7.3. Seguimos sin quórum – Junín glorioso

  • José Carlos Mariátegui

Seguimos sin quórum1  

         La espera nos está matando. Nos hemos pasado cuatro días aguardando la repercusión de los sablazos del jueves en las cámaras legislativas. Y las cámaras legislativas no han podido reunirse hasta ahora. Un día porque hemos tenido que celebrar a Santa Rosa. Otro día porque el gobierno ha frustrado el quórum. Otro día porque ha sido domingo. Y otro día porque el gobierno ha frustrado el quórum nuevamente.
         Cuatro días de desvelo, de ansiedad y de tensión nerviosa nos parecen terribles para cualquiera. Para nosotros, más débiles que cualquiera, nos parecen mortales. Tan mortales que no querríamos la presidencia de la República nada más que por no exponernos a no poder derrotar en doce días a una compañía de zapadores rebeldes.
         Ayer amanecimos convencidos de que íbamos a asistir, por fin, a un gran debate parlamentario sobre la sableadura. Y era porque en sueños habíamos pensado que el gobierno no podía evitar indefinidamente el funcionamiento de las cámaras. El calendario y sus amigos le habían dado más de tres días para buscar una solución. Y encontrar una solución era, probablemente, más fácil que encontrar al mayor Patiño Zamudio.
         Las horas de la mañana y de la tarde se nos antojaron muy largas. Sobre todo desde el momento en que nos trajeron la noticia de que los universitarios se habían reunido en una gran asamblea para acordar su concurrencia a las sesiones de las cámaras. Y desde el momento en que supimos que el señor Cornejo se había confirmado en el propósito de conmover a la república con su palabra elocuente y maravillosa.
         Pero de repente las gentes bien informadas empezaron a asegurarnos:
         —Hoy no habrá quórum tampoco.
         Movimos nosotros la cabeza:
         —¡Imposible! ¡Hoy habrá quórum! ¡El gobierno no puede demorar tanto en decidirse!
         Y vino en nuestra ayuda el periódico de la tarde que anunciaba la renuncia del ministro de gobierno.
         Porfiamos enérgicamente:
         —¡Para qué se va a frustrar el quórum! ¡Para qué, si el señor Sayán y Palacios, según el periódico, ha tirado ya la cartera! ¡Y si, posiblemente, la renuncia del señor Sayán y Palacios causará la renuncia del gabinete! ¿No han visto ustedes, por ventura, la firma del señor Tudela y Varela al pie de una moción de censura al ministro de gobierno de 1911? ¿No saben ustedes, además, que el señor Tudela y Varela es catedrático de esta universidad, sableada y ofendida, que recorre las calles pidiendo el restablecimiento de las garantías individuales?
         Y nos replicaron entonces:
         —Pues bien, señores periodistas, por eso mismo no habrá quórum.
         Muy pronto miramos que estaban en lo cierto.
         El gobierno mandó a la Plaza de la Inquisición tropas casi tan numerosas como las que asedian al mayor Patiño. Les cerró todas las bocacalles a los universitarios. Tomó grandes y ruidosas disposiciones militares. Pero no dejó que las cámaras sesionasen.
         Tanto en la Cámara de Diputados como en la de Senadores, la atmósfera fue exactamente idéntica. Se sintió claramente que el gobierno maniobraba en la ciudad más que en las sierras. Y que su táctica en la ciudad, como en las sierras, era la misma: no presentar batalla…

Junín glorioso  

         El anillo de hierro va quedando en ridículo.
         Era, según los comunicados oficiales, un anillo que tenía encerrado al mayor Patiño Zamudio. Era un anillo Hindenburg.
         Y ahora resulta que los revolucionarios han aparecido en las pampas de Junín, resueltos, seguramente, a nutrirse con el abundante ganado que en ellas se refocila, guarda y apacienta.
         Ayer no más ha habido que enviar apresuradamente, en busca del mayor Patiño Zamudio, un convoy con tropas, caballos y municiones. Se ha conmovido a la ciudad con la salida de otra expedición armada hasta los dientes. Y ha resonado en el tren una gran proclama del señor Pardo. Una proclama comparable solo a la inmortal proclama de Bolívar que aprendimos de memoria en el kindergarten.
         Rodeado de las autoridades militares, el señor Pardo les ha hablado así a los soldados:
         —¡Son ustedes, soldados del Regimiento Número 1, los herederos del ilustre nombre de “Húsares de Junín”! ¡Y van ustedes a luchar y vencer por el orden público en las mismas históricas pampas donde los primeros Húsares de Junín lucharon y vencieron por la independencia de la república!
         Alguien ha pronunciado entonces una murmuración a la sordina:
         —Bueno; pero en esas pampas hace ahora mucho frío.
         Y el señor Pardo ha tenido que malograr el estilo épico de su arenga con esta frase prosaica:
         —No importa que haga frío. Yo les mandaré a ustedes chompas y frazadas.
         Después ha partido el tren sonando agudamente su pito.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 3 de septiembre de 1918. ↩︎