5.4. Crónica de Paddok

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Jack no tiene hoy qué reseñar. Y no tiene casi qué decir a sus lectores. Jack es incapaz de hablar de que la fiesta hípica es “el emporio de la elegancia y del flirt” como dicen los cronistas cuando extraen de los casilleros de un armario las frases de sus artículos. Tampoco Jack es capaz de hacer las dos o tres acostumbradas citas a Chantilly, a Long-champs, o a las tardes vernales de Palermo. Jack es un criollo apacible que no ha salido de Lima, que no conoce, por consiguiente, Chantilly, Longchamps, ni las tardes vernales de Palermo. Santa Beatriz es el único hipódromo que sus ojos han visto.
         A Jack le placen las carreras. Le placen las carreras porque Jack es, hay que repetirlo, un criollo apacible y, además de apacible, pálido y triste, que gusta de los espectáculos plácidos y teme los espectáculos violentos. Jack no transige ya con los toros. Hasta hace poco tiempo Jack iba a las corridas de temporada, porque iba todo el mundo y Jack tenía un vago y loco miedo de quedarse solo en la ciudad. Compraba un delantero el sábado y tomaba un coche el domingo, para ir a la plaza. Jack advertía con disgusto que a las puertas había siempre gente vocinglera y astrosa que trataba de venderle otros billetes, que le gritaba, que le ensordecía. Sentía un gran descanso cuando había salvado ya las aglomeraciones de la entrada. Después ocupaba su delantero. Pero en su delantero Jack estaba casi siempre desesperado. Hombres gritones y torpes ponían los pies en el respaldo de su asiento y pisaban la americana modesta pero atildada de Jack. Uno escupía a la plaza y el salivazo pasaba a corta distancia de la cabeza de Jack. Otro bebía chicha morada de un vaso muy grande y derramaba sobre la ropa de Jack dos goterones y un pedacito de piña. Un zambo agitaba un cencerro hiciese o no hiciese falta, que Jack opinaba que nunca la hacía. Otro zambo daba aullidos ante cada suerte. Jack salía de toros, dolido, enfermo, sordo, sucio y deprimido.
         Y es porque en las carreras no le hostiga nada de lo que le hostigaba en los toros que las carreras le gustan. En Santa Beatriz no ha habido quien lo estruje, ensordezca y grite. No ha tenido que estar encasillado en un delantero. Hombres gritones no han puesto los pies en el respaldo de su asiento. Nadie ha bebido chicha morada. Nadie ha agitado ningún cencerro. Jack no ha salido de las carreras dolido, enfermo, sordo, sucio y deprimido. Ha salido ufano, alegre y plácido. Un coche lo ha restituido al centro.
         En las carreras ha visto mujeres elegantes, siluetas gentiles. Jack que es un poco dibujante ha enriquecido su carnet con algunos apuntes. Ha encontrado gente amable y risueña que le conversaba con sprit. Ha hablado con el señor Bellido, tan gordo y tan amable, y que, como Jack, siente resentido su buen gusto y distinción en los toros. Jack y el señor Bellido son dos exquisitos que detestan la plebe, el bullicio, la grosería y la chicha morada. Y en el hipódromo ha hallado también Jack al señor Orellana, al señor Foción Mariátegui, al señor Checa, al señor Conroy, personas todas distinguidas y atildadas.
         Jack será mañana un hombre feliz, sobre todo “si el sol no tiene destemplanzas insólitas y descorteses” como él diría…

JACK

Referencias


  1. Publicado en El Turf, N.º 36, Lima, 06 de mayo de 1916. ↩︎