6.3. El concurso "Concha"

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Consuela el espíritu que, en medio a la pobreza indiscutible de nuestro medio artístico, haya una institución que estimule a los nacientes pintores, por más que no sea debida a iniciativa ni esfuerzo de los poderes públicos sino al legado generoso de una dama altruista. Si fuera tanta nuestra desdicha que hasta de esta recompensa del premio Concha careciéramos, no habría forma de alentar en los jóvenes la afición artística.
         Y no es solo ese premio anual, que da lugar al presente artículo, lo que se debe a la previsión bienhechora de la señora Concha. Creación suya es también la única academia pública de dibujo que existe entre nosotros y que dirigida por dos buenos profesores —Ugarte y Góngora— difunde el conocimiento de tan útil como hermoso arte.
         El concurso de pintura del año presente parece alcanzar éxito mayor que el de años anteriores, por la cantidad ya que no tal vez por la calidad de los lienzos presentados pues, como es de imaginar, solo presentan ensayos, que no por modestos son menos dignos de aplauso y estímulo francos. Resta solo, para coronar el éxito, que el premio, o los premios, sean discernidos a quienes realmente los merezcan y no a quienes aconsejen las consideraciones amistosas o de favoritismo, tan comunes en esta tierra.
         Parece que las personas que componen el gran jurado, muy respetables todas ellas, se encuentran animadas de este propósito y para no cometer un yerro explicable en quienes no poseen bastantes conocimientos artísticos, oirán la opinión de dos asesores, que ojalá estén animados de igual propósito laudable.
         Visitando la galería improvisada en que se exhiben los cuadros sometidos al concurso, hemos sacado la impresión de que mayores y más sinceros cultivadores tiene la pintura en el sexo femenino, entre nosotros. En efecto la mayor parte de esos lienzos son obra de mujeres y los que mayor valor artístico representan, tienen también el sello de inquietas y afanosas manos femeninas.
         La señorita Juanita Martínez de La Torre, cuya inspiración y talento son tan grandes como escasa su edad y limitados sus estudios artísticos, es una de las principales contribuyentes en el concurso. Ha presentado copias de hermosos cuadros, en que revela todo su exquisito temperamento: cabezas de niños, sonrientes y hondamente expresivas; pequeños, diminutos lienzos en que la joven pintora aprisionó delicados y pintorescos paisajes. Hay en ellos, como en todos los cuadros de la galería —modestos ensayos hemos dicho— defectos de técnica evidentes, pero perdonables en gracia al escaso conocimiento de esta artista de diecisiete años, que se esfuerza por trasladar al lienzo sus impresiones, dentro de la escasez y casi falta completa de conocimientos académicos, guiada solo por una notable afición y una intuición admirable. Sus cabezas infantiles están llenas de gracia y armonía y reflejan toda la ingenua alegría, todo el sugestivo candor de los niños. En sus paisajes, el colorido es suave, armonioso y el conjunto todo delata en su autora gran facultad de observación y no menor buen gusto. También ha enviado cuadros místicos en que el alma enamorada de la artista, ha puesto una honda expresión de fe y de dulzura.
         La obra de esta niña es de aquellas que precisa analizar sin la obsesión del detalle ni de la perfección técnica, atendiendo solo a la inspiración que en ella vive, penetrando sutilmente en el espíritu que la anima, sobreponiéndose a toda exigencia académica y admirando ante todo el talento y las condiciones de quien cuenta tan corta edad y no tiene otro maestro que su intuición extraordinaria. En el criterio del jurado, si quiere proceder con justicia como hay que suponer, deben pesar estas consideraciones y ser tomadas en cuenta muy seriamente.
         Importante contribuyente de este concurso es también la señorita Quincot. Es brillante, y delicada su “manera”. Tiene algunos cuadritos de hermoso colorido y copias de alguna perfección, solo que en uno u otros se advierte a ratos para el ojo del observador la mano del “maestro”, maestro asequible y bondadoso, que dio algunos toques delatores.
         Entre los cuadros que merecen la atención, se cuentan algunos de los presentados por la señora Ballauri, por más que guste de los temas exóticos y se esfuerce en copiar pórticos árabes y ardientes páramos. Cuando se dedica a pintar paisajes de otra clase, está más acertada y feliz, y revela además condiciones para trasportar con alguna fidelidad típicos y expresivos criollos, sin que esto signifique elogio de su “cholo pescador”, que no es de nuestro agrado por razones que sería largo y tal vez inútil detallar.
         Recordamos aparte como dignos de mención algunos de los cuadros del joven Rivero, por la valentía y vigor con que trata sus asuntos; otros del señor Hockoppler que ostentan la mejor factura y dicen del del temperamento artístico de su autor, y entre los cuales se destaca un paisaje de plausible y feliz simpleza impresionista; unas copias de la señorita María I. Arenas y Loayza, dignas de entusiasta elogio; una “marina” de Octavio J. Ripalda, reportero y fotógrafo que tiene una arraigada devoción artística y que gusta de las perspectivas plenas de sol y de color, que no sabe aprisionar la lente rebelde de su máquina fotográfica; y unos paisajes venecianos de la señora Hernández, pintados con buen gusto y conocimiento técnico.
         Tales son los trabajos que saltan como los mejores en la galería del concurso Concha y entre los cuales probablemente habrá de escoger el jurado para la concesión del premio. Todos nuestros deseos, en espera de su fallo, es que él responda a un criterio amplio y justiciero, premiando la afición más digna de aliento y el temperamento artístico más delicado y prometedor. A menos, que para asombro de todos y desilusión de nosotros, que guardamos entre otros ingenuos y anticuados sentimentalismos este de rendir un culto sincero al Arte y a la Belleza, se quiera desvirtuar los fines lógicos del legado Concha…

JUAN CRONIQUEUR


 

         2El señor Teófilo Castillo ha dirigido al jurado Concha, la carta que enseguida producimos:
         Señores miembros del Gran Jurado de Pintura en el concurso Concha.
         Se me informa que en La Prensa de hoy se advierte el aserto de que en los estudios presentados al concurso por la señorita María Angélica Quincot ha intervenido la mano de su profesor: como soy ese profesor aludido, creo de mi deber declarar ante Uds. que tal aserto carece absolutamente de fundamento.
         Con mis mayores consideraciones soy de Uds. atto. y S.S.

Teófilo Castillo.


         De propósito no mencionamos el nombre del señor Castillo, en nuestro artículo sobre el Concurso Concha, porque sabemos lo susceptible que es. Pero como el señor Castillo sin ser directamente aludido quiere rectificar, nos vemos obligados a sostener todos los conceptos que nos merecen los cuadros de la señorita Quincot, discípula del señor Castillo, enviados al Concurso en referencia.
         El señor Castillo dice que alguno de esos conceptos nuestros carece absolutamente de fundamento. Su propia rectificación está indicando cómo no le falta todo fundamento, cuando él ha creído necesario desmentirlo, sin duda por temor a que impresionase el criterio del jurado.
         Hemos dicho que en algunos de los estudios de la señorita Quincot, se advierte unos cuantos toques delatores de la mano del maestro y con nosotros ha habido artistas y personas entendidas que lo han observado y nos lo han confiado. El señor Castillo lo niega. Habrá que creérselo bajo su palabra...
JUAN CRONIQUEUR


Referencias


  1. Publicado en La Prensa, Lima, 24 de diciembre de 1914. ↩︎

  2. Publicado en La Prensa, Lima, 26 de diciembre de 1914. ↩︎