7.8. La política al día.: El problema electoral después de la huelga

  • José Carlos Mariátegui

El problema electoral después de la huelga1
Aumentan las causas de desorientación
 

         El problema político vuelve a ocupar principalmente el comentario público. Durante la huelga, la actividad política cesó casi completamente, absorbida como estaba la atención de todas las gentes por el conflicto obrero. La acción de los candidatos se redujo a la publicación de los telegramas que les anuncian su éxito en provincias.
         Esta publicación no permite formarse una impresión definitiva sobre los resultados de las elecciones de las provincias. Por el contrario, viene a afirmar la primera confusa impresión de que en la gran mayoría de las provincias la elección ha sido dual. Para conocer el verdadero número de sufragios alcanzado por cada candidato se necesita, por consiguiente, que la Corte Suprema resuelva las dualidades, labor que no es posible que termine ni aun en el mes de agosto.
         En 1917, la revisión de los procesos por la Corte Suprema se prolongó, si no nos equivocamos, hasta el mes de octubre. Ahora, por mucha prisa que se diese la Suprema en efectuar esa revisión, sería materialmente imposible que la concluyese antes del 18 de agosto. Se debe tener en cuenta que las dualidades en esta ocasión son, probablemente, más numerosas que en 1917.
         Los leguiístas han mostrado vivo empeño en negar la aseveración de que su candidato ha sido derrotado en las provincias. Se esperaba con este motivo que publicasen un cómputo global de los sufragios obtenidos en las provincias por el señor Leguía. El tiempo trascurrido desde las elecciones basta, efectivamente, para un cómputo unilateral. No es posible, por ahora, obtener el escrutinio legal; pero tratándose de un escrutinio de bando no ocurre lo mismo. Un bando no necesita examinar ni decidir cuál de las elecciones duales es la buena. La elección que lo favorece será, invariablemente, la que tome en cuenta.
         Pero, no obstante, la urgencia que tenían de mantener la impresión de su triunfo, los leguiístas no han podido hasta ahora publicar ese cómputo. Todavía no han dado al público ninguna cifra general.
         La semana trágica ha venido, por otra parte, a desmejorar marcadamente la situación del señor Leguía. La atención pública se ha desviado de la candidatura del señor Leguía. Y en una hora de tanta agitación como la actual no es fácil que los leguiístas la atraigan sobre ella otra vez.
         El porvenir se presenta, pues, oscuro e incierto. Son pocos quienes creen en la posibilidad de que el congreso sancione una de las soluciones en lucha. Pero son pocos también quienes creen en la posibilidad de que el congreso imponga una solución propia. La mayor parte de las gentes opina que el congreso carece de autoridad moral para resolver el problema.
         Hay otra circunstancia que complica y enreda las cosas. El sentimiento de oposición al gobierno del señor Pardo conserva al lado del señor Leguía a la fuerza ocasional que el leguiísmo explota agitando la bandera de la guerra contra el civilismo y el régimen. Aunque parezca paradójico, es lo cierto que la presencia del señor Pardo en el gobierno constituye la única fuerza propulsora del leguiísmo. A pesar de que los leguiístas miran en el señor Pardo a su más resuelto adversario.


Referencias


  1. Publicado en La Razón Nº 17, Lima, 3 de junio de 1919. ↩︎