3.20.. Huacho realista
- José Carlos Mariátegui
1Hay una candidatura que hace viaje en expreso hacia el éxito. Su camino, por ser quien es el candidato, es un camino real. Nosotros pensamos que hay en él acaso una guardia de alabarderos que enseña las armas al paso del pretendiente.
Sobre el tablero de las ubicaciones hemos visto coronada la ficha de la candidatura del señor Sayán Palacios. La hemos visto con satisfacción y regocijo. Y es que hemos recordado inmediatamente cómo esta candidatura ha sido siempre, a través de varios períodos electorales, una candidatura sin corona.
Hoy el señor Sayán Palacios mira risueña a la fortuna. Y se arma caballero para ir a una contienda que ya sabe feliz. Tiene a los contribuyentes, tiene al pueblo, tiene al subprefecto, tendrá a las juntas. Cuanto hace falta en el Perú para ser electo diputado se ha reunido en su servicio por primera vez.
Y hay que alborozarse. El señor Sayán Palacios tuvo en otros años los mismos contribuyentes que ahora, el mismo pueblo que ahora, los mismos afectos que ahora. Pero no tuvo nunca al subprefecto. No tuvo nunca el óleo propiciatorio. Y el subprefecto y el óleo ajenos bastaron siempre, aunque a duras penas, para sojuzgar a sus contribuyentes, su pueblo y sus afectos.
Las gentes metropolitanas se dolieron eternamente de los fracasos del señor Sayán Palacios. Gritaban que su elección era buena. Pero en el Palacio de Gobierno no les hacían nunca caso. Y hace dos años, cuando hubo Suprema y el señor Sayán Palacios llevó a ese tribunal sus credenciales y las de su adversario, todas las gentes metropolitanas acudieron a acompañarlo, a aplaudirlo y a murmurar que el señor Changanaquí era muy feo.
Mas la Suprema, que es muy grave y muy circunspecta, les puso reparos a las credenciales del señor Sayán Palacios y a las credenciales del señor Changanaquí. Y movió la cabeza negativa e inexorablemente a pesar de los discursos del señor La Jara y Ureta y del señor Miró Quesada.
Ahora las gentes metropolitanas están de fiesta, y gritan por todas partes y se buscan entre ellas controversias:
—¡Ya Sayán Palacios es diputado!
—Todavía.
—¡La asamblea es suya, los electores son suyos y el subprefecto es suyo! ¿Qué le falta?
—Ser elegido.
Entonces todos dicen a voces que el señor Sayán Palacios será elegido esta vez irremisiblemente. Hace falta que sea elegido. Es indispensable que sea elegido. El señor Sayán Palacios fue siempre un personaje de la juventud y es necesario que entre a la Cámara de Diputados antes que la blancura de las canas impertérritas suprima los atributos de su juventud definitivamente.
Pero hay que creer que el señor Sayán Palacios tendrá esta vez fortuna. Basta mirarle el semblante y el ademán para comprender que ha empezado para él un atrenzo victorioso. Y si no basta mirarlo, basta hablarle:
—¿Es verdad señor Sayán Palacios que Huacho lo aclama?
—¡Verdad!
—¿Es verdad luego que va a elegirle diputado?
—¡Verdad!
—¿Y el señor Salinas y Cossío?
–¡El señor Salinas y Cossío es un gran hombre! ¡Pero es futurista!
El señor Sayán y Palacios anda en lo cierto. El señor Salinas Cossío sería un adversario tremendo si no fuera futurista. Tendría el amparo oficial. Tendría el subprefecto. Tendría muchas cosas que sumadas con las que posee el señor Salinas y Cossío podrían hacer un todo muy fuerte. Mas el señor Salinas Cossío es futurista y admira aún al señor Riva Agüero. Al mismo señor Riva Agüero que nos mandó la carta del otro día.
Y hay quien se explica que haya caído sobre el señor Sayán Palacios la gracia real. En el gobierno del Perú está ahora una aristocracia. ¡Y el señor Sayán Palacios es Príncipe! ¡Y Huacho es realista!
