2.5. Partido flamante

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Silenciosamente, discretamente, recatadamente, ha nacido un partido más. No se sabe si es un partido político. No se sabe si es un partido de principios. No se sabe si es un partido gobiernista. No se sabe si es un partido de oposición. Solo se sabe que es un partido.
         Esta agrupación flamante y buena moza ha nacido sin alboroto, sin anuncios, sin reportajes, sin convenciones, sin aspavientos, sin ceremonias.
         Se diría que no ha querido parecerse al futurismo y que por eso no ha constituido junta directiva ni ha publicado programa.
         Y se diría otras muchas cosas.
         Pero lo que más se dice, lo que más se propala, lo que más se difunde, es que es una agrupación bien grande, bien fuerte y bien rica.
         Tiene un ideal elegante y bizarro.
         Y ha nacido con la gracia del Espíritu Santo.
         La ciudad la ha sentido palpitar en sus entrañas llena de amor, de alegría y de entusiasmo, y ha dicho:
         —¡Es el “bernalismo”! ¡Es el “bernalismo”!
         Y ha proclamado que el señor José Carlos Bernales es el jefe, motivo, razón, base, cúspide, domo, pontífice, cabeza visible e invisible, alma, cerebro, idea, sentimiento y espina dorsal del partido nuevo.
         El señor Velezmoro lo dice muy claro:
         —¡Si no existiera el señor Bernales, no existiría el “bernalismo”! Y todas las gentes de la ciudad van y vienen gritando:
         —¡Ya el “bernalismo” tiene partida de bautismo!
         —¡Ya es un partido grande!
         —¡Ya tiene órgano!
         —¡Ya tiene gloria!
         Anteayer, en el almuerzo al señor Secada, el señor Químper, que es por diletantismo un propagandista fervoroso de los partidos nuevos, hizo el elogio del bernalismo.
         Dijo que el señor Balbuena era su leader en la Cámara de Diputados. Y el señor Balbuena asintió con la cabeza y con la mano derecha.
         La ciudad, que lo sabe todo, se pregunta a cada rato:
         —¡Cómo! ¿El señor Balbuena no es liberal?
         Y el señor Balbuena se escapa en una victoria para no absolver la pregunta.
         Pero a sus íntimos nos hace confidencias:
         –Miren, ustedes. El partido civil está muy viejo. Sufre achaques, reumatismo y ronquera. El partido nacional democrático está muy niño. Pide una nodriza. El partido demócrata nació para ser adversario del partido civil. Su enemigo está caduco. El partido liberal es mi partido. ¡Mas, aparece el bernalismo y yo entonces vacilo! ¡Yo entonces me detengo! ¡Yo entonces me agarro la cabeza! ¡Bernales es el hombre! ¡Bernales es buen mozo! ¡Bernales es simpático! ¡Bernales es talentoso! ¡El bernalismo puede ser el partido oportuno!
         Y luego el señor Balbuena nos da unos consejos muy insinuantes, muy persuasivos y muy a la sordina:
         —¡Adhiéranse ustedes al “bernalismo”! ¡Ustedes que no están en ningún partido!


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 5 de diciembre de 1916. ↩︎