6.14. Mayoría enorme

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Gran suceso el de ayer.
         El proceso de Lima se abrió paso en el Senado aprovechando de las confusiones, algazaras y nerviosidades del momento político. Arrolló a la oposición empeñada en anularlo, amortajarlo y sepultarlo. Y franqueó el primer umbral de la Corte Suprema.
         Hubo poca oratoria.
         Los liberales fueron al debate con desgano. Pensaron probablemente que no era tiempo de pronunciar discursos elocuentes sino de perseguir al mayor Patiño Zamudio. Y bostezaban con aburrimiento.
         Y para probar las excelencias del sometimiento del proceso a la Corte Suprema se dieron la mano los grandes oradores del Senado. El “divino calvo” de nuestro flamenquísimo político señor Villarán. Y el apostólico senador de la capa magna señor Cornejo.
         El público, ansioso de espectáculo, preguntó entusiasmado:
         —¿Y por qué el pensamiento del señor Villarán no es distinto del pensamiento del señor Cornejo?
         Y enseguida exclamó con vehemencia:
         —¡A ver! ¡Que opine el señor Cornejo lo contrario del señor Villarán! ¡O que opine el señor Villarán lo contrario del señor Cornejo!
         Pero no fue posible, por supuesto, darle gusto al público. El señor Villarán y el señor Cornejo hablaron de consuno. El concepto del señor Villarán era el concepto del señor Cornejo. El concepto del señor Cornejo era el concepto del señor Villarán. Las ilustres firmas de ambos senadores amparaban un mismo dictamen. Y otra ilustre firma las reforzaba, la del señor Osores, político de famosas empresas, de sagaces palabras y de grandes silencios.
         El debate llegó rápidamente a su término.
         Y con la votación vino el triunfo para los defensores del sometimiento del proceso de Lima a Lima. Vino sin estruendos y sin conmociones. Vino como un acontecimiento natural y lógico.
         La gente quiso salir a las calles gritando:
         —¡Vivan los diputados por Lima! ¡Viva Miró Quesada! ¡Viva Prado! Mas le recordaron a tiempo:
         —¡Cuidado! Estos gritos pueden parecer subversivos. Se asombró la gente entonces:
         —¿Gritos subversivos, por qué? El proceso de Lima no tiene nada que ver con la rebelión de los zapadores.
         Y le replicaron:
         —Bueno, gritos subversivos no; pero gritos contra el gobierno sí. Y le agregaron a guisa de explicación:
         —¿No se fijan ustedes en que el querer del gobierno es el querer de los liberales? ¿Y en que ahora ha venido el querer de los civilistas? ¡Voto civilista se llama este voto del senado!
         No pudo haber, por esto, vítores ni aclamaciones en las calles ni en las plazas.
         Apenas si pudo haber comentarios.
         Comentarios que, invariablemente, dijeron:
         —Derrota del gobierno.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 28 de agosto de 1918. ↩︎