Sobre el tablero de las ubicaciones hemos visto coronada la ficha de la candidatura del señor Sayán Palacios. La hemos visto con satisfacción y regocijo. Y es que hemos recordado inmediatamente cómo esta candidatura ha sido siempre, a través de varios períodos electorales, una candidatura sin corona.
Hoy el señor Sayán Palacios mira risueña a la fortuna. Y se arma caballero para ir a una contienda que ya sabe feliz. Tiene a los contribuyentes, tiene al pueblo, tiene al subprefecto, tendrá a las juntas. Cuanto hace falta en el Perú para ser electo diputado se ha reunido en su servicio por primera vez.
Y hay que alborozarse. El señor Sayán Palacios tuvo en otros años los mismos contribuyentes que ahora, el mismo pueblo que ahora, los mismos afectos que ahora. Pero no tuvo nunca al subprefecto. No tuvo nunca el óleo propiciatorio. Y el subprefecto y el óleo ajenos bastaron siempre, aunque a duras penas, para sojuzgar a sus contribuyentes, su pueblo y sus afectos.
Las gentes metropolitanas se dolieron eternamente de los fracasos del señor Sayán Palacios. Gritaban que su elección era buena. Pero en el Palacio de Gobierno no les hacían nunca caso. Y hace dos años, cuando hubo Suprema y el señor Sayán Palacios llevó a ese tribunal sus credenciales y las de su adversario, todas las gentes metropolitanas acudieron a acompañarlo, a aplaudirlo y a murmurar que el señor Changanaquí era muy feo.
Mas la Suprema, que es muy grave y muy circunspecta, les puso reparos a las credenciales del señor Sayán Palacios y a las credenciales del señor Changanaquí. Y movió la cabeza negativa e inexorablemente a pesar de los discursos del señor La Jara y Ureta y del señor Miró Quesada.
Ahora las gentes metropolitanas están de fiesta, y gritan por todas partes y se buscan entre ellas controversias:
—¡Ya Sayán Palacios es diputado!
—Todavía.
—¡La asamblea es suya, los electores son suyos y el subprefecto es suyo! ¿Qué le falta?
—Ser elegido.
Entonces todos dicen a voces que el señor Sayán Palacios será elegido esta vez irremisiblemente. Hace falta que sea elegido. Es indispensable que sea elegido. El señor Sayán Palacios fue siempre un personaje de la juventud y es necesario que entre a la Cámara de Diputados antes que la blancura de las canas impertérritas suprima los atributos de su juventud definitivamente.
Pero hay que creer que el señor Sayán Palacios tendrá esta vez fortuna. Basta mirarle el semblante y el ademán para comprender que ha empezado para él un atrenzo victorioso. Y si no basta mirarlo, basta hablarle:
—¿Es verdad señor Sayán Palacios que Huacho lo aclama?
—¡Verdad!
—¿Es verdad luego que va a elegirle diputado?
—¡Verdad!
—¿Y el señor Salinas y Cossío?
–¡El señor Salinas y Cossío es un gran hombre! ¡Pero es futurista!
El señor Sayán y Palacios anda en lo cierto. El señor Salinas Cossío sería un adversario tremendo si no fuera futurista. Tendría el amparo oficial. Tendría el subprefecto. Tendría muchas cosas que sumadas con las que posee el señor Salinas y Cossío podrían hacer un todo muy fuerte. Mas el señor Salinas Cossío es futurista y admira aún al señor Riva Agüero. Al mismo señor Riva Agüero que nos mandó la carta del otro día.
Y hay quien se explica que haya caído sobre el señor Sayán Palacios la gracia real. En el gobierno del Perú está ahora una aristocracia. ¡Y el señor Sayán Palacios es Príncipe! ¡Y Huacho es realista!
Referencias
-
Publicado en El Tiempo, Lima, 20 de enero de 1917. ↩︎