2.11. Segundo Acto - Flirts - Trueque

  • José Carlos Mariátegui

Segundo acto1  

         Ya está la política en pleno trajín. Ya no se da descanso. Ya no se duerme. Ya se agita. Concluyen los preliminares y principian las escaramuzas. Es el segundo acto de la farsa. En el primer acto, el dramaturgo ha hecho ya la exposición. Y ha logrado interesar a los espectadores. ¿Habrá tragedia?
         Ayer se produjo la primera interpelación de la temporada. Una interpelación aperitiva. Y, sin embargo, una interpelación terrible y complicada. Un aperitivo fuerte sin duda alguna.
         El señor Vivanco, que trae todos los años de la montaña unos ímpetus muy grandes y heroicos, había escogido al ministro de fomento para su primera campaña. Lo había escogido con displicencia y hasta por simpatía. El señor ministro de fomento debe estarle agradecido por la predilección.
         Y ayer, blandiendo en una mano un expediente y en otra un plano de las selvas vírgenes o no del Madre de Dios, el señor Vivanco puso en un brete al señor Sosa. Y, despiadados y agresivos, el señor Gamarra (don Manuel Jesús) y el señor Secada se bajaron al ruedo para ayudarle.
         El señor Sosa se vio rodeado. Se vio perdido. Intervinieron en su auxilio, sin eficacia, el señor Sayán y Palacios, el señor Solar, el señor Tudela y Varela y el señor Gálvez. El más denodado de todos era el señor Tudela y Varela. Y era también el más enfático, el más valiente y el más abnegado.
         Las gentes decían:
         —Habla el leader mayor…
         Y el señor Tudela y Varela se erguía satisfecho como si oyera el comentario.
         El señor Tudela y Varela se ha denunciado definitivamente. Ha hecho su debut. Y lo ha hecho con éxito. Sin equivocarse, sin temblar, sin ponerse pálido. Y sin apuntador.
         Hoy seguirá el debate. De él dicen las gentes que es solo una escaramuza. Pero no sabemos por qué nos da el corazón que va a concluir en batalla campal…

Flirts  

         Tal como ya hemos advertido, hay muchas candidaturas que hacen su camino con sigilo o sin él, con felicidad o sin ella. Las hay recatadas, las hay entusiastas, las hay tímidas, las hay vocingleras, las hay imperativas. Y, sobre todo, múltiples y muy adictas casi todas a la persona y al régimen del señor Pardo. El señor Pardo no va a saber qué hacerse con tantas devociones.
         Las candidaturas más bulliciosas y risueñas son las candidaturas del futurismo. Y la más trascendental de las candidaturas del futurismo es la candidatura del señor don José de la Riva Agüero, presidente dinástico del partido. El señor Riva Agüero es candidato a una diputación por Lima y marcha a las elecciones cogido de la mano con el señor Luis Miró Quesada, candidato a la otra diputación por Lima.
         También es candidato a una diputación por Lima el señor Guillermo 2o. Billinghurst, que va a poner en juego todas las influencias de su nombre, dueño de vasta aureola popular.
         Y por no verles la cara a ninguno de estos candidatos, el señor doctor don Augusto Durand, jefe de los liberales, ha renunciado a su propósito de presentar su candidatura a una diputación por Lima y ha preferido conspirar contra la senaduría vitalicia del señor don Manuel Camilo Barrios, senador por Moquegua. La patriarcal figura del señor Barrios está pues gravemente amenazada. El señor Durand aspira a derribarla. Se dedica a minar su pedestal y a socavar sus cimientos lentamente. Cuando llegue el instante de las elecciones, el señor Barrios se va a encontrar irreverentemente combatido por los iconoclastas empeños del señor Durand. El señor Durand no acepta que el señor Barrios vuelva a ser senador por Moquegua. Y el señor Barrios no concibe que haya quien se atreva a poner en duda la calidad vitalicia de su senaduría. El señor Barrios es persona serenísima, majestuosa, buena y apacible. Pero es persona que cree sinceramente en el derecho divino de su senaduría. Es una lástima que el señor Durand no crea en el mismo derecho divino, de puro ateo, liberal y revolucionario que es. Y por eso, el señor Barrios es a la hora presente una anciana gloria del senado amenazada por los ímpetus del señor Durand.
         Y hay otras muchas candidaturas resonantes y comentadas. La del señor David García Irigoyen, que se empeña también en ser representante vitalicio de los habitantes de Huari, a pesar de las protestas de los habitantes de Huari contra el empeño de su señoría. La del señor Víctor Andrés Belaunde, que sostiene el sentido clásico y tradicional de su candidatura a la diputación por Arequipa. La del señor Menéndez, que está completamente resuelto a sojuzgar las gallardas acometividades del señor Manchego Muñoz. La del señor Gabriel Velarde Álvarez, heroica candidatura constitucional a una senaduría por Ayacucho. La del señor Manchego Muñoz, candidatura también denodada y valiente. La del señor Rafael Grau en oposición a la del señor Pedro Abraham del Solar. La del señor Pedro Abraham del Solar en oposición a la del señor Rafael Grau.
         Pero, la candidatura más interesante y típica de todas es, sin duda alguna, la candidatura del ladino catedrático señor don Manuel Bernardino Pérez. El señor Pérez es, entre todos los pretendientes de esta hora, el más enamorado y el más vehemente. Y es también, en andanzas galantes y en escarceos de conquistador, el más experto, tranquilo, metódico y afortunado. La diputación de Pataz es, por eso, muy suya.

