3.30.. Duodécima tarde

  • José Carlos Mariátegui

 

         1El debate del pliego de ingresos ha seguido ocupando a la cámara de diputados. La de ayer fue la duodécima tarde de este debate complicado, abstruso, reticente y lánguido. Y hubo en ella largo discurso del señor Balta sobre el opio.
         Y el opio del discurso del señor Balta hizo enfermizo el debate por largos instantes. La cámara adquirió ambiente de pagoda china. Las luces desfallecieron. Y la farola adquirió una fisonomía asiática y morbosa.
         Todos le desconocíamos al señor Balta tan amplia versación sobre el opio. No podíamos imaginarnos que político tan respetable, austero y honesto como su señoría, dedicase su tiempo al examen de asunto de tan maliciosa categoría. Y teníamos que asombrarnos cuando escuchábamos al señor Balta disertar de esta suerte:
         —Se fuma opio en la China, en la India, en Francia, en Estados Unidos, en Sud América. No se fuma opio en el Japón, en las islas Filipinas, en el Egipto ni en la Abisinia. El opio es sedante, anestesiante y alucinante. El humo del opio es profuso y suave. Tiene sabor plácido. Yo no he podido constatarlo, pero sabios maestros lo enseñan.
         Nosotros esperábamos que el señor Balta se ocupase de Claude Farrere y de Los Civilizados para hacerle réclame a la biblioteca popular de La Prensa. Pero nos equivocamos. El señor Balta no quiso hablar de Claude Ferrere, de Los Civilizados, ni de la biblioteca popular de La Prensa.
         Los diputados escuchaban al señor Balta unciosamente. La cámara se sentía invadida de laxitud y morbidez. Y parecía que saboreaba opio.
         Después en los grupos habituales había animado diálogo. El señor Balbuena como siempre se ocupaba de su candidatura, de su popularidad y de sus adhesiones. El señor Maúrtua decía juicios sazonados sobre cosas pueriles. El señor Menéndez afirmaba que el señor Manchego Muñoz había perdido ya la adhesión del albéitar en Huancavelica. El señor Sayán y Palacios elogiaba las iniciativas del gobierno para perseguir el tifus y exterminar a los zancudos. El señor Uceda le demostraba al señor Abelardo Gamarra que no era cierto que fuese inconveniente el sistema métrico decimal. El señor Manuel Jesús Gamarra sostenía que la pronunciación del señor Luis Felipe Luna no era todo lo castiza que debía ser la pronunciación de un secretario. El señor Parodi conversaba con el señor Morán sobre la necesidad de combatir la literatura pornográfica. El señor Basadre le hacía traviesamente una caricatura al señor Maldonado.
         Y la sesión se caracterizó como las anteriores por la metódica y progresiva iluminación de la sala. Se encendieron las luces unas tras otras. La sala permaneció por mucho tiempo en la penumbra. Y cuando los diputados más miopes se quejaban de la penumbra y protestaban contra el parlamentarismo científico, el señor Manzanilla ordenaba que se encendiera un foco más en la farola. La protesta era unánime. El único partidario que va a tener de repente el parlamentarismo científico de la luz va a ser el señor Balbuena…


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 30 de septiembre de 1916. ↩︎