3.1. Días febriles

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Atravesamos una época de conflagración y de enredo. El comentario público pasa de un problema intrincado a otro problema más intrincado todavía. Y todo suena en él a incertidumbre y duda. Incertidumbre y duda cuando toca el tema de la renovación ministerial. Incertidumbre y duda cuando busca el horizonte diplomático. Incertidumbre y duda cuando sondea el porvenir electoral. No existe para el comentario público una sola perspectiva clara y nítida. Todos sabemos, por ejemplo, que el gabinete del señor Tudela y Varela se halla con un pie en el Palacio de Gobierno y con otro pie en la calle. Los ministros han renunciado ante el señor Tudela y Varela. El señor Tudela y Varela ha elegido el barco que debe llevarlo a representarnos ante el presidente Wilson. Y, sin embargo, nadie sabe hasta ahora con seguridad cómo va a ser el nuevo gabinete. Nadie sabe positivamente si va a ser un gabinete excepcional o un gabinete ordinario, un gabinete solemne o un gabinete modesto, un gabinete sonoro o un gabinete silencioso.
         Nadie lo sabe.
         Abundan quienes se imaginan que va a ser un gabinete organizado por un vocal de la Corte Suprema. Y la conferencia del grave y reposado presidente del más alto tribunal de la república les hace pensar que no se engañan. Pero tampoco pueden envanecerse sino de tributar el más fiel acatamiento a la tradición peruana de la autoridad suma y máxima de los vocales de la Suprema tan glosada y aderezada por el doctor Lorente y Patrón y el doctor Caravedo, nuestros dos ilustres folkloristas.
         Y lo mismo que nos acontece con la renovación ministerial nos acontece con la sucesión del señor Pardo. No tenemos en la mano nada estable, nada firme, nada duradero. Estamos convencidos de que la convención es imposible. Pero tenemos conocimiento de que el señor Pardo se prepara a reunir en su despacho a los jefes de partido para decirles una vez más que la convención es indispensable para que la república tenga el presidente que merece.
         Una voz nos asegura:
         —¡La ineficacia de esa reunión está descontada!
         Y otra voz la corrige:
         —Pero puede ser que de esa reunión salga la solución de la crisis ministerial.
         Una nos cuenta:
         —¡El doctor Durand es positivamente candidato a la Presidencia de la República!
         Y otra voz la desnaturaliza:
         —Pero también lo es el señor Aspíllaga.
         Una voz nos refiere:
         —¡El señor Maúrtua es el organizador del gabinete!
         Y otra voz la enmienda:
         —Pero el señor Maúrtua lo niega.
         Y, así, no sabemos a qué atenernos respecto de cosa alguna.
         Y no podemos más que sonreírnos de una aseveración socarrona del doctor Lorente y Patrón:
         —Yo declaro, en el alto nombre de la ciencia y en el esclarecido nombre del partido liberal, que el bloque es el médico chino del proyecto de la convención. Y que no necesita hacer otro diagnóstico sobre el estado de este proyecto.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 5 de diciembre de 1918. ↩︎