Trueque  

         La presidencial villa de Miraflores adquiere cada día mayores atributos de asiento, sede y trono de la aristocracia dinástica del señor Pardo. Miraflores está hoy orgullosa del señor Pardo, ufana del señor Pardo, engreída del señor Pardo. Y las gentes de Miraflores, cuando exaltan las calidades y merecimientos de su balneario, dicen así:
         —¡Aquí vive el señor Pardo!
         La calle en que tiene su mansión el señor Pardo es la mayor gloria de Miraflores. Son en ella más suaves las pisadas, más reverente el tráfico, más discretas las palabras, más gentiles las gentes, más plácida la atmósfera, más humilde el polvo. No hay famélicos perros, no hay románticas hojas secas, no hay malcriados granujas, no hay bullicio, no hay basura, no hay nada que sea vulgar y no hay nada que sea mortificante.
         Y en las noches y en las madrugadas, cuando la mansión solariega del señor Pardo está en silencio y reposo, si pasan frente a ella gentes nocherniegas, caminan de puntillas y se dicen a dúo y en voz muy bajita:
         —¡Duerme el señor Pardo!
         Y todo comienza a llamarse Pardo en Miraflores. A poco que este fervor del balneario por la persona ilustre del presidente continúe, Miraflores, la villa de los presidentes, la villa sentimental, va a llamarse Villa Pardo.
         En uno de los barrios de Miraflores en actual urbanización hay una avenida en la cual comenzaron a adquirir lotes de terreno jefes y oficiales del ejército. Y por tal motivo quedó bautizada como Avenida del Ejército desde que principió su urbanización. Pero hoy el alcalde de Miraflores ha encontrado poco respetuosa esta intromisión del nombre del ejército en Miraflores. Y le ha cambiado de nombre a la Avenida. Sorpresivamente, se han encontrado los vecinos de Miraflores con que la Avenida del Ejército se llama ahora Avenida José Pardo. Todos han juzgado muy justa y atinada la sustitución. Han convenido en que el burgomaestre de Miraflores es indiscutiblemente un caballero de mucho criterio.
         Y el señor Tudela y Varela, candidato presidencial en ciernes, se ha apresurado a comprar un lote en la Avenida Pardo. Un acto de devoción.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 11 de agosto de 1916. ↩︎