2.20.. El alboroto

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Estamos aturdidos. Todo el mundo chilla, grita y argumenta. Ya apenas si se nos oye a nosotros. Vamos a tener que callarnos para que se escuche solamente lo que los demás digan. Y vamos a limitarnos a tomar lo que los demás hablen para servírselo luego al público en estas columnas.
         Después de cincuenta y cinco días de predicación bien merecemos un descanso. Y todo el mundo se empeña en dárnoslo. Consintamos que todo el mundo argumente en nuestro lugar y le preste asidero, estímulo y tónico al comentario cotidiano.
         El partido futurista está ya en pleno escorzo de apóstrofe y de reprobación. Se saca de la faltriquera un manifiesto rotundo, conceptuoso y sazonado. Y quiere leérselo a las gentes de la calle para que le digan ahora mismo su juicio.
         Los futuristas corren por las calles dueños de la majestad de un minuto solemne para ellos y les dicen a los transeúntes:
         —¡Ya ha salido el manifiesto! ¡Ya ha salido el manifiesto! Y los transeúntes les contestan:
         —Bueno.
         Y los curiosos preguntan:
         —¿Quién lo ha redactado? ¿El señor La Jara y Ureta? ¿El señor Riva Agüero? ¿El señor Belaunde?
         Para que los futuristas les respondan:
         —¡Todo el partido!
         Y esta es solo una de las protestas contra la dictadura fiscal.
         El partido constitucional, por amor a su nombre y a su doctrina, protestará también con la entereza de sus sables y de su panoplia.
         La minoría parlamentaria ha protestado en todos los tonos. Vive protestando desde hace mucho tiempo. Y seguirá protestando, protestando y protestando.
         Y el partido civil, que está vacilante entre la protesta y el silencio, depende, aunque no lo quiera el señor Pardo, de la orientación que urda el señor Prado y Ugarteche entre sus huacos, entre sus momias y entre sus cuadros, que la dirección de un partido político puede salir también de un museo o de una pinacoteca.
         Así, sobre la papelería de los decretos y de las circulares del señor Pardo, va a caer otra papelería mayor. La papelería de todas las protestas. Protestas suaves, protestas dolidas, protestas llorosas, protestas vibrantes, protestas marciales y protestas arrebatadas. Protestas de múltiples matices y de diversas cataduras. Chicas y grandes. Grandes y chicas.
         El grito del gobierno ha despertado en todos los hombres del país el deseo de gritar también. Y ya ha comenzado la gritería. Unos gritan con el gobierno y otros gritan contra el gobierno. Pero todos gritan y aquí estamos nosotros aturdidos…


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 20 de diciembre de 1916. ↩︎