5.4. Rato perdido

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Eso del quórum es general.
         Los civilistas estaban citados por el señor Aspíllaga para la tarde de ayer. Para la tarde de ayer y en la casa de su periódico. Pero no pudieron reunirse por la falta de quórum. El quórum le sacó la lengua al señor Aspíllaga del modo más temerario.
         La gente del centro aguardaba en las esquinas que salieran los civilistas de la reunión. Y que saliera con ellos su candidato a la presidencia del senado. No esperaba la gente que los civilistas salieran solos. Y que salieran tan contados.
         —¡Tampoco hay quórum para el partido civil! —se exclamaba en todas partes.
         Y se repetía palmeando:
         —¡Tampoco! ¡Tampoco! ¡Tampoco!
         Y se traía a cuento al señor Cornejo con mucha travesura:
         —¡Pero si el señor Cornejo no ha querido pronunciarle al partido civil ningún discurso!
         Aquí, en nuestro cuarto, nosotros nos poníamos de pie para preguntarle a la gente que entraba:
         —¿Quiere decir que no hay quórum para el señor Aspíllaga? Y la gente nos respondía:
         —¡No hay quórum para nadie!
         Y saltaba con más gusto que si se hubiera sacado la suerte.
         —¡No hay quórum! ¡No hay quórum!
         Nosotros la deteníamos.
         —Bueno. No hay quórum. Pero, qué importa. Ya se sabe que el candidato del señor Aspíllaga a la presidencia del senado es el señor Echenique. El quórum no tiene más objeto que proclamarlo.
         Y entonces la gente nos razonaba así:
         —Es que si no hay número ni siquiera para proclamarlo no habrá, sin duda alguna, número para elegirlo. Los números están en contra del señor Aspíllaga.
         Y este era el pensamiento unánime de la ciudad.
         La candidatura del señor Echenique a la presidencia del senado había aparecido dando un tumbo muy feo. Había aparecido cayéndose de debilidad. Había aparecido enredándose consigo misma. Candidatura civilista se llamaba y los civilistas no le daban quórum.
         Aunque el señor Echenique se apeaba apresuradamente de su automóvil para murmurar al oído de sus íntimos:
         —Yo no me resiento. El quórum no era para mí. ¡Era para Aspíllaga!


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 6 de julio de 1918. ↩︎