2.2. Glosa callejera - Más candidaturas
- José Carlos Mariátegui
Glosa callejera1
Un gobiernista, un pardista, un áulico, un palatino, un magnate, un hombre grande de este régimen, que es al mismo tiempo nuestro amigo, nos ha parado en la calle y nos ha dicho:
—¿Con que viene el señor Leguía?
Y nosotros le hemos respondido:
—Así nos han contado.
Y nuestro amigo nos ha hecho interrogatorio risueño y encarnizado:
—¿Viene antes que Gaona o después que Gaona?
Nos hemos quedado estupefactos. Y nos ha escamado la sonrisa de nuestro amigo.
Pero le hemos preguntado:
—¿Cuándo viene Gaona?
–Antes de Pascua de Navidad.
—El señor Leguía vendrá en la primera quincena de enero.
—¿Entonces va a venir después de Pascua de Reyes?
—Lo guiará la Estrella de Oriente lo mismo que a los tres magos. Estoy seguro. ¿No lo creen ustedes también?
—Acaso.
—Pero debía venir en otra fecha. Debía venir después de Pascua de Resurrección. ¿Ustedes qué piensan de esto?
—Nada.
—Están ustedes herméticos. ¡Hablen! ¡Espontanéense!¡Prodíguense! ¡A ver! ¿Qué piensa el señor Villanueva del viaje del señor Leguía?
—Iremos a preguntárselo.
—¿Y el señor Málaga Santolalla? ¿Y el señor Salomón? ¿Y los demás señores leguiístas? ¿Cuántos son los demás señores leguiístas?
—Muchos. Muchos. Muchos. Nosotros no sabemos cuántos.
—¿Y no saben ustedes lo que piensan? ¿No lo sospechan?
—Ir a recibir al señor Leguía.
—¿Y qué más? ¡Hablen! ¡Espontanéense! ¡Prodíguense!
—Nosotros no somos políticos. Somos periodistas no más.
—Están ustedes herméticos. Están ustedes reservados.
Hemos pensado que este gobiernista se empeña en tomarnos el pelo y en hacernos un reportaje. Y nos hemos indignado.
Evidentemente el comentario del viaje del señor Leguía está en todas partes. Vuela, ondula, salta, se zambulle, reaparece, cabrillea.
Los hombres de Palacio se sonríen y les tocan en el hombro a las gentes:
—¿Con que va a venir el señor Leguía? Y las gentes les gritan soliviantadas:
—¡Claro!
Los hombres de Palacio sonríen, se inclinan y replican con mucha cortesía:
—Bueno.
Y se van.
Y el anuncio del viaje nos ha servido para darle una broma y un susto al señor Balbuena. Lo hemos detenido en las calles y le hemos dicho:
—¿Ya sabe usted para qué viene el señor Leguía?
—Para saludarnos, para apretarnos las manos, para mirarnos la cara.
—No. ¡Para lanzar su candidatura a una diputación por Lima!
—¡Imposible! ¡El señor Leguía no puede querer una diputación! ¡Una figura política tan grande! ¡Un expresidente de la República! ¡Un hombre eminentísimo! ¡Un caudillo! ¡Imposible!
—Cierto. El señor Leguía ama al pueblo de Lima. Desea su representación. El señor Leguía tiene sus caprichos.
—¡No me alarmen ustedes! ¡Por Dios! ¡Díganme que es una broma!
—No lo es.
Ha habido una pausa.
Pero después de ella, el señor Balbuena reportado, serenado, sonriente, nos ha dicho:
—¡Bueno! ¡Perfectamente! ¡Admirablemente! ¡Yo no me alarmo! ¡Que se alarmen los otros candidatos! ¡Que se alarme Riva Agüero! ¡Que se alarme La Jara! ¡Que se alarme Miró Quesada! ¡Que se alarme Torres Balcázar! ¡Yo no tengo contendor!
—¿Con que viene el señor Leguía?
Y nosotros le hemos respondido:
—Así nos han contado.
Y nuestro amigo nos ha hecho interrogatorio risueño y encarnizado:
—¿Viene antes que Gaona o después que Gaona?
Nos hemos quedado estupefactos. Y nos ha escamado la sonrisa de nuestro amigo.
Pero le hemos preguntado:
—¿Cuándo viene Gaona?
–Antes de Pascua de Navidad.
—El señor Leguía vendrá en la primera quincena de enero.
—¿Entonces va a venir después de Pascua de Reyes?
—Lo guiará la Estrella de Oriente lo mismo que a los tres magos. Estoy seguro. ¿No lo creen ustedes también?
—Acaso.
—Pero debía venir en otra fecha. Debía venir después de Pascua de Resurrección. ¿Ustedes qué piensan de esto?
—Nada.
—Están ustedes herméticos. ¡Hablen! ¡Espontanéense!¡Prodíguense! ¡A ver! ¿Qué piensa el señor Villanueva del viaje del señor Leguía?
—Iremos a preguntárselo.
—¿Y el señor Málaga Santolalla? ¿Y el señor Salomón? ¿Y los demás señores leguiístas? ¿Cuántos son los demás señores leguiístas?
—Muchos. Muchos. Muchos. Nosotros no sabemos cuántos.
—¿Y no saben ustedes lo que piensan? ¿No lo sospechan?
—Ir a recibir al señor Leguía.
