4.10.. Neutralidad risueña

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Los liberales manifiestan que no tienen candidato a la Presidencia de la República. No favorecen la candidatura del señor Aspíllaga; pero no la combaten. Y tampoco favorecen, por supuesto, la candidatura del señor Leguía. Se declaran neutrales. Se cruzan de brazos ante la lucha presidencial. Se “balconizan”, como dice el señor don Víctor Andrés Belaunde.
         Esto es, además, lo que cree el señor Aspíllaga, con cuya suerte los liberales no han querido solidarizarse ni mancomunarse. Esto es lo que cree también el señor Pardo. Esto es, asimismo, lo que cree el partido civil. Los liberales —piensan el señor Aspíllaga, el señor Pardo y el partido civil— deseaban que el candidato saliese de su seno. Como no ha podido ser así, se abstienen de secundar a candidato alguno. Se abstienen totalmente de intervenir en la solución del problema de la sucesión del señor Pardo.
         Pero el público duda.
         El público, que es muy malicioso, muy suspicaz, muy avisado y muy cazurro, no fía en la neutralidad del partido liberal.
         —Esa neutralidad —afirma— no es posible. La lucha presidencial —agrega— tiene en esta emocionante oportunidad proporciones extraordinarias. Ningún partido político importante logrará mantenerse al margen de ella. Y menos que todos, el partido liberal. El partido liberal cuenta con cuarenta representantes a Congreso, con intensa participación en el manejo de los negocios públicos y con dos conspicuos socialistas, el doctor Curletti y el doctor Lorente, en su Junta Directiva. Y bien, un partido dueño de tales elementos no puede ser en las presentes circunstancias un partido prescindente.
         Se molestan entonces los aspillaguistas:
         —¡Sin embargo, así es!
         Mas el público, avizor y redomado, expone moviendo la cabeza.
         —Claro que al partido liberal le conviene esta declaratoria de neutralidad. Pero esta declaratoria debe ser estimada en su verdadero alcance. Nada le exige al partido liberal una inmediata beligerancia en pro ni en contra del señor Aspíllaga. El partido liberal necesita guardar una actitud de expectativa. Aseguran las gentes que estamos en una hora de aspiraciones máximas. Y la aspiración máxima del partido liberal es la presidencia del doctor Durand. Ahora bien. ¿Acaso la candidatura del señor Aspíllaga posee las condiciones precisas para desahuciar la posibilidad de la candidatura del doctor Durand? Los liberales sostienen que no. Que no, que no y que no. Y, por eso, tienen un gesto. Izan bandera neutral. Pero solo la izan por el momento.
         Y entonces son los liberales los que protestan:
         —¡Nuestra neutralidad es sincera! ¡Completamente sincera!
         Y se ponen serios.
         Pero se les adivina una sonrisa interior. Una sonrisa que justifica las suposiciones del público. Una sonrisa que se burla de la credulidad de los aspillaguistas. Una sonrisa, en fin, que indica que la candidatura del doctor Durand continúa germinando sigilosa y subterráneamente…


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 11 de enero de 1919. ↩︎