1.5. El looping the loop
- José Carlos Mariátegui
1Ayer todas las gentes estuvieron en el Hipódromo de Santa Beatriz. Todas quisieron asistir al clásico Comercio. Todas quisieron especialmente asistir a los vuelos. Se diría que las gentes deseaban poner los ojos en el cielo y extasiarse admirando a un hombre que lo exploraba.
Nosotros también fuimos a Santa Beatriz. También deseábamos poner los ojos en el cielo y extasiarnos admirando a un hombre que lo exploraba.
Nos asistía la esperanza de que en Santa Beatriz no nos hablarían de la política ni del congreso extraordinario.
Y tuvimos esa fortuna.
Hubo en nosotros la ilusión de que Santa Beatriz era una ciudad ideal. Nos imaginamos que era la tierra prometida. Nadie hablaba allí de política. Nadie hablaba allí del señor Pardo. Nadie hablaba allí de la dictadura fiscal. Todos hacían comentarios de esta especie:
—Oiseau Mouche es un gran caballo.
—Raillery dará un buen dividendo.
—El “tiempo” ha sido notable.
Y no había una sola persona que nos indujese a improbar la prórroga del presupuesto.
Más tarde, el aviador Rojas subió al cielo, hizo curvas, hizo virajes, hizo acrobacias. Hizo luego el looping the loop. Las gentes tuvieron un instante de gran emoción. Y hubo el epílogo de una caída desgraciada y lamentable que puso consternación y dolor en los ánimos.
Vueltos a la ciudad, confiábamos en que todas las gentes metropolitanas que no habían asistido a Santa Beatriz, nos atajarían para preguntarnos:
—¿Cómo han estado las carreras? ¿Cómo ha estado el looping the loop?
Pero nos aguardaba una desilusión. Las gentes metropolitanas nos atajaban para preguntarnos por la política.
Nosotros les decíamos:
—¡A nosotros no nos importa en este instante la política! ¡A nosotros solo nos importan las carreras y la aviación!
Y entonces las gentes nos interrogaban:
—¿Ha ido a las carreras el señor Pardo?
Por lo grande y permanente que es nuestra cortesía, no podíamos responderles:
—¡A nosotros no nos importa el señor Pardo!
Y nos dábamos cuenta de que no estábamos en la tierra prometida, sino en Lima, lo cual era muy distinto. Y de que había una grave situación política. Y de que nos acechaba la dictadura fiscal.
Y entonces, completamente afligidos, pensábamos que el país estaba también haciendo el looping the loop. Nos alucinábamos en esta ilusión. Y nos llenábamos de angustia. Sentíamos el vértigo de la trágica acrobacia. Nos parecía que estábamos vueltos de cabeza sobre la tierra. Teníamos el temor pavoroso de no poder reincorporarnos. Y recordábamos en todos sus detalles el looping the loop de la tarde.
Pero más, mucho más que el looping the loop, recordábamos la caída.
Nosotros también fuimos a Santa Beatriz. También deseábamos poner los ojos en el cielo y extasiarnos admirando a un hombre que lo exploraba.
Nos asistía la esperanza de que en Santa Beatriz no nos hablarían de la política ni del congreso extraordinario.
Y tuvimos esa fortuna.
Hubo en nosotros la ilusión de que Santa Beatriz era una ciudad ideal. Nos imaginamos que era la tierra prometida. Nadie hablaba allí de política. Nadie hablaba allí del señor Pardo. Nadie hablaba allí de la dictadura fiscal. Todos hacían comentarios de esta especie:
—Oiseau Mouche es un gran caballo.
—Raillery dará un buen dividendo.
—El “tiempo” ha sido notable.
Y no había una sola persona que nos indujese a improbar la prórroga del presupuesto.
Más tarde, el aviador Rojas subió al cielo, hizo curvas, hizo virajes, hizo acrobacias. Hizo luego el looping the loop. Las gentes tuvieron un instante de gran emoción. Y hubo el epílogo de una caída desgraciada y lamentable que puso consternación y dolor en los ánimos.
Vueltos a la ciudad, confiábamos en que todas las gentes metropolitanas que no habían asistido a Santa Beatriz, nos atajarían para preguntarnos:
—¿Cómo han estado las carreras? ¿Cómo ha estado el looping the loop?
Pero nos aguardaba una desilusión. Las gentes metropolitanas nos atajaban para preguntarnos por la política.
Nosotros les decíamos:
—¡A nosotros no nos importa en este instante la política! ¡A nosotros solo nos importan las carreras y la aviación!
Y entonces las gentes nos interrogaban:
—¿Ha ido a las carreras el señor Pardo?
Por lo grande y permanente que es nuestra cortesía, no podíamos responderles:
—¡A nosotros no nos importa el señor Pardo!
Y nos dábamos cuenta de que no estábamos en la tierra prometida, sino en Lima, lo cual era muy distinto. Y de que había una grave situación política. Y de que nos acechaba la dictadura fiscal.
Y entonces, completamente afligidos, pensábamos que el país estaba también haciendo el looping the loop. Nos alucinábamos en esta ilusión. Y nos llenábamos de angustia. Sentíamos el vértigo de la trágica acrobacia. Nos parecía que estábamos vueltos de cabeza sobre la tierra. Teníamos el temor pavoroso de no poder reincorporarnos. Y recordábamos en todos sus detalles el looping the loop de la tarde.
Pero más, mucho más que el looping the loop, recordábamos la caída.
Referencias
-
Publicado en El Tiempo, Lima, 20 de noviembre de 1916. ↩︎