—¿Y qué más? ¡Hablen! ¡Espontanéense! ¡Prodíguense!
—Nosotros no somos políticos. Somos periodistas no más.
—Están ustedes herméticos. Están ustedes reservados.
Hemos pensado que este gobiernista se empeña en tomarnos el pelo y en hacernos un reportaje. Y nos hemos indignado.
Evidentemente el comentario del viaje del señor Leguía está en todas partes. Vuela, ondula, salta, se zambulle, reaparece, cabrillea.
Los hombres de Palacio se sonríen y les tocan en el hombro a las gentes:
—¿Con que va a venir el señor Leguía? Y las gentes les gritan soliviantadas:
—¡Claro!
Los hombres de Palacio sonríen, se inclinan y replican con mucha cortesía:
—Bueno.
Y se van.
Y el anuncio del viaje nos ha servido para darle una broma y un susto al señor Balbuena. Lo hemos detenido en las calles y le hemos dicho:
—¿Ya sabe usted para qué viene el señor Leguía?
—Para saludarnos, para apretarnos las manos, para mirarnos la cara.
—No. ¡Para lanzar su candidatura a una diputación por Lima!
—¡Imposible! ¡El señor Leguía no puede querer una diputación! ¡Una figura política tan grande! ¡Un expresidente de la República! ¡Un hombre eminentísimo! ¡Un caudillo! ¡Imposible!
—Cierto. El señor Leguía ama al pueblo de Lima. Desea su representación. El señor Leguía tiene sus caprichos.
—¡No me alarmen ustedes! ¡Por Dios! ¡Díganme que es una broma!
—No lo es.
Ha habido una pausa.
Pero después de ella, el señor Balbuena reportado, serenado, sonriente, nos ha dicho:
—¡Bueno! ¡Perfectamente! ¡Admirablemente! ¡Yo no me alarmo! ¡Que se alarmen los otros candidatos! ¡Que se alarme Riva Agüero! ¡Que se alarme La Jara! ¡Que se alarme Miró Quesada! ¡Que se alarme Torres Balcázar! ¡Yo no tengo contendor!
Más candidaturas
Las gentes pensaban que la clausura del Congreso privaba al país del favor de los proyectos del señor Borda.
Han estado equivocadas.
Ayer, el señor Borda se presentó ante el jurado de Ciencias Políticas, cogido de las manos con el señor Luis Felipe Villarán.
Y ambos, el diputado por Lima y el subgerente de la Recaudadora, dieron examen de Derecho Administrativo.
El jurado es ya histórico. El doctor Francisco Tudela y Varela, el doctor José Varela y Orbegoso y el doctor Luis Felipe de las Casas.
El examen fue sensacional.
Se contaron, entre sus espectadores, el doctor Adolfo Villagarcía, que es presidente de la Corte Suprema, el doctor Hildebrando Fuentes, que es profesor de Metafísica y el doctor Manzanilla que es muchas cosas pero que no necesita ser sino el señor Manzanilla.
El examen del señor Villarán tuvo un tema de actualidad: ministros y presupuestos.
Y el examen del señor Borda versó sobre reformas totales de la administración.
Hubo muchas notas interesantes.
El señor Borda se presentó con sus cuarenta proyectos en papel celeste.
Y el señor Tudela y Varela, que se siente siempre leader de la mayoría, le hizo objeciones y le armó controversia.
Los dos universitarios eminentes, el diputado por Lima y el subgerente de la Recaudadora, alcanzaron la nota 20.
Bueno. Más que bueno. Sobresaliente.
Y esta nota los pone en aptitud de disputarles la contenta a los universitarios jóvenes que han obtenido la misma nota.
Hay, pues, dos candidaturas nuevas.
Felizmente son solo candidaturas a una contenta.
Han estado equivocadas.
Ayer, el señor Borda se presentó ante el jurado de Ciencias Políticas, cogido de las manos con el señor Luis Felipe Villarán.
Y ambos, el diputado por Lima y el subgerente de la Recaudadora, dieron examen de Derecho Administrativo.
El jurado es ya histórico. El doctor Francisco Tudela y Varela, el doctor José Varela y Orbegoso y el doctor Luis Felipe de las Casas.
El examen fue sensacional.
Se contaron, entre sus espectadores, el doctor Adolfo Villagarcía, que es presidente de la Corte Suprema, el doctor Hildebrando Fuentes, que es profesor de Metafísica y el doctor Manzanilla que es muchas cosas pero que no necesita ser sino el señor Manzanilla.
El examen del señor Villarán tuvo un tema de actualidad: ministros y presupuestos.
Y el examen del señor Borda versó sobre reformas totales de la administración.
Hubo muchas notas interesantes.
El señor Borda se presentó con sus cuarenta proyectos en papel celeste.
Y el señor Tudela y Varela, que se siente siempre leader de la mayoría, le hizo objeciones y le armó controversia.
Los dos universitarios eminentes, el diputado por Lima y el subgerente de la Recaudadora, alcanzaron la nota 20.
Bueno. Más que bueno. Sobresaliente.
Y esta nota los pone en aptitud de disputarles la contenta a los universitarios jóvenes que han obtenido la misma nota.
Hay, pues, dos candidaturas nuevas.
Felizmente son solo candidaturas a una contenta.
Referencias
-
Publicado en El Tiempo, Lima, 2 de diciembre de 1916. ↩︎