8.9. Una tregua

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Demorará todavía un poco en llegar de Ancón la opinión del general Cáceres sobre el problema electoral. El general Cáceres ha sido siempre más militar que político. Y en esta ocasión, ya que se anda asegurando que su declaración va a ser el principio de una gran ofensiva, necesita previamente tomar sus posiciones y organizar sus reservas y sus aprovisionamientos.
         Además, ocurre también que desde ayer tenemos huéspedes en casa. Huéspedes muy ilustres y gratos. Y, mientras nos honren con su visita, estamos obligados a vivir únicamente para ser corteses, gentiles y solícitos con ellos. En obsequio suyo se ha abierto ya un paréntesis en el debate sobre la asamblea de los partidos. Un paréntesis emocionante porque ha quedado con la palabra el general Cáceres.
         Pero no debemos impacientarnos. Los días se pasan volando. Y durante estos días no nos faltarán entretenimientos que nos distraigan el ánimo. La elección de maestro de la juventud tiene que preocuparnos seguramente mucho rato.
         Y, por otra parte, esta larga espera le hace réclame anticipada a la actitud del general Cáceres. El general Cáceres hablará así en medio de una gran expectación. La carta del señor don José Carlos Bernales habrá sido leída ya en todos los pueblos de la república. Y habrá creado en ellos el mismo convencimiento que aquí sobre la influencia decisiva de la contestación del general Cáceres.
         Por supuesto las miradas públicas no dejan de asediar al señor Osores. Y las voces de la curiosidad callejera no dejan de interrogarse. En balde naturalmente porque el famoso leader de los constitucionales se muestra hoy más hermético que nunca.
         Amable y zalamero les sonríe a las gentes, pero, prudentísimo y cauto, no les suelta prenda por nada de esta vida.
         —Quien espera lo más espera lo menos —les dice acogiéndose a la autoridad de los adagios.
         Y no le importa que a su alrededor la ansiedad ciudadana estalle en mil preguntas:
         —¿Y es cierto que están en contacto los constitucionales con los demócratas? ¿Y es cierto que ya ha dado usted las primeras puntadas de una gran coalición? ¿Y es cierto que el señor Aspíllaga lo ha invitado a usted a una inteligencia? ¿Y es cierto eso que se murmura y aquello que se presiente?
         El señor Osores tiene siempre una respuesta para cada pregunta. Y cuando lo aburren las preguntas, lo que no es fácil por ser mucha su habilidad para contestarlas sagazmente, toma el tren de Ancón en la estación más próxima.
         Porque el clima de Ancón le asienta demasiado a su salud esclarecida y fecunda.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 9 de octubre de 1918. ↩︎