3.9. Huelga

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Huelga en Trujillo. Huelga en Huacho. Huelga en Pativilca. Huelga en Paramonga. Huelga en San Nicolás. Huelga en el parlamento. La cámara de diputados no celebró sesión ayer por falta de quórum. Se declaró en huelga una fracción de la mayoría. Y el señor Borda decía:
         —¡La minoría, como siempre, está en su sitio!¡La que ha faltado es la mayoría! ¡Que conste, Excmo. señor!
         Y es que los representantes de la mayoría recordaron el hábito de respetar el viernes de moda. Y convinieron en imitar los actuales gestos del proletariado. Y en proclamar también el derecho a la huelga. El señor Balbuena fue uno de los leaders de la huelga. En la Plazuela de la Inquisición daba grandes voces:
         —¡Este es, honorables señores, el derecho a la resistencia! ¡Y el derecho a la resistencia es sagrado! Un reglamento draconiano nos impone el quórum. ¡Y nuestra voluntad, honorables señores, se rebela contra este reglamento draconiano y recurre a la protesta de la huelga! ¡Seamos altivos! ¡Seamos rebeldes!
         Parecía un apóstol ácrata. Parecía un orador libertario. Parecía un sindicalista. Y detenía a los representantes que se dirigían a la cámara y les notificaba la huelga. La policía llegaba a creerlo un agitador sospechoso. Y lo vigilaba. Así fue la huelga. A las 4 y 30 p.m. el señor Manzanilla pasaba la última lista y declaraba que no había quórum y que en consecuencia no había sesión. Y añadía más tarde en los pasillos:
         —¡El reglamento ante todo!
         Y algunos representantes de festivo espíritu y regocijado humor se alborozaban. Y eran así sus comentarios:
         —¡Esto es ideal!
         —Los viernes deben ser siempre viernes de moda.
         —Vamos a tener así tres grandes días en la semana.
         —Exacto. Los viernes de moda, los sábados del señor Pardo y los miércoles del señor Manzanilla.
         Y se atribuía a la falta de quórum una razón recóndita. La razón recóndita del miedo que inspira el debate de las responsabilidades políticas de los últimos tiempos. La evocación histórica pone nervioso al bloque. El bloque no tolera que se reviva el pasado. Las rememoraciones le hacen el mismo efecto que si se viniese abajo la farola. Y dice siempre:
         —¡Dejemos el pasado! ¡Miremos al porvenir!
         Y es entonces cuando el señor Torres Balcázar, más rojo y más solemne que nunca, se pone en pie para hablar así:
         —¡El pasado acusa!


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 9 de septiembre de 1916. ↩︎