustan!
Referencias
-
Publicado en El Tiempo, Lima, 4 de enero de 1917. ↩︎