2.19. El comentario

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Todavía está resonando el grito avieso y sorpresivo de la dictadura fiscal. Y seguirá resonando por mucho tiempo.
         El gobierno esperaba que este grito fuese más discreto, más callado, más sigiloso. Esperó las sombras de la noche. Abrió la boca con cuidado y con mesura. Y pensó que el país estaba sordo y que, por mucho que los que no queremos la inconstitucionalidad pusiésemos el grito en el cielo, el país no se enteraría del acontecimiento, de su trascendencia, de su eco y de su ruido.
         Pero no ha ocurrido así. El grito ha sido agudo, hiriente, estridente, penetrante y alarmista como un grito en despoblado. Las gentes han tenido que ponerse las manos en los oídos para no quedarse sordas.
         Y los hombres del gobierno se han quedado asustados como los niños después de una travesura que ha hecho mucho estrépito.
         Hemos salido a las calles para encontrarnos con el comentario callejero. Y lo hemos encontrado intenso, vehemente, cálido, jadeante, ardoroso.
         Nos han abordado en una esquina.
         —¡A ver! ¿Qué les parece a ustedes el bloque?
         —Nos parece el bloque.
         —¿Y qué les parecen a ustedes sus argumentos?
         —Nos parecen sus argumentos.
         —¿Se acuerdan ustedes de la prórroga del presupuesto por el señor Leguía?
         —Nos acordamos.
         —¿Y se acuerdan de lo que le dijo el bloque al señor Leguía?
         —Nos acordamos también.
         —El bloque gritó entonces que la prórroga del presupuesto era una tentado muy grave.
         —Justo.
         —¿Y saben ustedes lo que piensa ahora el bloque de la prórroga del presupuesto del señor Pardo?
         —No.
         —Piensa que está justificada.
         —¿Y saben ustedes cómo razona?
         —No.
         —Razona así. Lo que hecho por el señor Leguía es irremisiblemente malo, hecho por el señor Pardo puede ser bueno y saludable. Un acto del señor Leguía, por ser del señor Leguía, es distinto de uno igual del señor Pardo por ser del señor Pardo. El señor Pardo tiene la virtud de purificarlo, santificarlo e inmunizarlo todo.
         Nos hemos quedado parados y absortos.
         Y nos ha parecido que toda la ciudad se ha puesto a dar vueltas alrededor de nosotros, asediándonos con comentarios, con sus exclamaciones y con sus preguntas.
Y nos ha parecido que el grito de la dictadura fiscal continúa resonando agudo, hiriente, estridente, penetrante y alarmista como un grito en despoblado.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 19 de diciembre de 1916. ↩︎