3.21. La minoría, mayoría

  • José Carlos Mariátegui

 

         1La ciudad ha hecho un alboroto y una algazara tremendas.
         Más tarde se ha reportado y ha dicho una deducción serena y circunspecta sin renovar los aspavientos y sin levantar la voz:
         Bueno. El señor Alberto Ulloa es presidente de la Cámara de Diputados. Y si el señor Ulloa llama a la Comisión de Policía, se encontrará con que el primer vicepresidente accesitario es el señor Secada y con que el 2º vicepresidente accesitario es el señor Torres Balcázar. ¡Ahí está el diario de los debates! ¡El señor Alberto Secada y el señor Juan Manuel Torres Balcázar! ¡Y en vez del prosecretario señor Luna, está en cambio su accesitario el señor Moisés Morán! ¡Toda la mesa de la Cámara es de la minoría!
         Y la ciudad ha hecho entonces otro alboroto y otra algazara tremendas:
         —¡La mayoría es la minoría! ¡La minoría es la mayoría! ¡El señor Ulloa está con la campanilla en la mano! ¡Y con el reglamento! ¡Y con la Constitución del Estado! ¡Y tras él están el señor Secada y el señor Torres Balcázar! ¿A quién tiene el gobierno? ¡A ver!
         Ha pasado en coche el señor Ulloa, grave, fuerte, majestuoso.
         Y la ciudad ha empezado a hacerle genuflexiones y a decir a voces:
         —¡Pasa el presidente de la Cámara de Diputados!
         Ha pasado a pie el señor Secada, flaco, nervioso, ácido.
         Y la ciudad se ha imaginado al señor Secada en la presidencia de la Cámara y se ha muerto de risa. Ha oído los campanillazos, ha oído los apóstrofes, ha oído los gritos.
         Ha pasado también el señor Torres Balcázar, redondo, colorado y candidato.
         Y la ciudad le ha enseñado sus libretas de inscripción militar sin coquetería y sin disfuerzo.
         Pero al mirar los ademanes de la ciudad, los hombres del régimen se han parado con los brazos en jarras como en la zarzuela y han preguntado:
         —¡A ver qué pasa! ¿Ulloa es presidente de la Cámara de Diputados? ¡Y qué! ¡Se puede llamar a Manzanilla!
         La ciudad ha contestado a coro:
         —¡Manzanilla se ha ido muy lejos! ¡Manzanilla se ha ido a La Habana! ¡Como la Tórtola Valencia!
         Y ha seguido el entredicho:
         —¡Se puede llamar a Peña Murrieta!
         —¡Peña Murrieta está en Huancayo! ¡Y está preparando su elección! ¡Y no puede venirse! ¡Y desconfía del gobierno!
         —¡Inexacto!
         —¡Auténtico!
         —¡Se puede llamar entonces a Escardó!
         —¡Escardó es de la minoría!
         Los hombres del régimen se han callado y se han quedado de pie. Mas han sentido enseguida la necesidad de hacerse los displicentes. Y se han encogido de hombros y han dicho marchándose:
         —¡Bah! ¡La minoría está en la mesa parlamentaria cuando no puede hacer nada! ¡Nada más que exhibirse ante el país encima de ella! ¡Bah!
         Pero esta displicencia y este desdeño de los hombres del régimen no han sido sinceros. La ciudad lo ha comprendido. Y la ciudad ha sentido lo que pueden significar el señor Ulloa, el señor Secada y el señor Torres Balcázar en torno de la mesa de la Cámara de Diputados. Porque la minoría está sentada en torno de la mesa. Y no encima, como dicen los hombres del régimen, para que las gentes se rían con ellos.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 21 de enero de 1917. ↩︎